Viet Thanh Nguyen nació en Vietnam del Sur en 1971. Tenía cuatro años cuando acabó la guerra y emigró con sus padres a Estados Unidos, donde se educó y se apropió del idioma. Se considera a sí mismo un escritor estadounidense y también un Asian-American. Opina que su literatura es el resultado de ese insidioso estatus de intruso en todas partes: los vietnamitas lo consideran un “americano”, los estadounidenses lo ven como un asiático y él confiesa cierta zozobra ante esa doble condición. “Soy y no soy”, dice.

La angustia es notoria en las dos novelas que ha publicado, ambas en inglés: El simpatizante, con la cual ganó el Pulitzer en 2016, y El idealista, que es su continuación. En la primera, de manera cómica y trágica, un narrador sin nombre relata su azarosa vida de vietnamita que ayuda a un general al servicio de los estadounidenses, pero que al mismo tiempo es “un patriota que espía para la causa revolucionaria”. Alguien que es y no es.

Mordaz y torrencial en su prosa, Nguyen es implacable. Si en El simpatizante no se salvaban ni los vietnamitas ni los yanquis ni Francis Ford Coppola ni Ho Chi Minh, en El idealista los mandobles son para la sociedad occidental en su conjunto, en especial la francesa, destripada con ferocidad y humor. Debajo de la anécdota yace, eléctrica, la condición de Asian-American del narrador-protagonista y, por supuesto, del autor.

Se pueden leer ambas novelas como las tribulaciones de un expatriado al que comienzan quitándole el paisaje para luego acabar con su familia, su idioma, su identidad y su decencia. Años después de abandonar Saigón, que estaba a punto de caer en manos de sus camaradas, lo encontramos en París tras un largo periplo que incluyó Estados Unidos y un “campo de reeducación” en Vietnam.

Se mete en el negocio de las drogas y sus mafias: hachís del mejor. Se convierte en el dealer favorito de los izquierdistas más acomodados de Francia, unos “socialistas sinvergüenzas y comunistas de caviar”. Es la intelectualidad parisina: políticos, escritores y filósofos. A todos los impresiona con su inglés perfecto, les vende merca y avanza hacia “la nada, que es lo más valioso”.

El narrador la emprende contra los colonizadores de Indochina, “palabra de significado desconocido, dado que no éramos indios ni chinos”, y lo hace con estocadas que no brotan del resentimiento sino de la lucidez. Algunas refieren a la historia. De Gaulle es “el héroe que había liberado a Francia mientras seguía esclavizándonos a los vietnamitas”. Otras son antropológicas. Los franceses lo miran con desdén, “un sentimiento que les cuesta mucho disimular porque lo consideran una virtud”. Y otras culturales. Los intelectuales “cada vez que yo abría la boca y rompía la preciosa porcelana de su idioma galo, ellos oían aquella frase que el poeta, niño prodigio, traficante de armas y esclavista Rimbaud debía de haberle oído y plagiado a algún viajero africano u oriental sin nombre: Yo es otro”.

Y remata esas reflexiones con una sentencia que resume el espíritu de las dos novelas: “No hacía falta que los franceses nos condenaran. Mientras habláramos en su idioma, ya nos condenábamos solos”.

Así es la literatura. Suelen ser los condenados quienes, como en este caso, escriben las historias más auténticas, que son las mejores. Nguyen es un novelista extraordinario, que alumbra con una conciencia política superior los despojos dejados por el imperialismo y la guerra. Lo hace con gran altura. Y en inglés, para dibujar de manera perfecta el círculo de su angustia.

El simpatizante. Viet Thanh Nguyen. Traducción de Javier Calvo. Seix Barral, 2017, 480 páginas. El idealista. Viet Thanh Nguyen. Traducción de Javier Calvo. Seix Barral, 2022, 496 páginas.