Hay un general cariñoso con su familia que maneja los servicios secretos de Hosni Mubarak. Hay un millonario telepredicador del islam que ama por igual la rectitud moral y los Mercedes Benz. Hay un actor de cine sin talento que es arrebatado por la pasión de su sirvienta. Hay una estudiante que se niega a usar hiyab y afronta las peores consecuencias. Hay mujeres en sus casas. Hay hombres que van y vienen por las calles de El Cairo, unos con esperanzas y otros con la muerte en los ojos.

Y hay un ilusionista que ensambla todas esas piezas, les da un sentido y nos cuenta cómo fue traicionada la revolución egipcia de 2011. Se llama Alaa al Aswany (El Cairo, 1957), es autor de varios libros, dentista de profesión y vocación, y un personaje famoso en todo el mundo árabe desde que publicó su novela El edificio Yacobián, un exitazo editado en español en 2006.

El autor ahora pasa revista a los sucesos que desembocaron en las protestas de 2011, aquellas que seguían la estela de la “primavera árabe” y que lograron quitar a Mubarak del trono que ocupaba desde hacía tres décadas. La obra se titula La república era esto y nos acerca a los fervores y desencantos de una sociedad que oscila impenitente entre la tradición y la modernidad.

Con un realismo que unas veces orilla la parodia y la picaresca y otras el testimonio crudo y directo, la novela encaja en las fórmulas más tradicionales de ese género literario. No hay ambiciones de innovación o experimentación ni sorprendentes hallazgos estilísticos, sino una amorosa mirada sobre episodios extraordinarios protagonizados casi siempre por personas comunes y corrientes. Esa mirada, para nada ingenua, le otorga a la lectura una llaneza encantadora, que se impone por sobre los dramas individuales narrados. Con eso basta. Es el arte de contar en estado puro.

Al Aswany fue uno de los fundadores del movimiento Kifaya, un grupo político que tuvo cierta relevancia en la oposición a Mubarak de principios de siglo, con exigencias de libertad y democracia. El escritor fue a manifestar a la plaza Tahir el 25 de enero de 2011 y allí se mantuvo durante diecisiete días, hasta el final, cuando el presidente renunció y dejó el camino despejado para la celebración de elecciones.

Aquella revuelta desembocó en un fraude. Hasta hoy gobierna Egipto un general golpista que, para cubrir las formas, convocó a elecciones y las ganó con un poco creíble 97 por ciento de los votos. Del origen y desarrollo de esa estafa cívico-militar trata La república era esto, que describe con pelos y señales a quienes la idearon, a los que se beneficiaron de ella, a los que torturaron y mataron para preservar el régimen, a las autoridades que después consagraron la impunidad de esos criminales. Por supuesto que el libro ha sido prohibido en Egipto y su autor marchó al exilio. Si vuelve va preso.

Uno de los personajes relevantes de la novela, un santón despreciable que lleva siempre las de ganar, reflexiona sobre su vida y su muerte, asuntos que al parecer no le preocupan, pues para él este mundo “no tenía mayor valor que el ala de un mosquito”. Para el escritor, en cambio, el ala de un mosquito tiene un inmenso valor. Puede ser el universo entero, tanto como una mirada de amor o la espléndida luna en el cielo de El Cairo. Esa convicción sobre la importancia de todas las cosas, por pequeñas que parezcan, Al Aswany es capaz de transmitirla con gracia y fervor en cada una de sus páginas. Así enseña, de paso, que las buenas historias hay que saber contarlas.

La república era esto. Alaa al Aswani. Trad. de Noemí Fierro. Anagrama, 2021, 432 páginas. 790 pesos.