Francia habría participado en 32 grandes expediciones militares en 60 años y en un “centenar de operaciones de menor amplitud”1. Según el cálculo de Michel Goya, historiador y exoficial de marina, sólo Estados Unidos tuvo una mayor participación, pero con un volumen de fuerzas claramente superior. De manera que, en proporción, “los soldados franceses son los más solicitados del mundo”, explica Goya. Por otra parte, cada vez se recurre más a ellos en el interior de las fronteras del país: una misión como Sentinelle [antiterrorismo] ocupa por sí sola cerca de 10.000 hombres del ejército, es decir el 10 por ciento de sus efectivos2.

A pesar de esta “pequeña Guerra Mundial de Francia” y de una creciente confusión entre lo que atañe a la defensa o a la seguridad, los medios asignados a las Fuerzas Armadas francesas disminuyeron. La ley de programación militar 2024-2030 adoptada el 13 de julio, en un contexto de guerra ruso-ucraniana, debería, según el Poder Ejecutivo, invertir la tendencia. Sin embargo, esta recuperación podría llevar bastante tiempo. Debido a la disminución prolongada de las partidas, el número de soldados pasó de 453.000 en 1991 a 203.000 en 2021, el de los reservistas de 420.000 a 41.000. Marginados, los militares no representarían sino el 4 por ciento de los efectivos públicos, es decir tres veces menos que en 1980.

Los “planes sociales” comenzaron con la adopción, por parte de Francia, de la llamada doctrina de “disuasión nuclear” a principios de los años 1960. Se aceleraron a finales de la Guerra Fría. En 1989, el ministro de Defensa, Jean-Pierre Chevènement, anunciaba el plan Ejército 2000, que suprimía o reducía 23 estados mayores territoriales de las tres armas y de la gendarmería. Pierre Joxe, su sucesor en el Hôtel de Brienne [sede del Ministerio de las Fuerzas Armadas], redujo aún más su alcance. Ha llegado la hora de recolectar los “dividendos de la paz”, alegó Laurent Fabius, entonces presidente de la Asamblea Nacional. Los conflictos, no obstante, no cesaron. Pero, de la Guerra del Golfo (1990-1991) a la de Kosovo (1998-1999), las victorias comenzaron a llegar del cielo, “quirúrgicas” y telegénicas.

La defensa territorial y su cuerpo de batalla se volvieron cosa del pasado. Los regimientos de la Fuerza de Acción Rápida concebidos “doctrinal, material y humanamente para actuar rápido, bien y con pocos medios” se vieron favorecidos, nos explica el consultor en riesgos internacionales Stéphane Audrand. A ellos es a quienes se envía primero a las operaciones en el exterior y cuyos jefes ascienden más rápido en la jerarquía. Así, según el especialista, las altas esferas del Estado estarían habitadas por oficiales “que piensan dentro de un marco mental estrecho”: el de un modelo fascinado por la contrainsurgencia y la lucha antiterrorista, pero “que desconfía, mezclando todo, del tanque de combate, de la logística ferroviaria o de los reservistas”. Ideal para un mundo político que desea a la vez existir en el escenario mundial, limitar las pérdidas humanas... y recortar los gastos.

Desvanecimiento y extremismo

El nombramiento de Jean-Yves Helmer a la cabeza de la Dirección General de Armamento (DGA) en 1996 acompañó este cambio de doctrina. El egresado de la Escuela Politécnica, exnúmero dos de Peugeot-Citroën PSA (Stellantis desde 2021), debía llevar a cabo “la batalla de los costos”. Entre 1991 y 2021 el stock de tanques de combate disminuyó de 1.349 a 222, el de los grandes buques de superficie de 41 a 19, el de los aviones de combate de 686 a 2543. La artillería de largo alcance, la defensa suelo-aire y la ingeniería divisional desaparecieron. Al igual que la salud, el mantenimiento o la logística, a veces tercerizados. Se perdieron conocimientos. Y mientras que, con la privatización de las industrias de defensa, se privilegió al comercio de las armas antes que la satisfacción de las necesidades internas, regiones enteras sufrieron el cierre de sus fábricas. Las huelgas, en los arsenales de Brest, en la manufactura de armas de Saint-Étienne y en tantos otros lugares, no lograron frenar la caída del número de trabajadores estatales, la destrucción de un aparato productivo estratégico y la liquidación de la independencia nacional.

Pocos sectores públicos sufrieron semejante reestructuración. El Partido Socialista (PS) en el poder4 la acompañó. El movimiento social, en el que los trabajadores de defensa ocupaban un lugar marginal, asintió o permaneció indiferente. Los 63.000 civiles tenían poco peso frente a los militares en servicio activo que componían las tres cuartas partes de la fuerza laboral. Estos adquirieron el derecho de voto de manera tardía, en agosto de 1945, al estarles aún prohibida, por la ley del 13 de julio de 1972 sobre el estatuto general de los militares, la adhesión a una “agrupación” política [NdR: razón por la cual se conoce al ejército como la Grande muette, la “gran muda”, ya que no puede expresarse]. También les cortaba el camino hacia las agrupaciones profesionales de carácter sindical; sólo podían pertenecer a una de las 12 asociaciones profesionales nacionales de militares.

Por lo demás, la preferencia política del ejército es de derecha. Y no es seguro que la sindicalización de sus miembros reabsorba un quiebre tan nítido con el movimiento social, como sugiere el caso de la policía, donde reina el corporativismo. Ya que, más que un conjunto de normas jurídicas, son, con mayor seguridad, las disposiciones sociales y culturales las que separan a los militares de la izquierda. En 2022 votaron en masa a la extrema derecha en la primera vuelta de la elección presidencial: 20 puntos por encima de la media nacional. En las pequeñas jurisdicciones con guarniciones como Auxonne (Côte-d'Or), Mailly-le-Camp (Aube) o Suippes (Marne), los resultados combinados de los candidatos de extrema derecha Marine Le Pen y Éric Zemmour alcanzaron, respectivamente, el 39,56 por ciento, 54,99 por ciento y 55,31 por ciento (contra 30,22 por ciento para la media francesa).

Izquierda y cuestión militar

Hubo un tiempo en que, a falta de lograr la adhesión de los militares, la izquierda, consciente de que atañían a la soberanía nacional y popular, trataba de modo serio las cuestiones de la guerra y de la paz. Pensaba de otra manera que en términos contables; menos deferente, no se ponía por entero en manos de los expertos militares la responsabilidad de forjar su doctrina. Jean Jaurès escribía L’Armée nouvelle [El nuevo ejército]. León Trotski fundaba el Ejército Rojo. Los progresistas se enfrentaban sobre las guerras de liberación nacional. O sobre el antimilitarismo, cuya última ola, tras el Caso Dreyfus5 y los años 1920, se produjo entre 1968 y 1981.

Tras la guerra de Argelia y sus 15.000 reclutas muertos, en el contexto de insubordinación de los años 1968, se afianzó lo que el historiador Maxime Launay califica de “antimilitarismo revolucionario”6. Este fue estructurado por militantes anarquistas y trotskistas y tomó entonces diversas formas: comités de soldados, manifestaciones de reclutas, rechazo de la libreta de enrolamiento, objeciones e insubordinaciones... El contexto internacional amplió esta rebelión. La Guerra de Vietnam (1955-1975), el golpe de Estado en Chile (1973) y la dictadura de los coroneles en Grecia (1967-1974) desacreditaron al ejército en tanto institución. Las ediciones Maspero, los dibujos de Cabu o de diarios de cuarteles como Crosse en l’air o Col rouges se hacían eco de ello.

En la primavera de 1973 las manifestaciones de la juventud en contra de la llamada Ley Debré –que suprimía las prórrogas acordadas a los estudiantes antes de la incorporación– incrementaron el rechazo. La conscripción parecía haber perdido su sentido al disponer Francia del arma nuclear. Las guerras coloniales llegaban a su fin y el mundo entraba en una fase de “distensión”. Se cuestionaban entonces las condiciones materiales de la vida en el cuartel, la incomodidad, el aburrimiento. Coincidían con la movilización en contra de la ampliación de un campamento militar: en Larzac, entre 1971 y 1981, fraternizaron militantes de todos los orígenes.

Medio siglo después, pocos son los que cuestionan “el poder y su ejército”. Nathalie Artaud, dirigente de Lucha Obrera (LO), sigue fustigando al “militarismo que se traduce por un rearme y un condicionamiento ideológico de la población. Para nosotros, la ‘defensa nacional’ no puede en ningún caso ser asimilada a la defensa de los intereses de los trabajadores. Sea cual fuere el modelo de ejército. Es en vano pretender que se lo pudiese democratizar en el marco de un Estado burgués. El problema no es la composición social de las Fuerzas Armadas, sino la conciencia política”.

Los estibadores de la Confederación General del Trabajo (CGT) pudieron negarse a embarcar armas francesas con destino a Arabia Saudita en 2019. Pero en la actualidad el movimiento social se alza contra la policía, sus violencias, su militarización. De la misma manera en que se protestaba contra las masacres de Fourmies (1891) o de Draveil (1908), en los tiempos en que las tropas mantenían el orden. Porque ahora la institución militar goza de una buena imagen. La instalación, en 2017, de la 13ª semi-brigada de la Legión Extranjera en la meseta de Larzac apenas movilizó a un centenar de personas en su contra. Los argumentos del colectivo Gardarem Lo Lorzac tuvieron muy poco peso ante las promesas de empleo, la apertura de una guardería, de una escuela secundaria y de un centro de salud.

Sueños de recluta, lamentos de desertor

El comandante Matthieu Danielou nos recibe en el Centro de Reclutamiento e Información de las Fuerzas Armadas de Marsella. “Acá reclutamos más bien a hombres, más bien sin estudios universitarios, deportistas. Entre el 30 y el 40 por ciento proviene de barrios populares. Muchos provienen de las Islas Comoras. Muchos tocan a la puerta porque necesitan plata. Cuando sos joven, tenés un Bac-5 [título de bachiller] y te proponen un trabajo a tiempo completo, 1.400 euros netos, alojamiento, comida y te lavan la ropa, te hace pensar. Vienen por el plato de comida, pero eso no significa que no se conviertan en buenos soldados. Lo único que es excluyente es si están un poco pasados de peso o si tienen problemas de dientes. O si tienen placas de hierro en algún brazo o un miembro faltante. No reclutamos discapacitados. No se trata de discriminación, sino de sentido común. Lo mismo pasa con los francotiradores de elite: ejerce mucha atracción debido a los videojuegos y los influencers, pero para ello no hay que tener un desarrollo cognitivo frágil. Si no estás bien mentalmente o si tenés estrabismo, no sirve de nada. Se aplica la regla del ‘es una pena, pero es así’”. Mal que mal, indica Danielou, todos los años “logramos cubrir los 16.000 puestos. No es tanto como McDonald’s, pero seguimos siendo uno de los principales empleadores del país”.

En 1965 el general De Gaulle deseaba iniciar la transición hacia un ejército profesional. Sin embargo, en tiempos de pleno empleo, dudando encontrar los voluntarios suficientes, el Estado Mayor lo disuadió (1). Hubo que esperar al desempleo masivo de los años 1990 para que el proyecto fuera rescatado. Sin embargo, la tasa de selectividad sigue siendo baja: cerca de 1,27 candidatos por puesto para los suboficiales del ejército en 2021 (2). Por el resto, “la proporción de los candidatos médicamente aptos pasó del 83 por ciento al 76 por ciento entre 2011 y 2016”. La causa: “Un modo de vida cada vez más sedentario, un sobreconsumo de pantallas susceptible de favorecer el sobrepeso y la miopía” (3). En 2018 Le Monde revelaba además que “en los últimos diez años, en promedio, 1.810 soldados, casi todos provenientes del ejército, desertaron cada año” (4).

“¿Comprenden lo que se les reprocha? La DE-SER-CIÓN”. Ese día, 14 casos son juzgados en la cámara militar del Tribunal Judicial de Marsella: 12 desertores. Tres acusados provienen del mismo regimiento de artillería. Lopez, de 20 años, nació en Vénissieux. Se enrola después de desaprobar su examen de bachiller en Ciencias, porque “quiere hacer cosas intensas, dormir al aire libre”. “Cuando mirás las publicidades en la tele –precisa– los reportajes en Youtube, te hace soñar. Los tres primeros meses la pasé bien, hicimos caminatas de 40 kilómetros, pero una vez en el regimiento los suboficiales empezaron a forzar la actividad. Teníamos que limpiar los edificios hasta las cuatro de la mañana, sin razón”. Lopez pidió una licencia. Demouchy, de 21 años, firmó un contrato de cinco años tras obtener un bachillerato profesional en “Oficios de seguridad” en el Val d’Oise. “En esa época fumaba marihuana, entonces mis padres tuvieron la impresión de que finalmente me encarrilaba”. Sin embargo, “los suboficiales no paraban de decirme que era un desastre. Como una ola de negatividad. Un día, pedí una licencia”. Por su parte, D. –que solicitó permanecer anónimo– pide una licencia tras haber firmado un segundo contrato de cinco años. “Tenía un bachillerato profesional de técnico topógrafo. Pero en La Réunion la vida no es fácil”. Con un gusto por “el deporte y el estrés”, dice haber “forjado su fuerza mental” en el ejército. “El problema –continúa– es que no era un chupamedias. Por eso no me dieron las misiones en Tahití o en Guyana”.

Lopez, Demouchy y D. fueron condenados a una pena de tres meses en suspenso. Actualmente uno trabaja en seguros, otro es albañil. El tercero, que disfruta dejarse crecer el pelo y la barba, conduce un camión barrendero.

A.P.

(1): Marius Loris Rodionoff, Désobéir en guerre d'Algérie. La crise de l’autorité dans l’armée française, Le Seuil, París, 2023.

(2): Jean-Dominique Merchet, “L’armée rencontre des difficultés inhabituelles de recrutement”, L’Opinion, París, 31-8-2023.

(3): “Recrutement, fidélisation: quelle attractivité des carrières militaires?”, Comisión de Asuntos Exteriores del Senado, París, sin fecha.

(4): Faustine Vincent, “Le temps des déserteurs”, Le Monde, París, 17-4-2018.

Resulta evidente que la suspensión del servicio militar obligatorio por la ley del 22 de febrero de 1996 (efectiva a partir de 2001) llevó a una desmovilización política. Con ella, y luego de medidas que eliminaron la Justicia militar y el Tribunal de Seguridad del Estado, el ejército dejó de ser un “hecho social inclusivo”7. Pero este reflujo se explica también por una serie de realineamientos doctrinales que contribuyeron a forjar un consenso político sobre las cuestiones de defensa. El Partido Comunista Francés (PCF) adhiere desde 1977 a la disuasión nuclear, tras el informe Kanapa. El PS se le sumó al año siguiente, debido a la acción combinada de Charles Hernu y de los miembros del Centro de Estudios, Investigación y Educación Socialista (Ceres) de Jean-Pierre Chevènement. Al contrario de la línea de los socialdemócratas alemanes o de la de los laboristas británicos, esta postura, durante mucho tiempo minoritaria en la calle Solférino [sede del PS], aísla a los franceses en el seno de la Internacional Socialista.

Durante los cursos de reciclaje de los soldados franceses en Libourne, Francia, en las oficinas de Skybirdsview, una empresa especializada en actividades relacionadas con drones.

Durante los cursos de reciclaje de los soldados franceses en Libourne, Francia, en las oficinas de Skybirdsview, una empresa especializada en actividades relacionadas con drones.

Foto: Philippe Lopez, AFP

Mirada verde

En cambio, los ecologistas siguen oponiéndose a la disuasión. “Estamos todos de acuerdo en pedir la adhesión de Francia al Tratado Internacional sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TIAN). Este prohíbe, en su artículo primero, el uso, el desarrollo, la producción, los ensayos, el estacionamiento, el almacenamiento y la amenaza de uso de armas nucleares –explica Gérard Lévy–. Sobre este punto, al menos, Europe-Écologie-Les Verts (EELV) habla con una sola voz”. El corresponsable de la comisión Paz y Desarme, miembro de Los Verdes desde el congreso fundador de 1984, lamenta que su partido, olvidando su tradición libertaria y no violenta, no haya tomado partido contra el reciente aumento de las partidas militares. “Sin embargo, está claro que reforzarán la disuasión, lo cual es contrario al artículo sexto del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) que Francia ratificó. Todos esos miles de millones estarían mejor empleados si se los usara para reforzar la seguridad civil, comprar barcos-hospitales o Canadairs para prevenir riesgos mayores como la sequía o los incendios”.

En mayor medida, Lévy deplora las posturas de algunos ecologistas a favor de la guerra en Ucrania. “La comisión Paz y Desarme es minoritaria dentro del movimiento. No hay mucha gente que diga que es necesario un inmediato cese el fuego y el inicio de negociaciones. Por el contrario, muchos están convencidos, a pesar de ir contra la Carta de los Verdes Mundiales, de que la guerra puede resolver la guerra. Basta mirar al grupo ecologista en el Parlamento Europeo donde los franceses se alinean con las posiciones de los Grünen y de los Verdes del exbloque soviético. O mirar a Yannick Jadot, que pide entregar aviones: Ni siquiera la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) dice eso”8.

Balcanización y periferia

Ya en los años 1980, a propósito de Chad, vimos pavonearse a aquellos que Guy Hocquenghem bautizó como los “estrategas de taberna”, deslumbrados “por finalmente haber accedido a la frialdad de los poderosos, al rol de asesores del PC de Taverny y a los cubiertos para escargots del refugio antiatómico presidencial”9. Pero la guerra en Kosovo marcó un punto de inflexión y la formación de un “complejo militar-intelectual”10. “En 1999 –recuerda Lévy– [el exdirigente del Mayo del 68] Daniel Cohn-Bendit, que entonces encabezaba la lista para las elecciones europeas, había amenazado con retirar su candidatura si el partido no daba carta blanca a los bombardeos en la ex Yugoslavia. Y el movimiento resolvió aceptar el derecho de injerencia”. Para la ocasión, Le Nouvel Observateur y Libération, Télérama y Charlie Hebdo lucieron sus mejores uniformes. Lejos de limitarse a Francia, este entusiasmo bélico arrastró también a los laboristas británicos de Anthony Blair y a los ecologistas alemanes de Joschka Fisher11.

El surgimiento de un “partido de la guerra”, concomitante con el derrumbe del Partido Comunista y de una organización vinculada como el Movimiento por la Paz, no deja de estar relacionado con la profesionalización de las fuerzas armadas. “El fin del servicio nacional debilitó de manera considerable el debate democrático sobre las cuestiones de defensa”, explica Aurélien Saintoul, diputado de La France Insoumise (LFI, izquierda), miembro de la comisión de Defensa Nacional y de las Fuerzas Armadas. Las instituciones discrecionales de la V República en la que, en materia de guerra y de paz, el ejecutivo es soberano y el pueblo sujeto se vieron reforzadas. También la burguesía descarada, que se burla tanto de los muertos en la guerra como de los muertos en el trabajo. A la que le importan un comino las cuestiones internacionales. Y que desprecia a los “intelectuales, muniqueses, cómodos y entregados” con tanto más ahínco cuanto sabe que una “guerra se gana cuando cada uno está en su mejor lugar”, es decir, en lo que la concierne, más bien “frente a un teclado que con una ametralladora”12.

En el momento de su suspensión, la conscripción era desigual. El “crisol republicano” ya era en gran medida un mito, debido a que cerca de un cuarto de los jóvenes, aquellos con más estudios, preferían una de las tres formas civiles del servicio nacional. Hoy es cierto que la secesión es casi total. Son las clases populares las que se enrolan en primer lugar. Para los hijos de los suburbios pobres y del campo en declive confrontados con la desindustrialización y el desempleo, el ejército representa uno de los “caminos nacionales de honorabilidad local”13. Cada año, cerca del 10 por ciento de los reclutados del ejército proviene de las Antillas, del océano Índico o de Oceanía. Allá, en donde el Estado despliega “fuerzas de soberanía”, el sistema del Servicio Militar Adaptado (SMA), vigente desde 1961, permite a 6.000 hombres y mujeres jóvenes formarse profesionalmente.

¿Ejército republicano o militarizar jóvenes?

“Muchos son los que consumen la defensa sin realmente interesarse por ella –continua Saintoul–. A lo sumo, se considera al ejército un prestatario de servicio cuando no se es indiferente al empleo de las fuerzas armadas en el exterior. Sin embargo, no puede haber soberanía popular si los ciudadanos no se involucran, si el ejército sigue estando en manos de una casta o de un grupo de interés”. Con el paso a una VI República más respetuosa del Parlamento y la creación de un polo público de armamento, LFI propone la creación de una conscripción ciudadana de nueve meses. El servicio, remunerado con el salario mínimo de crecimiento (SMIC) y realizado cerca del lugar de residencia, sin acuartelamiento, afectaría a los hombres y mujeres menores de 25 años. Constaría de una formación militar inicial (con derecho a la objeción de conciencia) y luego la realización de misiones de utilidad pública. Este proyecto busca frustrar la desmovilización popular “retomando la tradición jauresiana [por el histórico pacifista socialista Jean Jaurés] de un ejército republicano”, concluye Saintoul.

Sin embargo, hay un largo trecho entre esta forma de servicio militar y la nación en armas. La figura del ciudadano-soldado y el recuerdo de [la batalla de] Valmy desaparecieron del imaginario de la izquierda. Es aún mayor la distancia que la separa del Servicio Nacional Universal (SNU) deseado por el presidente francés: Emmanuel Macron toma prestados los ritos del ejército (llevar el uniforme, izar la bandera, marchar al paso...) sin “la finalidad guerrera de la vida militar”14. Atañe actualmente a 32.000 voluntarios por año, 40 por ciento de ellos tiene un familiar policía, militar o bombero. Estos jóvenes, con una edad de 15 a 17 años, realizan, fuera de su departamento, una “estadía de cohesión” de 12 días, y luego, al año siguiente, una “misión de interés general” durante otros 12 días, a menudo en algún cuerpo uniformado (cerca del 50 por ciento de las misiones en 2021). Una participación facultativa de tres meses a un año, en el marco de un servicio cívico o con los cadetes de gendarmería, constituye la última etapa.

Cuerpos mecanizados en el desfile militar del 14 de julio, avenida de los Campos Elíseos, París.

Cuerpos mecanizados en el desfile militar del 14 de julio, avenida de los Campos Elíseos, París.

Foto: Ludovic Marin, AFP

El alcance del sistema debería ampliarse a partir de marzo de 2024. Sarah El Haïri, exsecretaria de Estado encargada de la juventud y del SNU, anunció que a partir de ahora se dirigirá a los alumnos de los últimos años del Certificado de Aptitud Profesional (CAP) inscriptos en un establecimiento voluntario. El “proyecto pedagógico” que transcurriría durante el tiempo escolar permitiría “obtener puntos bonificados integrados en el cálculo algorítmico de Parcoursup [aplicación de gestión de las solicitudes de acceso a la universidad]”15.

Las organizaciones de izquierda, reunidas en dos agrupaciones, Non au SNU (No al SNU) y Jeunesse, Citoyenneté, Émancipation (Juventud, Ciudadanía, Emancipación), se oponen. La CGT fustiga la “militarización de la juventud”; el Mouvement National Lycéen (Movimiento Nacional de Estudiantes Secundarios) lo considera “un paso más hacia la destrucción del código del trabajo”, señalando esas misiones que “obligarán a los jóvenes a trabajar [sin paga] en puestos a veces equivalentes a un empleo real y con horarios que superan con facilidad las 35 horas”16; el Sindicato Nacional de los Enseñantes de Segundo Grado (Snes-FSU) deplora “que la escuela de la República no sea más el lugar por excelencia de la fabricación de la nación”, en particular por el hecho de las estadías de cohesión que se superponen al tiempo educativo17. Y todos, de la Liga por los Derechos Humanos (LDH) a EELV, de la Confederación Nacional del Trabajo a Libre Pensée (Libre Pensamiento), condenan las “bodas bárbaras” entre los ministerios de las Fuerzas Armadas y de Educación Nacional18.

Nodal en el estrechamiento de los lazos entre el ejército y la escuela, el SNU apunta a aumentar el número de reclutas tanto en el servicio activo como en reserva. Pero también responde, y de manera más amplia, a una creencia. Desde el final de la Guerra de Argelia, recuerda la historiadora Bénédicte Chéron, las clases dirigentes siempre quisieron conferir al ejército un “rol social” y ya no estrictamente militar19. En tiempos de sociedades ingobernables y de catástrofes, el ejército es considerado aún más un recurso, y la sociedad militar, un refugio. Y cuando es todo el cuerpo social el que está roto, se produce el éxito de un exjefe del Estado Mayor convertido en escritor, el de un legionario que alcanzó la categoría de influencer. O el surgimiento de prácticas crepusculares como el preparacionismo.

Neoliberalismo autoritario

La militarización del espacio público marca el advenimiento del neoliberalismo autoritario. La guerra (contra el terrorismo, los virus...) se impone como un modo de gobierno. La fusión de las elites militares y económicas se acelera. El historiador Christophe Charle demostró que “desde el período de entreguerras los mandos superiores del ejército se caracterizan por una fuerte fuga hacia el sector privado, la mayor, parece ser, de toda la alta función pública”20. Sin embargo, a semejanza de las trayectorias de altos mandos como Pierre de Villiers (jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas entre 2014 y 2017), Denis Favier (director general de la Gendarmería Nacional), Christophe Gomart (jefe de inteligencia militar) o Antoine Creux (inspector general de las Fuerzas Armadas), respectivamente nombrados senior advisor del Boston Group Consulting (BCG) y jefes de seguridad de Total, Unibail-Rodamco-Westfield así como de Société Générale, la reconversión ya no se limita sólo a las empresas de armamento. Así, un informe senatorial indicaba que entre 2018 y 2021 seis oficiales generales se unieron a una consultora y 54 crearon una propia21.

Dominique Lucas pasó 30 años en la Fuerza Aérea como entrenador físico y mental. Cuando se jubiló, se reconvirtió: “A inicios de los años 2010 había suicidios en EDF [Éléctricité de France, la empresa de electricidad francesa] y en el Correo por culpa de una gestión, por así decirlo, un poco delicada. Me dije que tal vez las empresas necesitarían de mis competencias”. El exmilitar brinda actualmente sesiones de coaching a los ejecutivos de Hilton, Vinci Autoroute o Levis. “Lo que seduce son los valores que sostiene el ejército: la franqueza, la humildad, la tradición. El respeto por el ser humano, sobre todo. Además, está el contexto: una economía hipercompetitiva, una lucha permanente. Mientras más preparados estemos, más posibilidades tenemos de tener éxito”.

En cuanto a la competencia, Lucas la enfrenta. “Cuando empecé, no éramos muchos los que proponíamos formaciones a los directivos. Hoy en día todos lo hacen”. El ministerio de las Fuerzas Armadas vio los beneficios que podría obtener de esta convergencia de perspectivas. “Acercarse a la Nación a veces también es intentar ser su inspiración”, afirma el Ejército que declara estar bien dispuesto a propagar “su filosofía de la autoridad, más allá de sus propias filas, a todos aquellos que actualmente tienen la responsabilidad de liderar: jefes de empresas y gerentes, educadores y profesores, personal de supervisión profesional, líderes políticos y muchos más”22.

La academia militar de Saint-Cyr Coëtquidan propone a estudiantes de las grandes escuelas, a quienes tienen “alma de gerente y desean desarrollar [su] liderazgo”, pasantías de inmersión de seis meses. También se dirige a ejecutivos que quieren “decidir en la incertidumbre”, “llevar a sus equipos a desarrollar el compromiso”, “salir de su zona de confort”23. Los partidos de airsoft y de laser game entre colegas claramente ya no alcanzan. En la academia, uno se envalentona y se adapta, prueba su resiliencia, se instruye para vencer: tender la cama al estilo militar, construir una balsa improvisada, caminar a cuatro patas en un túnel oscuro. Tanto reclutadores como reclutados empezarán de nuevo la guerra. La guerra de todos contra todos.

Allan Popelard, docente de educación secundaria. Traducción: Micaela Houston.


  1. Michel Goya, Le Temps des Guépards. La guerre mondiale de la France de 1961 à nos jours, Taillandier, París, 2022. La cita siguiente también proviene de esta obra. 

  2. Élie Tenenbaum, “La sentinelle égarée ? L’armée de terre face au terrorisme”, Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI), París, junio de 2016. 

  3. Raphaël Briant, Jean-Baptiste Florant y Michel Pesqueur, “La masse dans les armées françaises. Un défi pour la haute intensité”, IFRI, junio de 2021. 

  4. En el Eliseo [sede del presidente] de 1981 a 1995, y en Matignon [sede del primer ministro] entre 1981 y 1986, entre 1988 y 1993 y luego entre 1997 y 2002. 

  5. NdR: Paradigmático caso de antisemitismo que dividió a la sociedad francesa entre 1894 y 1906, y dio lugar al célebre artículo “Yo acuso” (1898) de Émile Zola. 

  6. Maxime Launay, “L’antimilitarisme des années 68 à la fin du service militaire”, en Éric Fournier y Arnaud-Dominique Houte (dirs.), À bas l’armée ! L’antimilitarisme en France du XIXème siècle à nos jours, Éditions de la Sorbonne, París, 2023. 

  7. Maxime Léonard, entrevista con Éric Fournier, “Crosse en l’air et rompons les rangs !”, CQFD, 185, Marsella, marzo de 2020. 

  8. Desde que se llevó a cabo esa entrevista, la OTAN revisó su posición. El 17 de agosto Estados Unidos finalmente aceptó la entrega de aviones estadounidenses F16 por parte de Dinamarca y Países Bajos. 

  9. Guy Hocquenghem, Lettre ouverte à ceux qui sont passés du col Mao au Rotary, Albin Michel, París, 1986. 

  10. Pierre Conesa, Vendre la guerre. Le complexe militaro-intellectuel, Éditions de l’Aube, La Tour-d’Aigue, 2022. 

  11. NdR: Blair fue primer ministro británico de 1997 a 2007. Fischer fue vicecanciller alemán de 1998 a 2005. 

  12. Raphaël Enthoven, X (ex Twitter), 28-2-2022. 

  13. Benoit Coquard, Ceux qui restent. Faire sa vie dans les campagnes en déclin, La Découverte, París, 2019. 

  14. Bénédicte Chéron, “Le SNU est l’héritier d'une pensée magique née dans les années 1960”, Le Monde, París, 18-6-2019. 

  15. Aude Bariéty y Caroline Beyer, “Le SNU va être intégré en classe de seconde, annonce Sarah El Haïry au Figaro”, Le Figaro, París, 15-6-2023. 

  16. “Retour en douce du service militaire et du contrôle de la jeunesse, le Service National Universel est le nouveau moyen d’embrigadement qu’a trouvé l’État”, Mouvement National Lycéen (www.mnl-syndicat.fr). 

  17. “SNU au lycée, généralisation ou obligation?”, www.snes.edu, 26-2-2023. 

  18. Comunicado de la agrupación Non au SNU, 18-7-2022. 

  19. Bénédicte Chéron, Le soldat méconnu. Les Français et leurs armées: état des lieux, Armand Colin, París, 2018. 

  20. Christophe Charle, “Le pantouflage en France (vers 1880-vers 1980)”, Les Annales, 1987, 42, 5. 

  21. Éliane Assassi, “Un phénomène tentaculaire : l’influence croissante des cabinets de conseil sur les politiques publiques”, informe del Senado hecho en nombre de la Comisión de investigación sobre las consultoras, París, 578, Tomo I (2021-2022), 16-3-2022. 

  22. Ejército de tierra francés, Commandement et fraternité, l’exercice de l’autorité dans l’Armée de terre, Economica, Parois, 2016. Citado por Nicolas Chabut, “Pour un service des officiers hors les murs”, Revue Défense Nationale, 2019. 

  23. Estas citas provienen de documentos promocionales publicados por Saint-Cyr y por SCYFCO, a cargo de la formación continua.