Con fotos de Javier Fracchia Madrigal, y subtitulado “El cementerio central como reflejo de la ciudad”, este es un libro que no se limita a una única lectura. Luego de leído, puede guardarse en la estantería, pero también es posible utilizarlo como guía de visita y concurrir con él en la mochila a recorrer el cementerio más tradicional de Montevideo. La autora plantea el tema de la sensibilidad ante la muerte (partiendo, como es natural, de José Pedro Barrán), avanza a través de una bibliografía que cita sin abrumar (desde Marc Augé hasta Pierre Bordieu) y deja señales sobre cómo la sociedad ha ido reproduciendo sus estratificaciones en los lugares destinados a la muerte. Las imágenes dialogan con el texto, ilustran tendencias escultóricas, la predilección por algunos símbolos y son bellas en sí mismas.

En el “segundo momento”, ese de la visita de campo con el libro, se puede encontrar desde el anacronismo del monumento funerario a Bernabé Rivera (con un texto esculpido en mármol que refleja el sentido de superioridad racial del descendiente de europeos por encima del charrúa, propio del siglo XIX) hasta el nicho algo oculto de un héroe en sus antípodas, el escritor Mario Benedetti. El recorrido por las calles interiores y “barrios” de tumbas no será el mismo si se acompaña con este documentado ensayo, que recuerda, por ejemplo, que hasta el momento el Panteón Nacional tiene a una única mujer: la poeta Delmira Agustini.

Leticia Ponasso Alemany. Ediciones de la Banda Oriental. Montevideo, 2022. 119 páginas, 590 pesos.