Quien haya tenido la suerte de leerla, sabe que Circe Maia (1932) es una de las voces mayores de la poesía uruguaya y una de las más valiosas en el panorama latinoamericano contemporáneo. Sin embargo, sólo en los últimos años su obra se ha conocido fuera del país. Algo de su trabajo ha sido recientemente traducido al inglés, al italiano, al portugués, al sueco y al árabe, y se publicaron dos antologías suyas en España. En todos estos casos la crítica ha reconocido la singularidad de su poesía y su valor excepcional. Tal vez esta demora haya tenido que ver con su aislamiento en la ciudad de Tacuarembó, donde reside desde 1962, y en el voluntario bajo perfil, que tanto se parece a su actitud frente a la palabra poética. Autora de una docena de libros de poesía desde En el tiempo (1958) y de un relato conmovedor, Viaje a Salto –que narra un viaje con su hija pequeña para ver a su marido preso durante la dictadura–, ha traducido además a poetas griegos como Constantino Cavafis, Yannis Ritsos, Yorgos Seferis y Odysseas Elytis, y a ingleses como William Carlos Williams, Dylan Thomas, Ezra Pound, Robin Fulton y William Shakespeare (de quien tradujo Medida por medida). En 2011 publicó La casa de polvo sumeria. Sobre lecturas y traducciones.
Hasta 2013, cuando apareció La pesadora de perlas, su poesía no se conocía todavía en Argentina, al menos en ediciones locales. Ahora acaba de publicarse en la ciudad de Córdoba una nueva edición ampliada de ese libro que incluye una larga conversación con la poeta cordobesa María Teresa Andruetto. Se trata de una valiosa antología de su obra poética y a la vez aparecen, en ese diálogo que tuvo con Andruetto y con el editor Gastón Sironi, los asuntos fundamentales de una obra intensa y personalísima. Porque Circe consigue algo particularmente difícil: ser tan honda, aguda y sensible como clara y entrañable. Con una sólida formación filosófica, la poesía no es para ella un regodeo personal, sino una forma de conocimiento. “Lo más hondo no es íntimo”, dice en uno de sus poemas. Una mirada lúcida, que interroga lo cotidiano –las tareas domésticas, los juegos de los niños, las rutinas de la casa– para pensar sobre la condición humana: el carácter huidizo del tiempo, el sentido de la vida, la brevedad de la existencia. Una poesía que, a través de imágenes, dialoga con la naturaleza, con la vida diaria y, de una manera cercana, con el lector. Y que nunca simplifica: se centra en las contradicciones, en el carácter siempre dual, complejo, de las experiencias, en las limitaciones del lenguaje para traducir esas experiencias en palabras.
Aunque poemas suyos han sido musicalizados por Daniel Viglietti, Los que iban cantando (que tomaron su nombre de un poema suyo), Jorge Lazaroff y Héctor Numa Moraes, entre otros, su obra todavía no se conoce a nivel nacional como se merece. Es cierto que ha recibido importantes reconocimientos (la medalla Delmira Agustini, el Bartolomé Hidalgo, el Premio a la Gran Labor Intelectual del Ministerio de Educación y Cultura), pero su poesía no ha llegado todavía al gran público ni a los medios masivos de comunicación. Parece que eso sólo es posible cuando se obtienen premios internacionales como el Cervantes.
La pesadora de perlas, de Circe Maia. Obra poética y conversaciones con María Teresa Andruetto. Viento de Fondo, Córdoba, 2023. 1.390 pesos.