La clasificación al Mundial de Rugby, que tendrá lugar en Francia del 8 de setiembre al 28 de octubre, aumentó el interés de Uruguay en este deporte. Casi un siglo antes de que comenzaran a jugarse los mundiales de la modalidad de 15 jugadores, los clubes del norte de Inglaterra se separaron del tronco común e inventaron el rugby a 13 para poder indemnizar a sus jugadores obreros.

Los muchachos están sobre un podio, en un parlante se escucha Jeanne Mas o Queen. Limoux (10.000 habitantes) festeja a sus rojinegros, campeones de Francia de rugby a 13. Es 28 de mayo de 2023 y estamos en Occitania. Un mes más tarde, Toulouse –prefectura de la región, cuarta aglomeración de Francia, capital de la aeronáutica– gana, de rojo y negro, su final número 22 de rugby a 15. Ocurre que, desde 1895, existen dos rugbis [el hoy llamado rugby league, de 13 integrantes por equipo, y el rugby union, de 15].

En las public schools –las escuelas privadas del establishment inglés–, hasta 1850 se practicaban diferentes juegos con pelota. Terminan surgiendo grandes tendencias: por un lado, los colegios sin terrenos con césped; por el otro, los que toleran confrontaciones y tackles. Como la Rugby School, en las Midlands, que dará nombre al deporte. En 1863 se fijan las reglas del fútbol; en 1871 se impone en el rugby, particularmente, la prohibición de la zancadilla.

La creación de la Rugby Football Union (RFU) favorece la expansión del juego en Inglaterra y lo inserta en la sociedad. Para formar equipos, los clubes de Lancashire o de Yorkshire convocan a jóvenes obreros. En esas regiones, los self-made men [emprendedores “hechos a sí mismos”] al frente de pequeñas empresas no se resisten a codearse con sus empleados, tanto en la fábrica como en el terreno de juego. De común acuerdo, aburguesan el deporte en el transcurso de la última década del siglo XIX –se instaura un derecho de entrada a los partidos-espectáculos, se organizan competencias con entrega de trofeos– y también lo proletarizan –se identifica a la comunidad con el equipo y, sobre todo, se compensa económicamente a los jugadores–1.

El norte industrial subvierte entonces al rugby aristocrático de las Midlands y del sur. E impone una cuestión que va a dividir aguas durante un siglo: ¿hay que atenerse a un amateurismo elitista, o hay que avenirse a compensar a quienes lo juegan, llegando incluso a remunerarlos como trabajadores? En 1885, la Football Association había admitido el principio del profesionalismo. Pero la década de 1890 se distingue de las precedentes por el auge del movimiento obrero, que desembocará en la creación del Partido Laborista en 1900. En esas circunstancias más conflictivas, los dirigentes de la RFU, instalada en Londres, deciden rechazar los cambios que ya habían tenido lugar en el norte trabajador. En particular, la compensación del tiempo de trabajo perdido por los jugadores: entrenamientos, desplazamientos, partidos. Y, con esa finalidad, los gentlemen [caballeros] de la RFU invocan algunos valores que acaban de inventar: el juego por el juego mismo, el fair-play [juego limpio], la templanza.

Desde el momento en que se les prohíbe la monetización bajo todas sus formas, los clubes del norte hacen secesión. Crean, el 29 de agosto de 1895, la Northern Rugby Football Union (Rugby Football League, RFL, desde 1922) y, en 1906, modifican las reglas tanto en beneficio del espectáculo como de la seguridad de los jugadores. A fin de crear espacios y ganar en velocidad, los encuentros ya no enfrentan equipos de 15 sino de 13. Para incrementar el tiempo de juego, se suprimen o limitan las fases de conquista o enfrentamiento –laterales, scrums cerrados o abiertos, mauls–, en general las más violentas. Cuando, después de un tackle, la defensa inmoviliza en el suelo a quien lleva el balón, este ya no es sancionado por el árbitro, como en el rugby a 15, después de haber sido pisoteado por sus adversarios: se levanta y puede relanzar el partido. Su equipo dispone así de seis saques para hacer tantos antes de tener que devolver la pelota a su adversario.

Menos peligroso, más espectacular, remunerado y vector de reconocimiento para los jugadores, el rugby a 13 se convierte en “el juego de hombres que usan gorras obreras versus los señores con sombrero del rugby a 15”2. El llanto de un ídolo (This Sporting Life, 1963), el primer largometraje de Lindsay Anderson, evoca el ascenso social de un minero de Wakefield, cerca de Leeds, gracias a este deporte que hizo soñar, y todavía lo hace, a una parte de las clases populares de Inglaterra. La pasión que inspira se puede observar hoy a lo largo de la autopista M62, en las comarcas más modestas, desde Liverpool a Hull. En Australia, “el rugby a 15 es practicado por exalumnos de colegios elitistas”, constata el geógrafo Jean-Pierre Augustin. En cambio, el rugby a 13 se enseña en la escuela pública, lo practican los aborígenes y muchos entre ellos apoyan el South Sydney Rabbitohs, el club del barrio popular de Redfern3.

Vichy prohíbe el rugby a 13

¿Y en Francia? “Grandes” pastores, herreros o comerciantes de papas: el rugby a 15 tiene su folclore. Pero los partidarios del rugby a 13 ven en él un “rugby de médicos”. ¿Por qué la expansión de uno en Gascuña y del otro en Roussillon? Los historiadores se agotan en conjeturas. El rugby se implanta primero en los barrios coquetos de la capital. En 1892, la primera final del campeonato opone al Racing Club de Francia y al Stade Français. Fundados por alumnos de los prestigiosos liceos Condoncert y Saint-Louis, respectivamente, ambos clubes fundaron en 1887 la Unión de Sociedades Francesas de Deportes Atléticos (Union des sociétés francaises de sports athlétiques, USFSA), una federación que se ocupa de lo esencial de las actividades deportivas dentro de la reivindicación de una perspectiva amateurista. Para su secretario, Pierre de Coubertin, admirador de la educación anglosajona, el deporte tiene por vocación modelar una élite que retomaría los valores de la nobleza de espada: valentía, abnegación, respeto por el adversario.

Como en Inglaterra, la democratización del juego después de la Primera Guerra Mundial cambia las reglas. La Federación Francesa de Rugby (FFR), creada en 1919, ve que el número de sus clubes pasa de los 241 que tenía en el año de su nacimiento a 881 en 1923. Una tendencia que será particularmente fuerte en el suroeste: crecimiento de 39 a 159 clubes en el Comité de los Pirineos, y de 13 a 106 en el de Languedoc. Ahora bien, en esta vasta región, “todavía ampliamente agrícola y reticulada por pequeñas empresas, el rugby no es asunto exclusivo de una clase social que se entrega al deporte por simple amor al juego. [...] El dinero circula a la vista de todos los que quieran verlo”4. Son los inicios de la “captación” (contante y sonante) de jugadores por parte de los clubes, y el motivo de un interminable conflicto dentro de las instancias directivas, así como el pretexto de la ruptura de las federaciones anglosajonas con su homóloga francesa en 1931.

Está fuera de cuestión irritar todavía más a los partidarios del rugby a 15 del otro lado del Canal de la Mancha: cuando a partir de 1932 la Liga Inglesa intenta organizar en Francia partidos de rugby a 13 que enfrentarían a profesionales, la FFR lo rechaza. Y cuando la Liga Francesa de rugby a 13 deposita sus estatutos el 6 de abril de 1934, la FFR hace prohibir el acceso a numerosas canchas a los partidarios del rugby a 13, así como prohíbe la enseñanza de este deporte en la escuela. La contraofensiva triunfa en un primer momento gracias al apoyo del Estado. Y de la prensa deportiva. Sus titulares se desatan contra la impureza del nuevo juego cuyos dirigentes no serían sino “presentadores de osos” (Rugby, 25-4-1936). “El rastro de 13 jugadores apesta un terreno de juego para siempre”, se puede leer en L’Écho des Sports del 9 de febrero de 19345.

El Frente Popular no se posiciona en esa línea y contribuye al reconocimiento del rugby a 13: en 1937, para poner fin a la prohibición de los partidos en terrenos municipales, Léo Lagrange, subsecretario de Estado de Deportes y Esparcimientos, se presenta ante el Comité Nacional de Deportes (CNS). Después, el ministro de Educación Nacional Jean Zay propone, el 7 de marzo de 1939, un estatuto deportivo semiprofesional, inspirado en la norma predominante dentro del nuevo rugby; habrá que considerar a los deportistas profesionales como trabajadores que merecen un salario y garantías. El rugby a 13 es testigo entonces de la afluencia de numerosos deportistas del rugby a 15, inmovilizados por las estrictas reglas del amateurismo. En 1939 se cuentan dos veces menos clubes de rugby a 15 (473) que en 1924. Pero la Segunda Guerra Mundial pone fin a este vuelco fulgurante.

La huida de jugadores y el entusiasmo de los franceses contrariaron a Vichy6, donde trabajan numerosos partidarios del rugby a 15. El comisario para la Educación Física, Jean Borota, quiere más bien una práctica deportiva “caballeresca y desinteresada”7. El 3 de octubre de 1940 se prohíbe el profesionalismo. Mientras que el fútbol, el ciclismo o el boxeo se benefician de un lapso de tres años para regularizar sus prácticas, un decreto del 19 de diciembre de 1941 dicta la sentencia de muerte del rugby a 13 al decidir la disolución de su liga. Con la Liberación, renace sin sus infraestructuras –asignadas al rugby a 15 jugadores o al handball, un deporte alemán impuesto por el ocupante– e incluso sin su nombre. El Estado, por presión de la FFR, le impone ser solamente “el juego a 13”. Será necesario un fallo de la Corte de Casación en 1993 para que se vuelva a convertir oficialmente en “rugby”.

Estas dificultades no impiden un nuevo ataque durante los años 1950. “Recuerdo al campeón de rugby a 13 Puig-Aubert, al que se le decía ‘Pipette’”, escribe Georges Perec en sus famosos recuerdos (Hachette, París, 1973). Aubert-Henry-Jean Puig vuelve como un héroe de la gira triunfal del equipo de Francia por Australia y Nueva Zelanda en 1951. “Si había una maravilla de las maravillas era precisamente el fullback Puig-Aubert”, se extasía el Sydney Morning Herald. “Fuma como un poseso, se toma todo y le horroriza entrenar”8. Unas 100.000 personas aclaman en Marsella el regreso del XIII de Francia y, ese mismo año, L’Equipe designa al fullback “campeón de los campeones” frente a la leyenda del ciclismo Louison Bobet. Pero esas horas de gloria pasaron rápido y el deporte conoció un inexorable declive, abandonado tanto por los poderes públicos como por los medios.

“Las moscas mudaron de burro”

En cambio, la televisión de los años 1970 contribuyó a afianzar la popularidad del rugby a 15. “¡Vamos los chicos!” [“Allez les petits!”], se desgañitaba el célebre comentarista Roger Couderc cuando Les Bleus se enfrentaban a los All Blacks neozelandeses o a los Diablos rojos galeses. Como decía su asesor Pierre Albaladejo, “las moscas mudaron de burro”. En ese deporte, que seguía siendo todavía formalmente amateur, los jugadores recibían una remuneración de oficio. O encontraban trabajo gracias a sus clubes, dentro de la comuna local, con algún patrocinador. En 1995, las cosas se aceleraron: el magnate australiano Rupert Murdoch anunció su intención de inyectar decenas de millones de libras esterlinas en una Superliga mundial de rugby a 13, en la cual participaría París Saint-Germain (PSG); para evitar una fuga de talentos del rugby a 15, en Francia y en otras partes el consejo internacional del más antiguo de ambos rugbis (International Rugby Board) aceptó la práctica profesional. Los clubes franceses cerraron los primeros contratos en el transcurso de la temporada 1996-1997. Después del fútbol, el rugby a 15 masculino se convirtió en el segundo deporte más mediático: la televisión le consagró 564 horas en 2021 (contra 59 al otro rugby)9. El abono a Canal Plus permite apreciar el espectáculo del campeonato. En modo recargado. “Los profesionales del Top 14 aumentaron 12 kilos en diez años. El 91 por ciento pesa más de 95 kilogramos”, explicaba el periodista Pierre Ballester en Journal du Dimanche, el 1º de marzo de 2015. “El doping puede ser un elemento constitutivo de estos desarrollos musculares monstruosos; los choques son cada vez más violentos y abarrotan las enfermerías: una cuarta parte de la plantilla pasa por ahí cada semana, es decir, diez jugadores por club. Dos veces más que hace diez años”.

El rugby a 15 se volcó así a un profesionalismo cuya violencia demuele los cuerpos de alto nivel, cuando no desalienta la práctica popular masculina o femenina. Pese a su mediatización, el deporte es sólo el décimo, en Francia, en número de jugadores, detrás del golf o la práctica del kayak10. ¿Acaso el Mundial de setiembre de 2023 despertará un nuevo entusiasmo? El rugby a 13 y sus 9.000 jugadores ni siquiera tienen esa esperanza: su Mundial, previsto para 2025, no tendrá finalmente lugar en Francia11. En un comunicado de prensa del 15 de mayo pasado, el gobierno anunció que renunciaba a organizar dicha competición para “no poner en peligro la solidez de los modelos de los grandes eventos deportivos internacionales tal como Francia los quiere sostener de ahora en más”.

Nina Dupeux y Grégory Rzepski, respectivamente, periodista en L’Empaillé (Marcillac-Vallon) y redactor de Le Monde diplomatique, París. Traducción: Merlina Massip.

Punto uy

El impacto en Uruguay del Mundial de Rugby 2023 parece haber saltado de las páginas deportivas a las políticas. El impulso más reciente de ese rebote fue el anuncio del viaje a Francia del presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, para ver a Los Teros [como se conoce a la selección nacional en ese deporte] y reunirse con su par Emmanuel Macron. “Unidos por el rugby” tituló su portada virtual el diario El Observador (1-9-2023), en tanto que El País (31-8-2023) precisó que la invitación de parte del mandatario anfitrión se produjo en la reciente cumbre Unión Europea-América Latina y el Caribe, realizada en Bruselas en agosto. Lacalle Pou, que concurriría a ver el encuentro entre las selecciones de Uruguay y Francia del 14 de setiembre en Lille, es aficionado a ese deporte. A comienzos de julio había viajado a la provincia argentina de Mendoza para ver un partido entre Los Pumas de Argentina y los All Blacks de Nueva Zelanda, en un hecho calificado por muchos de inoportuno debido a la crisis hídrica que atravesaba Uruguay en ese momento (Ámbito, 8-7-2023). Si bien el jefe de gobierno uruguayo suele asistir a estadios de fútbol a ver a su equipo Boston River, del que es socio y simpatizante desde antes de asumir su cargo (El Observador, 17-2-2020), no fue a la final del Mundial sub 20 de fútbol disputada en La Plata, Argentina, donde Uruguay se coronó campeón el 11 de junio. El motivo oficial de esta ausencia fue un viaje a Estados Unidos para recibir la Insignia Dorada del Foro Americas Society/Council of Americas (El País, 9-6-2023). En el Río de la Plata, sin embargo, los mandatarios suelen evitar concurrir a instancias decisivas para no ser acusados, por la superstición popular, de atraer la mala suerte a los equipos (ver “Mufas, cábalas y pensamiento mágico: cuestiones incomprobables que nunca hicieron un gol”, Perfil, 2-12-2022).

Otro episodio vinculado al Mundial de Rugby con derivaciones en la agenda política uruguaya fue la difusión, en redes sociales, de imágenes de Los Teros entrenando en una instalación militar. A iniciativa de la Unión de Rugby del Uruguay, los deportistas pasaron 24 horas en el Batallón 14 de infantería paracaidista. La jornada fue filmada para la serie documental Teros: misión mundial programada en la señal Star+ (la diaria, 31-8-2023). El exsubsecretario del Interior y expresidente de la Institución Nacional de Derechos Humanos Juan Faroppa escribió en la red X (ex Twitter): “Ya que están, aprovechen y colaboren con la búsqueda de restos de desaparecidos por ahí mientras entrenan. Todo esfuerzo suma. Gracias”. El Batallón 14 es la unidad militar donde se acaba de encontrar el enterramiento clandestino de una mujer asesinada en la tortura durante la dictadura cívico-militar. El ministro de Defensa Nacional, Javier García, cuestionó como “discriminatorio” (El País, 22-8-2023) el tono del mensaje de Faroppa.


  1. Eric Dunning y Kenneth Sheard, “La séparation des deux rugbys”, Actes de la recherche en sciences sociales, París, Vol. 79, setiembre de 1989. 

  2. Jean-François Fournel, “Le rugby à XIII joue la carte de la sécurité”, La Croix, París, 18-1-2019. 

  3. Jean-Pierre Augustin, “Le rugby: une culture monde territorialisée”, Outre-Terre, Londres, No 8, 2004/3. Véase también Daniel Lane, “Why South Sydney Rabbitohs will be forever linked with Aboriginal Australia”, The Sydney Morning Herald, 3-10-2014. 

  4. “L’amateurisme marron dans le rugby français (1912-1939)”, surlatouche.fr, 16-4-18. 

  5. Citado por Robert Fassolette, “L’ovale en divergence. La dichotomie XV-XIII, les freres jumeaux du rugby”, Staps, Nº 78, Louvain-la-Neuve, 2007. 

  6. NdR: El “Régimen de Vichy”, nacido en el sur de Francia en 1940 a raíz de la invasión alemana, se caracterizó por la colaboración de sus autoridades con el ocupante. 

  7. Citado por Julian Jackson, La France sous l’Occupation (1940-1944), Flammarion, París, 2004. 

  8. Citado en “Puig-Aubert dit Pipette”, Federación Francesa de Rugby de Trece, www.ffr13.fr

  9. William Audureau y Gary Dagorn, “Sport à la télé : un podium foot-rugby-cyclisme et de nombreuses disciplines dans l’ombre”, Le Monde, 25-7-2023. 

  10. “Le top 10 des sports les plus pratiqués en France en 2022”, Europe 1, 13-2-2023. 

  11. Esta prueba debería disputarse más bien en el hemisferio sur en 2026. Véase “La prochaine Coupe du monde reportée en 2026 et avec seulement 10 equipes”, Treize Mondial, 3-8-2023.