El filósofo y teórico del arte Boris Groys ha desarrollado un tratado –o ensayo– sobre el mito de Narciso contemporáneo. Desde el momento en que Narciso [en la mitología griega, bello joven condenado a enamorarse de su propio reflejo] construye su imagen sobre el lago, esta queda expuesta a los demás. Hoy los cuerpos tienden a lograr una perspectiva externa, pública; el deseo narcisista es el de verse a sí mismo a través de la mirada de los demás. El Narciso moderno es un cuerpo estético, ha dejado de lado la ética, el alma o el contenido, para luchar de manera activa por su reconocimiento como cuerpo bello, valioso. Y cuelga en las redes sociales sus selfies [eso que la Real Academia Española llama, de manera acartonada, “autofoto”]. De esta forma el cuerpo deviene en una obra de arte, un objeto de autodiseño. Pero ¿en qué medida la fotografía revela la intimidad, el espíritu de ese cuerpo?

El tema de la visibilidad ha llegado en la actualidad a un extremo, en esta sociedad con sus sistemas de vigilancia y con Internet: la Red nos expone a la mirada de los otros, que deja su huella; quedamos marcados por ese acto. Resta considerar qué sucederá con esos cuerpos después de la muerte. Convertidos en cadáveres públicos poblarán los museos, los mausoleos, las bibliotecas y los archivos culturales para su consumo y contemplación. Cada cultura produce una clase específica del más allá, tiene sus propios mecanismos para la inmortalidad. Ese es el deseo de Narciso.

Boris Groys. Caja Negra; Buenos Aires. 104 páginas, 840 pesos.