Hay un vastísimo territorio de la literatura, del habla y del espíritu, que pertenece a un mundo que preferimos ignorar, aunque sabemos que existe y nos antecede. Lenguas como el náhuatl, el mapudungún, el quechua y el aimara, entre otras, persisten en el habla de millones de personas y también en la creación y reformulación de mitos, leyendas y de episodios de la vida cotidiana. Gladys Camacho Ríos (Kalallusta, Bolivia, 1986) es quizá la más empeñosa e invisibilizada promotora de la literatura en una de esas lenguas: el quechua.

Lingüista, traductora y escritora, graduada primero en Cochabamba (Bolivia) y luego en Austin (Texas, Estados Unidos) ha desarrollado una militancia infatigable para estudiar, difundir y estimular la diversidad lingüística y la producción literaria en su lengua. Ha elaborado programas, ayudó a fundar una revista, mantiene un fluido contacto con las comunidades andinas vinculadas a sus propias raíces, publica y promociona a otros autores quechuas. Ella se mueve siempre por fuera del establishment y, en cierto modo, lo desafía.

Publicó en quechua un cuento, una recopilación de historias y una novela, titulada Phuyup Yawar Waqaynin (“El llanto sangriento de una nube”) editada en Cochabamba y luego traducida al inglés, pero no al español. Para algunos estudiosos se trata de un síntoma, no de menosprecio o desconocimiento, sino más bien de imposibilidad. El antiguo espacio de la Llaqta (poblados de los Andes Centrales durante el Imperio inca) pervive en el idioma, en la imaginería y en las historias, pero lo hace desde un lugar inaccesible para el universo de la modernidad. Christian Elguera, un académico de St. Mary’s University, lo plantea en términos drásticos: “La Llaqta significa un sistema de mundo intraducible e inconmensurable”.

En inglés la novela se titula The bloody tear of a cloud (“La lágrima sangrante de una nube”). El problema no es sólo semántico, sino también simbólico: ¿una nube significa lo mismo para un quechua andino que para un “occidental”? ¿Y una lágrima es nada más que una lágrima? ¿Y la sangre? Su traductora al inglés, Gillian Gallagher, ha confesado los límites de esa traducción: “En algunos casos ha sido inevitable la modificación sustancial del texto al traducir del quechua al inglés”.

Hay un cuento de Camacho Ríos, traducido al español por Noemí Condori Arias, titulado “Mana juchayuq waynuchu” (“Un joven inocente”), que expresa con nitidez las dificultades de ese trasvase. Un párrafo: “Parecía que su corazón estaba a punto de estallar. En medio de la oscuridad, con las pocas fuerzas que le quedaban, avanzó hacia el río. Estaba pensando que lavarse con agua le ayudaría a mitigar la sangre. Apenas llegó, con mucho esfuerzo, a la orilla. Empezó a lavarse con agua muy de prisa. La sangre no paraba de salir de su nariz. Parecía calmar. Luego su corazón empezó a apagarse poco a poco. De esa manera el joven Juvenal murió desangrado a orillas del río”.

En ese párrafo aparecen distorsiones sintácticas y elementos que tienen una connotación diferente en la cultura quechua y en la hispánica. El agua, el río, la sangre. El verbo, el predicado. El valor de la metáfora. En la Llaqta las relaciones entre la naturaleza, lo sobrenatural y el lenguaje se exponen de manera muy diferente a lo que supone el imaginario fuertemente hispanizado de Cochabamba o La Paz. Lo que en español parece sencillo y plano, en quechua acumula implicancias y signos ancestrales.

Gladys Camacho Ríos se ha puesto sobre los hombros una tarea doblemente compleja: contribuir a conservar el alma de una lengua en un mundo al que eso parece no importarle demasiado. Ella lo hace con gran decisión y es una mujer valiente, una sinchi warmi.

Lo principal: El llanto sangriento de una nube (novela, 2013), Los cuentos del zorro (recopilación de leyendas, 2019), Morfología verbal del quechua en el sur boliviano (ensayo, 2019), Un joven inocente (cuento, 2021), Nuevamente está empezando a gotear la lluvia (cómic, 2022).