Nació en Buenos Aires pero es bastante chileno. Es sociólogo aunque en realidad es periodista, un periodista que es narrador. Su sonrisa esconde un alma capaz de ejecutar lances disparatados. Lo mandaron a la guerra, navegó en una goleta construida en 1927, lo tirotearon los ingleses, zafó. Su secreto está en contar historias sin explicar teorías.
Para los que saben hacerlo, viajar con las palabras no es demasiado difícil. Lo complicado de ese viaje es llevar acompañantes, cientos o miles de acompañantes que sean capaces de navegar y volar por los mismos espacios que el creador de esos textos. Roberto Herrscher (Buenos Aires, 1962) es uno de esos demiurgos. Él considera que el arte de narrar hace posible cualquier milagro.
“La carpintería del oficio”, como escribió la chilena Constanza López, tiene una fortaleza indestructible: “contar historias, contarlas bien, con profundidad, con iguales dosis de información y emoción. Transformar una noticia, un fenómeno –la realidad en definitiva– en un relato que atrape al lector, que lo cautive, lo haga pensar, lo entretenga”.
Herrscher: “Lo que nos toca, nos apela, nos hace recordar o nos sorprende son mucho más las historias que las teorías, los argumentos y sermones”. Historias, no teorías. Así comienza Periodismo narrativo (Edicions de la Universitat de Barcelona, 2012), un libro que enseña a ver, a escuchar, a mirar y a admirarse con los detalles menos obvios de un oficio, detalles que aún hoy siguen generando polémica: hay quienes le reprochan hasta el rótulo: “Todo periodismo es narrativo”, dicen; otros lo ven como un compendio ingenioso de una labor condenada a la extinción por tiktokeros que no le hallan futuro a las letras. Y también hay, por fortuna, miles de lectores que se han enriquecido con ese texto, que tiene un subtítulo en el que se destapa buena parte de su cometido: “Manual para contar la realidad con las armas de la literatura”.
Herrscher es escritor, profesor universitario, veterano de la guerra de Malvinas y, sobre todo, cronista de algunas historias fulgurantes y verdaderas, es decir, literarias. Una de ellas es un libro de casi 500 páginas titulado Crónicas bananeras (Tusquets, 2021) en el que relata con un detallismo tan cabal como doloroso la formación, desarrollo y consecuencias de un fabuloso protectorado llamado United Fruit Company, una compañía estadounidense que cambió, a fuerza de dólares y cañonazos, la política y la geografía de la América tropical, hasta convertir el negocio en un adjetivo descalificador.
Así, con las armas de la literatura y el yelmo del periodismo, el cronista narra un fenómeno ya contado muchas veces: Miguel Ángel Asturias, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, entre otros, se habían ocupado de la despiadada historia de dominio y explotación de la United Fruit. Pero, a diferencia de sus colegas, Herrscher transita con sagacidad el tiempo real, va del presente al pasado y sabe cuándo dar el salto, cómo mantener sin hacer trampa el interés del lector, dónde está el corazón de cada episodio. Y debería agregarse: el corazón verdadero.
Porque en su escritura la severidad con lo auténtico se extrema como una limitación ética que, en ocasiones, puede desesperar a quien lo lee, aunque nunca daña el texto. En Los viajes del Penélope (Tusquets, 2012), la extraordinaria aventura del propio Herrscher durante la guerra de Malvinas adquiere un rigor que es muestra de respeto por los lectores y, en especial, por sus compañeros muertos: “Este es un relato de no ficción, por lo que el autor ha puesto todo el celo que le fue posible en comprobar la veracidad de los datos que presenta. Las citas, salvo que se indique otra cosa en el mismo texto, provienen de entrevistas y conversaciones con el autor. En la mayor parte de los casos, las entrevistas fueron grabadas para intentar que lo que figura entre comillas refleje en todo momento las palabras utilizadas por las personas a quienes se atribuyen estos dichos”.
La maestría consiste en volver esos rigores literatura de calidad, en entablar una lucha constante para que lo narrado tenga veracidad y verosimilitud y describa bellezas y horrores con honestidad y precisión. Historias, no teorías: “un oficio modesto”, dice Leila Guerriero en tono de alabanza. Por supuesto que hay antecesores, a los que Herrscher honra dejando la piel en cada una de sus crónicas, con las que ha llevado de viaje a miles de lectores.
Fernando Butazzoni, escritor y periodista uruguayo.