Probablemente lo menos importante de la toma de protesta de Claudia Sheinbaum como presidenta de México, el 1º de octubre, fue la ausencia de la delegación española. Originada en un incidente diplomático que hunde sus raíces, al menos, en 2019, esta falta con aviso tuvo su capítulo más reciente en la negativa del gobierno español a concurrir con una delegación oficial que excluyera al rey Felipe VI.

En marzo de 2019, el entonces presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) envió una misiva al monarca español en la que, de acuerdo con lo que se filtró en la prensa, exigía disculpas por los crímenes de la conquista española. La canciller de AMLO, Alicia Bárcenas, indicó recientemente que el contenido era más complejo y que se pedía la celebración de una ceremonia de desagravio en la que ambos gobiernos reconocieran el sufrimiento de los pueblos originarios, reclamo que reiteró la semana pasada1.

¿Es eso procedente, cinco siglos más tarde? Hace dos años, el primer ministro de Países Bajos, Mark Rutte, aceptó que la esclavitud fue “un crimen de lesa humanidad” y pidió “disculpas por las acciones del Estado neerlandés en el pasado”2. La Comunidad del Caribe (Caricom) aceptó las disculpas, pero mantuvo la exigencia de reparaciones económicas. No es un tema nuevo. Ya en 1930 Jamaica lo planteó en una conferencia internacional realizada en Nigeria. Tampoco es exclusivo de las excolonias. Algunos descendientes de antiguos esclavistas han formado sus propios grupos de presión en favor de estas reparaciones. Ya existen cifras. Se habla de que la suma total adeudada por los estados esclavistas a 31 países del continente americano asciende a 107.800 millones de dólares. El más “endeudado” es Reino Unido, con casi un tercio de esa cifra3. Para España, sin embargo, no hay números tan claros. La razón, quizá, esté en la escasa actitud beligerante de los gobiernos hispanoamericanos. Más que la carta de López Obrador, el quiebre de este conformismo oficial tuvo como protagonista a la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez. En la sesión inaugural del Foro Permanente de Afrodescendientes ante la Organización de las Naciones Unidas, en Ginebra, en diciembre de 2022, sumó su voz al reclamo de la Caricom de crear de una Comisión de Reparación Histórica para “estudiar los impactos históricos y las consecuencias presentes del colonialismo, la esclavización, la trata de esclavizados y el racismo, de establecer la naturaleza de esa deuda histórica y proponer medidas de reparación”. Ante esa mirada, la iniciativa de López Obrador de una ceremonia de desagravio aparece, al menos, como moderada.

No obstante eso, el paso siguiente de México, la no invitación a Felipe VI a la toma de mando de 2024 por la no respuesta a la carta de 2019, fue calificado por el presidente español, Pedro Sánchez, de “inaceptable e inexplicable”. “Un berrinche”, dijo parte de la comunidad peninsular de historiadores. Desconocer el rol de las etnias rivales de los mexicas en la conquista, indicaron algunos académicos. Olvidar que entonces no existían México ni España, se agregó desde la mitad de la verdad. En medio del debate, la escritora Carmen Domingo llegó a decir que “nunca hubo colonias españolas en América”. Sí, puede leerlo de nuevo si piensa que leyó mal. ¿Lo hizo? Ahora está en condiciones de leer la explicación de Domingo: “España lo que tuvo fue un virreinato y provincias de ultramar. El Imperio era uno solo, el Imperio Español”4. Suenan trompetas a pie de palacio de pajes en calzas de colores. Los estandartes flamean al viento y, desde la capilla real de Granada, una monarca zombi tabletea su calavera en señal de carcajada. El negacionismo de que no hubo colonias sino imperio solamente puede explicarse por un desprecio total por la inteligencia de su interlocutor. Sólo falta que Domingo pida reparación por el inexplicable desprendimiento de la independencia. Abandonar el Imperio, vaya desfachatez.

A Jesusa Rodríguez, senadora del oficialismo mexicano, no le extrañó la actitud de España. “Si tú eres un país colonialista por excelencia, como España o Inglaterra, y te dicen ‘oye, discúlpate’, te vas a enojar porque no tenemos esa capacidad de quitarnos del centro. Está respondiendo un gobierno de una mentalidad eurocéntrica”. Eso sí, le hubiera gustado ir más allá de las disculpas. Jesusa Rodríguez quiere reparación y le responde a la colonia con su antigua palabra, civilizar: “A mí sí me encantaría que devolvieran lo que se llevaron, por supuesto. No sólo hacer cuentas del agravio, sino de lo que se llevaron. Pero eso es lo menos importante. Piénsalo en un caso más pequeño: las víctimas de desaparición forzada. Si ya no puedes recuperar a tu familiar, ¿por qué exiges justicia? ¿Por qué quieres que se disculpe un gobierno? La disculpa no te va a regresar a tus hijos o seres queridos, pero es un acto de justicia. Y la justicia, odio la palabra, civiliza. Es un acto fundamental. Esos 14 millones de personas que murieron, murieron. Hasta hay una huella de carbón en la atmósfera por ese holocausto”5.

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Pero, decíamos al comienzo, probablemente lo menos importante de la toma de protesta de Claudia Sheinbaum como presidenta de México, el 1º de octubre, fue la ausencia de la delegación española. Todo acto político tiene algo de performático, de puesta en escena. La jura de Sheinbaum, sin símbolos religiosos occidentales, ya que el Estado mexicano está saludablemente separado de la iglesia católica, se produjo en el recinto parlamentario, como es usual. Entre la presidenta entrante y el mandatario saliente se destacaba la figura de Ifigenia Martínez, de 94 años. Con un vestido completamente rojo, la anciana luchadora debió estar asistida con oxígeno. Estaba ahí como el símbolo que Sheinbaum quería para el rumbo de su gobierno. Es una tradición que los candidatos a presidente no voten por sí mismos, sino que coloquen una boleta con un nombre que simbolice el país que quieren. El 2 de junio Sheinbaum dijo que había votado por Ifigenia Martínez y puso a la prensa internacional a googlear ese nombre. Que fuera también la que le transmitiera la banda presidencial en el acto protocolar del 1º de octubre reafirmó la intención de hacer un gobierno feminista y progresista, basado en el ejemplo de una larga tradición de lucha de la izquierda mexicana. “Soy hija del 68”, ha dicho más de una vez, recordando la juventud de sus padres. Luego vino la ceremonia de jura ante el pueblo, en la plaza del Zócalo, donde recibió el bastón de mando de las comunidades indígenas y donde anunció sus 100 medidas de gobierno. Más Estado y más derechos fue, en ese momento, la consigna.

Al final del día, nadie se acordaba ya del rey.

Roberto López Belloso, director de Le Monde diplomatique, edición Uruguay.


  1. “Caso rey Felipe VI: Bárcena propone una ‘reunión de desagravio’ con España”, Proceso, 27-9-2024. 

  2. “Caricom compensaciones económicas por esclavitud de países”, Deutsche Welle, 22-12-2022. 

  3. El Caribe exige una justicia reparadora, El Correo de la Unesco, 28-6-2024. 

  4. El debate: ¿tiene España que pedir disculpas a México?, El País, Madrid, 2-10-2024. 

  5. “El colonialismo sigue existiendo”, El País, Madrid, 28-3-2019.