Los expertos en recursos humanos y batallones de consultores contribuyen a desarrollar el gusto por la autonomía y la audacia. Desembarcan en las empresas, en el discurso político y hasta en el lenguaje. Imponen mejoras de procedimientos, protocolos, procesos, códigos, especificaciones. Saltan de la mesa de luz a la del desayuno con mensajes en los celulares que hablan de reporting y benchmarking. Coexisten, en el otro extremo de la cadena social, con el cuentapropismo desesperado ¿Por cuánto tiempo más? Ahora que la inteligencia artificial amenaza es un buen momento para pensar en el viejo sentido del trabajo. También en nuevas políticas para ese desafío del presente que quiere confundirse con el futuro.