Si algo va a cambiar en la política exterior uruguaya con el presidente que asumirá el 1º de marzo de 2025, es la postura sobre Oriente Medio. Criticado por no acompañar varias de las votaciones en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que reclamaban un alto el fuego en Gaza (27 de octubre y 13 de diciembre de 2023), el actual gobierno de Luis Lacalle Pou también se abstuvo cuando se exigió el fin de la ocupación israelí de Palestina (19 de setiembre) y la solución de los dos Estados (3 de diciembre). El alineamiento con Israel, si bien se agudizó luego de los atentados de Hamas del 7 de octubre de 2023, no fue completo durante el presente período. En 2021, por ejemplo, Uruguay había dado su voto en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU para advertir de “posibles crímenes de guerra” y “crímenes contra la humanidad” en los “territorios ocupados” (El Observador, 24-3-2021), y en mayo de este año Montevideo acompañó a otras 142 cancillerías que aprobaron el ingreso de Palestina a la ONU.

No es factible que el Frente Amplio se ponga de espaldas a Tel Aviv y pase a convertirse en aliado incondicional de Ramallah, pero sí que tenga una postura consistente de defensa de los derechos humanos en la región y que abogue por la solución de dos estados. No se debe olvidar que Uruguay reconoció al Estado Palestino en 2011, durante la presidencia de José Mujica.

Ser noticia

Precisamente fue el nombre de Mujica el punto de referencia de las agencias y cadenas de noticias internacionales para informar sobre las elecciones uruguayas. Una de las 24 democracias plenas del mundo1 acababa de elegir un presidente de centroizquierda en comicios tranquilos como el relieve levemente ondulado del país. Yamandú Orsi, profesor de Historia de 57 años, había triunfado el 24 de noviembre, en segunda vuelta, sobre el oficialista Álvaro Delgado, candidato de una sumatoria de partidos de centroderecha. Aunque sus rivales advertían de la mutación de Uruguay en “una nueva Venezuela” si ganaba Orsi, a ninguno de los despachos internacionales escapaba la sensatez democrática de los 15 años de gobierno del Frente Amplio (2004-2019).

Ubicado como una cuña entre Argentina y Brasil, la primera señal del presidente electo de Uruguay en política exterior fue visitar Brasilia. Todavía no había pasado una semana del balotaje cuando Orsi ya viajó a reunirse con su futuro par Luiz Inácio Lula da Silva. Fue mucho más que la confirmación de aquel postulado de Mujica sobre la conveniencia de ir “en el estribo de Brasil”. Fue un contraste –quizá buscado– con una de las últimas imágenes de Lacalle Pou. “Me agarraron de electricista”, había dicho a dos días de la segunda vuelta electoral, posando para la prensa mientras colocaba una lamparita de luz en una entrega de viviendas. Había elegido estar ahí en lugar de aceptar la invitación de Lula para ir a la cumbre del G20 que se realizaba en Río de Janeiro. El Frente Amplio lo acusó de perder una oportunidad histórica para Uruguay, país de escaso peso específico en los foros internacionales, y de seguir haciendo campaña electoral por su partido a pesar de estar impedido por la Constitución.

La política exterior de Lacalle Pou buscó en todo momento alejarse de la de sus predecesores del Frente Amplio y situarse como uno de los actores principales de la derecha latinoamericana, en especial desde la salida del poder de Iván Duque en Colombia (2022). Además de la decidida denuncia del carácter antidemocrático del gobierno venezolano de Nicolás Maduro, Lacalle Pou procuró el acercamiento con su colega francés Emmanuel Macron y ubicarse –en política exterior y en autopercepción doméstica– en ese punto ideológico que el macronismo ha calificado de “extremo centro”. Pese a estos esfuerzos, la proyección internacional del actual gobierno fue limitada si se la compara no sólo con la de Mujica, verdadero rockstar de la política global, sino también con la de Tabaré Vázquez, quien lideró a Uruguay en la disputa con la tabacalera Philip Morris en un juicio que se considera una referencia de cómo las medidas antitabaco de un país pueden torcer el brazo a las grandes industrias multinacionales.2

La vecindad

Lacalle Pou tiene un vínculodistante con el presidente de Argentina, Javier Milei, y en más de una visita a Buenos Aires discrepó con él, sin nombrarlo, sobre el rol del Estado. Mientras el mandatario argentino busca reducirlo a su mínima expresión, el uruguayo le concede relativa importancia en la amortiguación de las desigualdades más extremas (25-4-2024). Sin embargo, pronto Montevideo intentó limar asperezas para avanzar en temas clave para sus intereses, como el dragado del Río de la Plata (17-7-2024). Las cercanías no son pocas. Por ejemplo, ambos jefes de gobierno han coincidido en la necesidad de flexibilizar la posibilidad de que los países miembros del Mercosur hagan acuerdos propios con mercados externos. Lo pidió Lacalle Pou respecto de China (7-12-2023) y lo pide ahora Milei en relación con Estados Unidos.

Las recientes reuniones de Orsi y de Cosse con el embajador chino en Uruguay sugieren que el nuevo gobierno estaría más cerca que el anterior de destrabar esa posibilidad y no se descarta que lo logren en el marco del Mercosur como bloque (ANSA, 2-12-2024). La visita de Orsial país del norte tuvo un componente indudable de afinidad ideológica. Mujica ya se había hecho acompañar por Orsi el día de la toma de mando de Lula en enero de 2023, y Orsi había opinado en ocasiones anteriores que le era “másfácil encontrar cercanía” con el Partido de los Trabajadores brasileño que con el peronismo. Pese a esto, el presidente electo uruguayo ya había dicho que el parentesco político no ha implicado, necesariamente, mejores relaciones con los gobiernos argentinos (20-11-2023). El punto más álgido en el conflicto por la instalación enUruguay de las fábricas finlandesas de pulpa de celulosa, que motivaron incluso que Vázquez solicitara respaldo de Estados Unidos en un eventual e inverosímil conflicto armado, se dio mientras Argentina era gobernada por Néstor Kirchner.

Para empezar a escenificar un vínculo estable con Milei, Orsi acompañará a Lacalle Pou a la cumbre del Mercosur de la primera semana de diciembre. Una puesta en escena de presidente en funciones y presidente electo, de partidos diferentes, similar a la que realizó Vázquez cuando llevó a Lacalle Pou a la toma de posesión del mandatario argentino Alberto Fernández en 2019. Una manera de remarcar la estabilidad democrática uruguaya y de espantar fantasmas. Habrá que ver si el enfoque de Milei respecto de Orsi es el de la vinculación relativamente tranquila que tuvieron Mauricio Macri y Tabaré Vázquez, o experimenta las espinosas descargas eléctricas que emergieron durante el G20 de noviembre con su par colombiano Gustavo Petro.

También hacia ahí deberá mirar Orsi si quiere hacer su aporte para recomponer la trama de los progresismos en la región, más débil que en “olas” anteriores (porque al menos hasta febrero de 2025 falta Ecuador, hay crisis fratricida en Bolivia y se despeñó Venezuela). Mirar hacia un Petro cercano a Mujica,3 pero también hacia un Gabriel Boric que desde Chile podrá permitirle un enfoque de las relaciones internacionales más cercano al nuevo centrismo que el Movimiento de Participación Popular (sector dominante en el Frente Amplio) le está imprimiendo a la coalición de izquierda. Jugar con Boric alguna mano de la partida larga de la visión internacional de su gobierno le permitirá a Orsi mantener cierta independencia en su estribar en Lula. ¿Y México? Más allá de lo que proyecte Orsi respecto del gigante latino de América del Norte, es probable que sea su vicepresidenta, Carolina Cosse, la que busque un mayor acercamiento con la mandataria mexicana, Claudia Sheinbaum. Porque 2029 no queda tan lejos, a fin de cuentas.

Roberto López Belloso, director de Le Monde diplomatique, edición Uruguay.


  1. Democracy Index 2013, Economist Intelligence Unit, The Economist

  2. Ver Emiliano Zecca, El humo, la patria o la tumba, Random House, 2024. 

  3. Orsi, Petro y Lula programaron reunirse en la chacra de Mujica aprovechando la cumbre del Mercosur en Montevideo.