Fundada en 1999 por Marcos Galperin, Mercado Libre nació como una start up dedicada al comercio electrónico que, luego de dos rondas iniciales de financiamiento, comenzó a extenderse por América Latina. Su primera competencia, DeRemate, le disputaba el mercado argentino y regional, pero una oportuna alianza con eBay dotó a la empresa de prestigio y recursos y le permitió acelerar su proceso de expansión hasta terminar derrotando a su competidora. Con una capitalización bursátil que hoy supera los 82 mil millones de dólares1, Mercado Libre es la empresa argentina más valiosa (cuatro veces más que YPF). Está presente en 18 países, incluyendo Brasil, que explica el 55 por ciento de sus ganancias y donde compite con Amazon. Es la única empresa latinoamericana incluida entre las 100 del mundo que más ganaron durante la pandemia en el ranking del Financial Times y la plataforma de comercio electrónico más usada de la región.

Mercado Libre es la empresa más importante de Argentina. Quiero decir: no la más importante de Argentina hoy, sino la más importante de todas las empresas que alguna vez se crearon en el país. Las otras multinacionales de ese mismo origen, como Techint y Arcor, están lejos de los valores de Mercado Libre, pero además son compañías que operan en ramas –acero, petróleo, alimentos– del siglo XX, mientras que la firma de Galperin es una corporación del siglo XXI. Junto con su fintech Mercado Pago, se encuentra distribuida de manera capilar a lo largo de la sociedad: del restaurante de moda en Palermo (Buenos Aires) hasta el puesto de venta de empanadas del penúltimo pueblo de Salta, todos aceptan Mercado Pago (“¿Efectivo o Mercado?”, es la pregunta antes de alcanzarte el posnet con el QR), logrando una presencia permanente y cotidiana en la vida de la gente como ninguna otra empresa, salvo quizás YPF, con sus estaciones de servicio y sus paradores.

Según datos difundidos por la compañía, casi dos millones de personas tienen como principal medio de vida el comercio electrónico a través de Mercado Libre, mientras que son cada vez más quienes pagan, invierten y se endeudan vía Mercado Pago. El hecho de que ni siquiera los bancos (con Modo) hayan podido hacerle frente demuestra su relevancia.

Resulta interesante comprobar que, aunque está lejos de disputarle la hegemonía, la única iniciativa a su altura es Cuenta DNI, la billetera virtual del Banco Provincia de Buenos Aires, una notable política pública del gobierno de Axel Kicillof [peronista] que está ayudando a mantener los niveles de consumo en momentos de recesión y que permitió una ampliación fenomenal de la cartera de clientes de la entidad. Cuenta DNI ha desbordado los límites de la provincia para derramar en la Ciudad de Buenos Aires [gobernada por el macrismo] y demuestra que incluso un Estado estropeado como el bonaerense es capaz de implementar grandes proyectos cuando hay iniciativa y capacidad de gestión.

Pero sigamos con Mercado Libre. El Estado argentino, bajo control de gobiernos peronistas, desempeñó un rol fundamental en el crecimiento de la empresa. En primer lugar, por la Ley de Software, una buena política sectorial creada en 2004, durante el gobierno de Néstor Kirchner, prorrogada en 2011, durante la presidencia de Cristina Fernández, profundizada en 2019, con la Ley de Economía del Conocimiento sancionada durante el gobierno de Mauricio Macri [único “no peronista” de esta serie], y reformada en 2020, durante la gestión de Alberto Fernández. Una política de Estado corregida a lo largo de dos décadas, que contempla estabilidad fiscal, reducción de las cargas patronales y una alícuota reducida del impuesto a las ganancias, y que fue clave para el despegue del sector del software en general y de Mercado Libre en particular.

De forma menos directa pero no menos significativa, Mercado Libre aprovechó el contexto de alto crecimiento económico y ampliación del consumo popular propiciado por el kirchnerismo. Y, al menos en una primera etapa, se benefició del tipo de cambio competitivo, que le permitió pagar salarios comparativamente bajos en dólares. También resultó fundamental la amplia disponibilidad local de empleados con altos niveles de formación, tanto en negocios como en tecnología y otras competencias –Argentina es, por ejemplo, el país con más personas que hablan inglés profesional en América Latina–2. Esto es en buena medida consecuencia de que el país dispone de un sistema de educación pública muy extendido, y es uno de los dos o tres países de la región con más estudiantes universitarios3, lo que crea una cantera de trabajadores calificados ausente en otras latitudes. El hecho de que, a diferencia de Chile o Brasil, la educación universitaria sea en Argentina mayoritariamente pública y gratuita genera un efecto de democratización (estudiantes provenientes de todos los niveles sociales) que al ampliar la base genera más competencia y mejora los resultados (esto último es liberalismo puro).

Sin entrar en el debate, por otra parte imposible, acerca de las razones del éxito, cuánto es atribuible al talento de Galperin y su equipo y cuánto al rol del Estado y la economía, lo cierto es que ambas cosas se combinaron de manera virtuosa. Y aquí viene mi tesis, que primero formulo y después, antes de que arrecien las críticas, voy a matizar un poco: el peronismo debería estar orgulloso de Mercado Libre. En lugar de criticarla, debería reivindicar la empresa como algo importante que ayudó a crear, valorando el hecho de que el comercio electrónico y las finanzas personales de buena parte de los latinoamericanos se tramiten en una empresa argentina en lugar de una plataforma estadounidense o brasileña, del mismo modo que los chilenos festejan la expansión de la aerolínea LAN o los brasileños del banco Itaú (tanto los gobiernos socialistas de Chile como los del Partido de los Trabajadores en Brasil impulsaron políticas muy activas para fomentar la internacionalización de sus empresas). Argentina no necesita uno, sino dos, tres, 100 Mercado Libre.

Ahora sí, un par de aclaraciones. En 2017, es decir, durante el gobierno de Macri, la AFIP [entidad impositiva] estableció que a Mercado Libre no le correspondía ampararse en los beneficios de la Ley de Software. Su titular, Alberto Abad, instó a la empresa a que devolviera parte de los fondos, pero luego, tras una intervención de la Casa Rosada [Presidencia de la República], se echó atrás. Por otro lado, la compañía ha sido denunciada por [el sindicalista] Hugo Moyano por firmar un convenio especial para su gigantesca planta de logística en La Matanza con la Unión de Trabajadores de Carga y Descarga más flexible que el convenio del Sindicato de Camioneros [del que Moyano es secretario general]. El acuerdo, en efecto, contempla un “banco de horas”, vacaciones flexibles, no pago de horas extras, francos rotativos y la eliminación de los delegados sindicales por turno. Todo eso es cierto, como también lo es que los salarios que paga Mercado Libre se ubican por encima de los de convenio y que el acuerdo fue recientemente renegociado a pedido del gremio, lo que permitió mejorar las condiciones laborales siguiendo el modelo firmado con Toyota por el Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor.

Finalmente, Marcos Galperin, que ha trasladado su residencia fiscal a Uruguay, participa en la discusión pública mediante una activa cuenta de X (ex Twitter), donde cultiva un neoliberalismo agresivo que no ahorra chicanas ni se priva de lanzar o difundir acusaciones no comprobadas (por ejemplo, contra Juan Grabois, que será muchas cosas pero es una persona honesta)4. Galperin también ataca al socialismo, al peronismo y a los periodistas de Corea del Centro, y últimamente se la agarró con [el senador de la Unión Cívica Radical] Martín Lousteau. Aunque sus posiciones suelen ser muy irritantes, una cosa es la empresa y otra su fundador: acá también hay que separar la obra del autor.

Pero el objetivo de este editorial no es trazar una taxonomía de Mercado Libre, sino señalar a la empresa como un ejemplo, cierto que muy vistoso, de la necesidad de que el peronismo revise sus posiciones. Por supuesto que la AFIP debe cobrarle todos los impuestos que le correspondan, que sus trabajadores tienen derecho a la representación sindical y que el Estado debe –palabra prohibida– regularla: los bancos, por ejemplo, vienen reclamando desde hace tiempo un mayor rigor sobre las fintech como Mercado Pago. Pero una cosa es esa y otra muy distinta percibir a Mercado Libre como un adversario. Digámoslo así: el peronismo no puede hacer con Mercado Libre lo que hizo el kirchnerismo con el cordobecismo de De la Sota-Schiaretti, es decir, oscilar de manera histérica entre enfrentarlo e ignorarlo, porque el resultado fue que nunca más logró ganar una elección en la provincia.

Ideológicamente tildado en el último tramo del gobierno de Cristina Fernández (los últimos años felices), el peronismo, bajo la conducción efectiva del kirchnerismo, ha perdido su brújula programática. Mil signos confirman esta desorientación. Un ejemplo es su posición frente al sector agropecuario, el más competitivo de la economía argentina y el único que es realmente temido en el Primer Mundo, a punto tal que uno de los principales reclamos de los agricultores franceses es el rechazo al acuerdo de libre comercio Unión Europea-Mercosur. Por momentos, el peronismo parece seguir mirando al campo como en tiempos de la 1255, un tema sobre el que, salvo excepciones como Julián Domínguez [ministro de Agricultura nombrado en 2021 por Alberto Fernández], prácticamente no hay enfoques interesantes. Otro ejemplo son los jóvenes, que hace una década se volcaban hacia el kirchnerismo –que hoy es como Babasónicos: un vicio de treintañeros y cuarentones– y que en los últimos años giraron hacia posiciones cada vez más liberales hasta inclinarse de modo mayoritario por Javier Milei en las últimas elecciones.

Podríamos seguir con otros temas: la legislación laboral, los alquileres, el rol de los sindicatos en la gestión educativa. Pero paremos acá. Como insinuó Kicillof cuando habló de “nuevas canciones”, el peronismo tiene que encarar, por usar una frase canónica, una “actualización doctrinaria para la toma del poder”. Incluso Cristina Fernández desbloqueó algunas discusiones, como la del equilibrio fiscal o las privatizaciones (aunque lo hizo tardíamente y a la manera de las autocríticas de la Revolución Cubana, que nadie sabe que se están discutiendo hasta que se publican). Mi argumento es simple: para evitar convertirse en la fuerza testimonial que algunos parecen desear, para recrear su lugar histórico de partido popular de masas, el peronismo tiene que descongelar su mirada sobre Argentina y revisar muchas de sus certezas.

José Natanson, director de Le Monde diplomatique, edición Cono Sur.


  1. “Las acciones de Mercado Libre cayeron 10% en Wall Street tras presentar su balance trimestral”, Infobae, 23-2-2024. 

  2. “El ranking de los países de América Latina que hablan mejor inglés como segundo idioma”, bbc.com, 18-11-2022. 

  3. Observatorio Iberoamericano de la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad. 

  4. Académico y político argentino, fundador del Movimiento de Trabajadores Excluidos. En 2023 fue precandidato a presidente argentino por Unión por la Patria (peronismo), siendo derrotado en esa ocasión por Sergio Massa. 

  5. NdR: Por la Resolución 125, del Ministerio de Economía de Cristina Kirchner, que el 11 de marzo de 2008 pasó de las retenciones fijas a las móviles y fracturó el vínculo entre el kirchnerismo y los principales productores agropecuarios argentinos.