Subtitulado “Ruidos, interferencias, balbuceos”, este libro se inscribe en una obra extraña para el corpus literario uruguayo (y se inscribe ahí no sólo porque el ensayo es un género que pertenece al campo de la literatura, sobre todo del modo en que lo cultiva este autor, sino porque también ha incursionado en la novela, y eso se nota en su manejo narrativo). Santiago Cardozo González piensa en lenguaje y al hacerlo hace pensar –recuperando aquella vieja concepción de la clausura– que el lenguaje sólo sigue en pie porque hay libros como este. Algo que, evidentemente, no es así, pero que así dicho prepara para acometerlo como es debido.

No cultiva el facilismo “de divulgación”, sino que es un libro que tiene que leerse tres veces (razón por lo que se agradece su engañosa brevedad). La primera ya es una lectura doble, impulsando a volver de inmediato sobre cada párrafo, la tercera es más fluida, ya con las ideas incorporadas, dejando que la prosa envuelva o percuta (según el capítulo).

Vale destacar que el libro se abre con un poema de Leonardo de León (también autor de la contratapa) y ahí revela otra vocación: señalar, sin decirlo mucho, el rol de la poesía para cuestionar y entender la lengua. Profesor de idioma español, maestro de escuela, magister en Ciencias Humanas y doctor en Lingüística, Cardozo González es, antes que nada, un hablante. Desde esos lugares escribe, tomando a la vez préstamos del psicoanálisis y de la literatura, para escribir de la monstruosidad de Funes, de la lengua como deseo, y de la dificultad de traducirnos.

Santiago Cardozo González. Estuario; Montevideo, 2023. 83 páginas, 430 pesos.