Ellas. De Cristina Bausero & María Eugenia Méndez. IM & MEC; Montevideo, 2024. 184 páginas.
El catálogo de la muestra Ellas, mujeres de la Escuela del Sur añade valor ensayístico al esfuerzo de recopilación de obras que se puede ver, hasta el 14 de julio, en los museos Juan Manuel Blanes (Millán 4015) y José Gurvich (Sarandí 524) de Montevideo.
Además de la reproducción de las obras expuestas y de una minibiografía de cada una de las creadoras (42 de las 115 registradas), da marco al trabajo de artistas que, en líneas generales, se han mantenido invisibilizadas. En el ensayo que ocupa más páginas, Méndez no sólo ubica el constructivismo y el Taller Torres García, sino que también brinda detalles de la trayectoria y las dificultades que las mujeres artistas experimentaron. Tanto para exhibir su obra como para producirla, e incluso para conservarla, ya que muchas veces –en especial en los casos de quienes no tuvieron un recorrido largo en el arte– las propias familias descartaban sus cuadros por considerarlos de escaso valor, casi un pasatiempo a ser ocultado.
Las reproducciones comienzan por “La Escuela del Sur y los primeros talleres”, en una etapa que va desde 1935 a 1967. Ordenadas por orden alfabético de su nombre de pila, están ahí figuras señeras como Amalia Nieto, Eva Olivetti y Linda Kohen (estas dos últimas centro de sendas exposiciones en el Gurvich dos meses atrás), pero también hay nombres que serán un descubrimiento para muchos. La siguiente sección, “Caminos personales”, repite varios nombres y ya las presenta en un momento de mayor madurez “identificable” (Kohen) e incluso rupturista con la etapa anterior (Marta Morandi). Entroncando con la tradición de Torres García y sus discípulos, no faltan en el catálogo las artes aplicadas. Está la esperable cerámica (Angelina de la Quintana), pero hay líneas divergiendo también hacia la joyería (María Olga Piria) y el cuero (de nuevo Marta Morandi).
Respecto de esta última artista, escribe Méndez en el catálogo: “Marta optó por relegar su labor de artista a un segundo lugar para afrontar las labores del hogar, educar a sus hijas y dar clases en Secundaria como profesora de Dibujo entre 1961 y 1987, misma labor que continuó desde esa fecha en el Instituto de Profesores Artigas hasta 1999. Si bien siempre dio prioridad al desarrollo artístico de su esposo, Yuyo Goitiño, lo cierto es que, cuando sus hijas fueron creciendo, en la intimidad de su hogar, continuó creando hasta llegar a una serie de obras muy personales”. Dos elementos de postergación personal que están presentes en varias de las historias personales de las autoras expuestas.
“A pesar de las aparentes igualdades dentro del taller, la vida en pareja, en ocasiones con otros artistas, las relegaba a un segundo plano. La persistente violencia de género, entonces como ahora, era una constante natural en nuestra sociedad, y muchas de estas mujeres la experimentaron en la intimidad de sus hogares, un espacio doméstico, un templo, dominado por la autoridad de la figura masculina”, explica Bausero. Por lo que no alcanza con exhibir. Es necesario contextualizar.
En ese sentido, apunta Méndez en su texto, “si bien dentro del taller se cultivaba naturalmente una igualdad de género, lo cierto es que esto era por el marco ético promulgado por las ideas humanistas torresgarcianas”. Y se apoya en el testimonio de la poeta y crítica Tatiana Oroño: “Cuando estaban en el ámbito del Taller Torres García, o en los ámbitos de los talleres particulares, eran iguales, pero transitoria y circunstancialmente”.