Mientras el oficialismo francés buscaba “reinventar una intimidad estratégica” para reconfigurar su dispositivo militar en ese continente, París se enteró por sorpresa de la decisión de Senegal y Chad de poner fin a los acuerdos de defensa que los ligan a la antigua potencia colonial. Un punto de inflexión para Francia en un contexto de reconfiguración de la geopolítica mundial.

En el lapso de algunas horas, el ejército francés perdió el 28 de noviembre de 2024 dos nuevas posiciones en el continente africano: Senegal, donde había estado presente desde hacía 200 años y donde todavía contaba con 350 hombres y mujeres, y Chad, donde había estado estacionado por más de 40 años. Es en este último país donde cuenta al día de hoy con 1.000 soldados y donde ha efectuado la mayoría de las operaciones exteriores (seis desde 1958). Con la retirada de los 1.350 militares de esos dos países, Francia sólo mantendría tres bases en África –en Yibuti, Costa de Marfil y Gabón– con un poco menos de 2.000 soldados en lugar de los 8.500 que tenía en 2022.

El golpe fue duro para Francia, cuyos dirigentes políticos y sus militares han estado a la defensiva durante los últimos tres años. Esta vez no han sido expulsados bajo los insultos de miles de manifestantes quemando banderas francesas como en Mali, Burkina Faso y Nigeria, en 2022 y 2023. La retirada fue serenamente impuesta desde las altas esferas. París se enteró de la noticia sobre Senegal a través de la prensa, en las entrevistas concedidas por el presidente, Bassirou Diomaye Faye, a medios franceses. Aunque la retirada de las tropas francesas era una de las principales demandas de su partido –el Partido de los Patriotas Africanos de Senegal por el Trabajo, la Ética y la Fraternidad–, los más optimistas esperaban convencer al nuevo régimen de posponer la decisión.

En cuanto a Chad, la decisión anunciada a través de un simple comunicado causó el efecto de una bomba, ya que el ministro francés de asuntos exteriores, Jean-Noël Barrot, acababa justamente de salir de Yamena, capital del país. Al comienzo, nadie lo creyó: ese país ha sido considerado durante mucho tiempo una plaza estratégica en el continente africano –un “portaaviones ideal”, según las palabras de un alto mando–, pero también un aliado seguro, especialmente mimado durante décadas, y cuyos dirigentes, la dinastía Déby, en el poder desde 1990, no olvidan que la aviación y los servicios de inteligencia franceses muchas veces los sacaron de apuros frente a las rebeliones armadas.

Partir y (no) renunciar

Para el ejército francés, conocido durante mucho tiempo como el “gendarme” de África –con una cincuentena de operaciones exteriores desde las independencias en 1960–, esta fuga marca un giro histórico: ya no dispondrá de los medios y facilidades que le permitían intervenir en pocas horas en el continente, como en la operación “Serval” en Mali, en enero de 2013, desplegada de urgencia para frenar la ofensiva de grupos yihadistas.

En febrero de 2023, el presidente francés había expresado su intención no de poner fin al dispositivo militar francés al sur del Sahara, sino de repensarlo profundamente. “La lógica indica que nuestro modelo no debe ser más el de las bases militares tales como existen hoy”, declaró en un discurso sobre las “relaciones franco-africanas”. Había anunciado una disminución significativa de los efectivos y un aumento de la presencia y la participación de los socios locales. Francia acababa de ser expulsada de Mali y Burkina Faso después de los golpes de Estado militares que no había previsto. Las manifestaciones de rechazo a su política se multiplicaban por todas partes en África occidental. Altos mandos y responsables políticos comprendieron (por fin) que era indispensable cambiar de actitud, tanto hacia las poblaciones como hacia los ejércitos de los países afectados, cuyos oficiales no toleraban más las injerencias francesas. Desde el discurso de Emmanuel Macron, el ejecutivo, los altos mandos y los parlamentarios oficialistas prometieron una mayor “discreción”, una “presencia más ligera”, e incluso un “cambio de paradigma”. “Hoy, invertimos completamente la relación de cooperación: es el socio el que decide lo que desea hacer”, aseguró el general Hervé Pierre ante los diputados en mayo de 2023. “Nuestra presencia sólo es válida si cumple con sus expectativas”, afirmó Thierry Burkhard, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, frente a los mismos diputados, en enero de 2024. Durante meses, el Estado Mayor trabajó sobre un nuevo dispositivo con un doble imperativo: responder a la voluntad de los dirigentes locales presentados como “socios”, conservando al mismo tiempo las ventajas de su influencia. Una cuestión difícil de lograr. En sus planes, todas las bases, excepto la de Yibuti –que dispone de un estatus aparte en la estrategia francesa y que, con 1.500 militares, es considerada indispensable–, debían soportar una reducción drástica para conservar sólo algunas decenas de soldados franceses (entre 100 y 300 según la base), y estaba previsto proponer al país anfitrión una cogestión en lugar de devolverlas. Lo esencial debía ser preservado: no se trataba en ningún caso de abandonar la empresa. Estos emplazamientos son “fundamentales para mantener nuestra capacidad de proyección militar”, explicaba en un informe presentado en mayo de 2023 el diputado Jean-Michel Jacques. Para el presidente macronista de la comisión de Defensa nacional, “la estrategia presentada por el jefe de Estado evita la trampa que consistiría en cuestionar en su totalidad nuestra presencia militar en África y, por extensión, nuestra influencia en ese continente1”.

En un informe sobre la política francesa de Defensa en África, otro diputado, Thomas Gassilloud, resumió el estado de ánimo que impera en París: “Permanecer de otra manera”. Según este hombre cercano al Elíseo [como se conoce a la Presidencia de la República, por el edificio que ocupa], que antes de entrar a la política sirvió en el ejército, el destino de Francia “está ligado al de África”, por lo que es necesario “reinventar una intimidad estratégica”. “En ausencia de una reacción fuerte, enfrentamos el riesgo del desmantelamiento y una reducción creciente de nuestra influencia en la África francófona”, subrayó2. Mientras soplan vientos contrarios, Burkhard añadió que es necesario saber adaptarse, pero sólo con vistas a volver algún día: “Debemos ser capaces de arriar rápidamente las velas y adaptarnos al entorno, con la posibilidad de restablecer nuestro dispositivo posteriormente [...]. Nuestro plan debe incluir la capacidad de cuidar las relaciones con las autoridades militares locales y de garantizar accesos estratégicos por vía marítima y aérea”.

Campo de entrenamiento

Francia debería seguir influyendo en el destino de África. No debe “bajar los brazos”, según la expresión del general Jérôme Pellistrandi en un número de la Revue Défense Nationale de mayo de 2023, dedicado a la “nueva relación” entre Francia y África. “Al contrario –prosigue este alto oficial habituado a los estudios de televisión–, más que nunca es necesario actuar, pero de forma diferente [...] Una estrategia de influencia es más necesaria que nunca”3. En el mismo número, otro general retirado, Bruno Clément-Bollée, sostiene que la “vocación” de Francia “le ordena reaccionar y a decidir una estrategia ambiciosa, sólida y realista que le devuelva el estatuto de gran nación4”. Se trata de su posición a nivel internacional y sobre todo de su presencia en el seno del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en parte justificada por su influencia en la África francófona.

No es sólo una cuestión de influencia. África también es, para los militares franceses, sinónimo de campo de entrenamiento ideal tanto para los hombres como por el material (en especial por su entorno semidesértico), de bonificaciones ventajosas, de aceleración de la carrera, de herencia compartida y… de aventura. “Nuestra cultura militar incluye un tropismo africano asentado en el corazón de nuestras afecciones y nuestras nostalgias. [El nuevo dispositivo] ¿tendrá efecto sobre la atracción por la carrera militar?”, se pregunta el diputado de Los Republicanos Jean-Louis Thiériot durante la exposición de Burkhard en la Asamblea Nacional. Por lo tanto, es necesario renovar la oferta en materia de cooperación militar. Lo que se pierde por un lado al reducir la presencia se lo debe volver a ganar por el otro, intensificando la cooperación. Un “corolario” indispensable, según otra diputada macronista (también exmilitar), Laetitia Saint-Paul.

La cooperación está en el corazón de la estrategia francesa desde la época de las descolonizaciones. No fue hasta la década de 1970 que las operaciones exteriores se convirtieron en la herramienta privilegiada de los dirigentes franceses para tratar de modo militar los conflictos políticos, abriendo la era de la “diplomacia del Jaguar” (por el nombre del avión de caza puesto en servicio en 1973). Esta podría haberse cerrado con el fracaso de la operación “Barkhane” en 20225.

Ahora, se trata de volver a poner la cooperación a la orden del día, a fin de sostener el vínculo con los ejércitos locales. En lugar de retroceder las bases, la idea es transformarlas en escuelas o academias: las escuelas nacionales de vocación regional, coadministradas por Francia y el país anfitrión. Este proyecto no es nuevo, sino que se remonta a los años 1990. Hoy cuenta con 19 establecimientos de este género, repartidos en el conjunto del continente en Costa de Marfil, Senegal, Benín, Gabón y Camerún. Estos permiten formar cada año a cerca de 3.000 reclutas y suboficiales africanos y, por lo tanto, forjar una cierta “intimidad”.

Francia considera ahora multiplicarlas de forma activa. Esta es, en particular, la misión de la Dirección de Cooperación de Seguridad y Defensa (DCSD), un departamento del Ministerio de Asuntos Exteriores dirigido por un oficial, que está casi exclusivamente centrado en África. De los 313 cooperantes desplegados en el extranjero en 2023, la mayoría se encontraban en el continente, esencialmente en los países del antiguo “patio trasero”. El 9 de julio de 2024, el director de la DCSD, el general Régis Colcombet, se dirigió a Gabón para inaugurar la Escuela de Administración de las Fuerzas de Defensa de Libreville. La base francesa alberga además la Academia de Protección del Medioambiente y de los Recursos Naturales. En su discurso, Colcombet recordó una “evolución histórica” y un “giro importante” en la historia de las relaciones franco-gabonesas. Pero el objetivo de estas escuelas no es sólo formar a los militares africanos: se trata también de “garantizar un acceso logístico, humano, material en esos países”, como lo indicó Jean-Marie Bockel frente a los senadores en mayo de 2024. En resumen, de mantener un pie allí, por si acaso...

Antiguo ministro de Nicolas Sarkozy (2007-2012), célebre por haber querido “firmar el acta defunción de la Francáfrica” en 2007, lo que precipitó su reemplazo, Bockel está interesado en estas cuestiones desde hace muchos años (uno de sus hijos, militar, fue asesinado en Mali en 2019). En febrero de 2024, Macron lo nombró “enviado especial” con la misión de considerar la reconfiguración del dispositivo militar en África. Su misión era discutir con los jefes de Estado de los países afectados y elaborar una lista de proposiciones, enviadas tres días antes de los anuncios de Chad y Senegal. La elección de Bockel respondía a una cierta lógica: en octubre de 2013, entonces senador, había redactado junto con su colega Jeanny Lorgeoux un informe “sobre la presencia de Francia en una África codiciada”, que resumía bien la prioridad actual. “Nuestro deber es estar ahí”, indicaban los informantes, porque “jugamos una parte de nuestro futuro crecimiento en África”. Si bien aconsejaban “dar un sentido africano a la presencia militar francesa”, los senadores estimaban que los ocho puntos de apoyo de aquella época debían “ser conservados6”.

Pero era otra época. Francia venía de ejecutar con éxito la operación “Serval” en Mali –con el apoyo de una gran parte de los países africanos– y se preparaba a lanzar la operación “Sangaris” en República Centroafricana. Disfrutaba entonces de una cierta popularidad. Pasados 11 años, parece ridículo. “Al intentar inventar ‘un nuevo modelo de cooperación militar’ en lugar de desmilitarizar la relación francoafricana –explica el investigador Thierry Vircoulon–, el gobierno toma medidas incompletas que en definitiva no van a satisfacer a nadie”7. Su presencia militar próximamente podría ser uno de los desafíos de las elecciones presidenciales previstas en Gabón, donde la familia Bongo ha sido derrocada en setiembre de 2023 por un golpe de Estado, y en Costa de Marfil en 2025, y es probable que, a la larga, deba retirarse igualmente de estos países.

Rémi Carayol, periodista. Traducción: María Eugenia Villalonga.


  1. Jean-Michel Jacques, informe elaborado en nombre de la comisión de la Defensa nacional y de las fuerzas armadas sobre el proyecto de ley relativo a la programación militar para los años 2024 a 2030 y sobre diversas disposiciones pertinentes a la defensa, n° 1.234, Asamblea Nacional, 12-5-2023. 

  2. Thomas Gassilloud, documento con información sobre la compilación de las sesiones de la comisión sobre la política francesa de defensa en África, n° 2.461, Asamblea National, 10-4-2024. 

  3. Jérôme Pellistrandi, “L’arbre qui tombe fait plus de bruit que la forêt qui pousse”, Revue Défense Nationale, 860, París, 2023. 

  4. Bruno Clément-Bollée, “France, redevenir une vraie puissance d’équilibre”, Revue Défense Nationale, 860, 2023. 

  5. NdR: Ver Romain Mielcarek, “La inconfesable derrota francesa en el Sahel”, Le Monde diplomatique, edición Uruguay, junio de 2022. 

  6. Jeanny Lorgeoux, Jean-Marie Bockel, documento de información elaborado en nombre de la comisión de asuntos extranjeros, de la defensa y de las fuerzas armadas por el grupo de trabajo sobre la presencia de Francia en una África codiciada, n° 104, Sénat, París, octubre de 2013. 

  7. Thierry Vircoulon, “Le dilemme de la relation militaire franco-africaine. Réinventer ou tourner la page?”, Instituto Francés de Relaciones Internacionales, 18-11-2024.