A tres años de la invasión rusa a Ucrania, la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos giró el tablero. Europa, dejada de lado en las primeras negociaciones entre Washington y Moscú, reacciona a su exclusión reforzando su retórica de apoyo a Kiev. En un hecho que implica, al mismo tiempo, reproducir su sometimiento a las exigencias estadounidenses y preparar un neblinoso camino autónomo, Bruselas acepta aumentar su presupuesto de defensa. Del otro lado, la economía subterránea viene ayudando a Rusia a exportar su petróleo y a usar el oro africano para eludir las sanciones occidentales. A fin de cuentas, casi siempre se trata de sacar cuentas.
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