Titulares en la prensa del mundo. Tres días de duelo nacional en Brasil. Mil comentarios casuales en mil esquinas de cualquier ciudad. Todo eso movilizó la muerte del expresidente uruguayo José Mujica, ocurrida el 13 de mayo. Que eso que llamamos “universalidad” provenga de este país de tres millones y medio de habitantes es algo que ocurre muy pocas veces. Pero decirlo de ese modo no alcanza para entender la pregunta del título.
Es que, quizá, para definir lo que significa “Mujica”, habría que hablar de personas que no son Mujica.
Quiso la casualidad de la biología, y la realidad de las generaciones que se van apagando en destellos consecutivos, que un mes antes muriera otra persona universal aquí nacida. Pero anónima. Y un mes antes, otra, un poco más recordada si es que se agregan los nombres de un plástico, Anhelo Hernández, y un matemático, José Luis Massera, con los que estuvo casada. Ambas presas políticas de la última dictadura. Ambas sometidas a la tortura y los tormentos. Ambas dueñas de una trayectoria de coherencia. Podría decirse que ambas son parte de la definición de lo que quiere decir, ahora y para tanta gente, “Mujica”, si no fuera inexacto y verdadero al mismo tiempo.
El 21 de abril murió Amalia Chizmich de Solarich. Sufrió durante un año entero torturas y vejaciones en el centro clandestino 300 Carlos. Luego del tormento estuvo ocho años presa. Al salir de la cárcel continuó su vida, como tantas, casi sin hablar en público de su pasado, salvo cuando fue necesario denunciar a los represores y trabajar por la memoria. Quien se haya cruzado con esa traductora de lenguas eslavas mientras llevaba a su nieto a la escuela o al parque tal vez no habrá imaginado que tenía, con ese mismo nieto, “innumerables charlas sin tabú sobre la tortura, con lujo de detalle, para evacuar mi curiosidad”, como recordó Mariano Solarich en un posteo en redes sociales a raíz de su muerte. Quitarle relevancia a lo personal para inscribirlo en un mosaico mayor. De cada uno según sus posibilidades para esa gran necesidad del mundo actual: encontrar un punto de referencia que nos haga sentir menos perdidos. Socialismo de sentido.
El 30 de marzo había muerto Martha Valentini, a los 100 años. “Somos gente valiente”, escribió citándola Graciela Sapriza para titular su necrológica publicada en Brecha (4-4-2025). “Debería detenerme y reconstruir su relato sobre ese tiempo detenido en el 300 Carlos –escribe Sapriza–, cegada la visión por una venda durante diez meses, sometida a la sórdida experiencia de la condición humana degradada en cada gesto de sus represores. Y, por supuesto, hablar de su capacidad para reconstruirse y dar pasos de ballet durante los plantones y alentar a sus compañeras a resistir”.
Quizá lo que tantas personas en tantas partes tan distintas del mundo entero encontraron en la figura de Mujica fue lo mismo que estas dos mujeres construyeron con su vida. Una forma de la coherencia. Encarnar algo indefinible en este presente descarnado. Poco importa la contingencia política. No importa ni siquiera la rivalidad política entre sus opciones tácticas para transformar el mundo. Las dos eran comunistas, Mujica tupamaro.
Cuando se vayan acallando los actos oficiales de duelo por José Mujica empezará su nueva resurrección, decíamos en un artículo escrito al conocerse su muerte (Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, mayo de 2025). Deberá morir de nuevo, decíamos, “para que de las cenizas del exitoso giro al centro de Mujica surja, cuestionándolo, una nueva vuelta de tuerca. Ya no hecha por él sino por los suyos. La que traiga al Pepe de regreso en la esperanza de los más humildes”.
Y al traer a Mujica, aunque no se las nombre, vendrán con él esas otras vidas. Muchas todavía silenciadas en los enterramientos clandestinos en los predios de los cuarteles. Sólo por la facilidad de usar un término al uso las llamamos anónimas. Vidas que incluso encarnaron mejor que él, probablemente, lo que “Mujica” significa, pero que se funden con él ahora que se ha elegido su nombre para resumir lo que es imposible de nombrar desagregado. Juntas son el sentido en medio de la crisis de sentido. Eso es lo que ahora todos llaman “Mujica” en otras partes del mundo. Al menos en una de las muchas dimensiones del fenómeno.
Roberto López Belloso, director de Le Monde diplomatique, edición Uruguay.