El periodista británico Pratap Chatterjee afirma que el gobierno de Estados Unidos ha matado a cerca de 6.000 personas usando drones e información tomada de sistemas de vigilancia masiva en zonas en las que hay frentes de batalla, principalmente en Medio Oriente. Aunque, según la historia contada en la novela gráfica Verax, que dibuja el franco-argelino Khalil Bendib, el asunto tiene raíces que tocan mucho más de cerca a la sociedad occidental.
Verax es una larga historieta narrada en primera persona por Chatterjee, y se origina en un hecho del que supo mientras hacía una corresponsalía, cuando un dron mató por error a un adolescente en Pakistán. Chatterjee, especializado en periodismo de investigación, entendió a partir de ahí que ese error cometido por el dron fue uno de muchos, y que había una relación entre ese episodio y los sistemas de vigilancia masiva que emplean los estados para espiar a sus ciudadanos en cualquier lugar del mundo.
En 2011, el periodista fue uno de los tantos que se reunieron en Londres con Julian Assange y recibieron de sus manos una serie de documentos de Wikileaks en los que aparecían informes de contratistas privados que venden tecnología para intervenir cualquier teléfono o computadora. Se trata de datos personales que son recabados al barrer y sin consentimiento, y que tanto esas empresas como los gobiernos pueden archivar y usar para detectar posibles actividades terroristas. Assange le habló, por ejemplo, de la empresa anglogermana Gamma, que le vendía sistemas de vigilancia al régimen de Hosni Mubarak en Egipto, y de la empresa italiana Spa, que trabajó para la Policía interviniendo teléfonos personales y, entre otras cosas, instaló un sistema de monitoreo para los servicios de espionaje sirios.
Todo esto, que al comienzo parece tener sólo una relación tangencial con lo que el periodista describe como “la guerra de los drones”, se va hilvanando de a poco, a medida que se suceden situaciones, y entre su relato y los dibujos de Khalil Bendib se conforma una escena mayor y más compleja. Al comienzo de la historia Chatterjee visita una gigantesca feria de París, abierta al público, en la que empresas de seguridad y vigilancia promocionan sus servicios en grandes y elaborados pabellones. La empresa Dastech le muestra cómo su software puede “captar el tráfico de datos de toda una nación”, y Gamma International un sistema que procesa y analiza todo tipo de información de cualquier forma de comunicación.
Lo interesante de la historieta no es solamente lo que el periodista averigua por su cuenta, sino los datos que recaban muchos de sus colegas. En cierto momento se encuentra con la documentalista Laura Poitras y, cuando él le comenta de las empresas europeas que conoció en esa feria de París, ella le dice que la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos puede ir mucho más allá. Le habla del sistema Stellar Wind, o Viento Estelar, activado después del 11 de setiembre de 2001, cuya función era vigilar a la población, sin filtros entre la esfera privada y la pública ni entre la actividad sospechosa y la regular: el sistema podía relevar absolutamente todo.
Viento Estelar evolucionó y siguió activo durante la presidencia de Obama, quien, según Chatterjee y Bendib, negó que estuviese funcionando y que se estuviera espiando al barrer. “La Agencia traza las redes sociales de todo el mundo”, explica un programador dibujado en esta historieta, “puedes reunir toda tu vida y ver cómo se desarrolla en el tiempo. Si incorporas todos los datos a un gráfico, puedes extraer una comunidad y un resumen de la vida de todos los miembros que la conforman”.
Glenn Greenwald, otro periodista de investigación que aparece en la historia, afirma que Obama le dejó a Trump un conjunto de poderes sin control. “Trump tendrá la capacidad de librar numerosas guerras en secreto y sin autorización del Congreso, un sistema ubicuo de vigilancia electrónica e incontables métodos para protegerse de las responsabilidades jurídicas de la supervisión congresual… Obama no sólo continuó muchas de las más extremas políticas del Ejecutivo que antes condenaba, sino que las reforzó”, dice Greenwald, quien tuvo contacto con Edward Snowden, otro hombre clave a la hora de filtrar información clasificada.
Estos sistemas de escala tan ambiciosa se equivocan con demasiada frecuencia, tanto que no se justifican para el fin para el que supuestamente existen, afirma Chatterjee a lo largo de toda su novela gráfica. Por eso el gobierno de Obama obligó al avión presidencial de Bolivia a hacer un aterrizaje de emergencia en Austria, luego de no obtener permiso para sobrevolar Francia por la sospecha de que llevaba escondido a Snowden. Y también esas fueron las causas por las que Laura Poitras fue detenida más de 40 veces en aeropuertos, ya que había sido vista en cierto punto de Bagdad el día anterior a que mataran, en el mismo sitio, a un soldado estadounidense.
Guionista y dibujante reconstruyen en pocas páginas, haciendo buen uso de la síntesis y de recursos de la historieta, la primera operación militar autorizada por Trump. Fue en Yemen, en enero de 2017, cuando el gobierno pretendía atacar a un jefe tribal que supuestamente era comandante de Al Qaeda. El ataque arrasó varias casas y le costó la vida a ocho mujeres y siete niños; los que sobrevivieron afirmaron que el supuesto comandante de Al Qaeda no era sino un anciano de su tribu. Durante su gobierno Obama aprobó, aproximadamente, un ataque con drones cada cinco días, mientras que Trump, al menos en sus dos primeros años, ordenó uno cada 30 horas.
Tal como denuncia Chatterjee, el sistema de vigilancia y determinación de los blancos es escandaloso y ameritaría serias sanciones. Los drones vuelan sobre zonas marcadas en Medio Oriente, mientras su información es estudiada en tiempo real desde cuatro puntos de Estados Unidos. Sus cámaras no obtienen un registro fiel, por lo que muchas veces las decisiones son tomadas entre tres oficinas distintas, a partir de presunciones. Quienes se ocupan de dar la orden de disparar ven en sus pantallas cómo va muriendo gente (cómo ellos van matando gente) al otro lado del mundo, y suelen terminar con un síndrome de estrés postraumático semejante al que genera la guerra misma. Uno de ellos, entrevistado por Chatterjee, dice haber matado a más de 1.000 personas de este modo.
La cantidad de datos y testimonios del libro es por momentos abrumadora, pero el viaje que se plantea es tan fascinante como aterrador. Se trata de un ejercicio distinto de periodismo en forma de historieta, surgido por la falta de empleo de ambos autores (de no haber mediado esa situación, podría haber sido simplemente un libro de texto). Joe Sacco, Sarah Glidden , Guy Delisle o el italiano Igort recorrieron caminos parecidos y demostraron que crónica, investigación y hasta reflexión periodística pueden ser expresadas con lenguaje de historieta. Por eso mismo, que Chatterjee haya elegido la historieta como forma de publicar una investigación y una denuncia tan importante sólo expande las fronteras del medio. Ese, en tiempos de transformación, crisis y replanteo del rol de la prensa, es un gran aporte.
Verax, de Pratap Chatterjee y Khalil Bendib. Salamandra Graphic, España, 2018. Distribuye Gussi.