Hace pocos días, con motivo del estreno comercial de Entre navajas y secretos (Rian Johnson) repasamos el whodunnit, esa clase de historia policial en la que el lector o espectador es invitado a colaborar en la resolución del delito. Que casi siempre es un homicidio, casi siempre la víctima es el dueño de casa y casi siempre la casa es una mansión victoriana en la que sobran los sospechosos, entre mayordomos, mucamas y parientes deseosos de adelantar el cobro de su herencia.
Pero en los últimos tiempos se ha popularizado otra clase de misterio, que también tiene mucho de lúdico y en el que nosotros tenemos una participación mucho más directa. El escape room o cuarto de escape es un juego en el que un grupo de personas es encerrado en el cuarto de marras. Luego de pagar el ticket de participación, claro está.
A partir de ese momento una cuenta regresiva comienza a correr y estos sujetos, que pueden ser amigos o desconocidos, deberán resolver una serie de enigmas lógicos para conseguir el triunfo. Suele existir una temática de fondo, como por ejemplo una invasión zombie, y los presentes deben descifrar pistas para salir por la puerta A, antes de que actores disfrazados de muertos vivos ingresen por la puerta B.
Estos locales pueden encontrarse en cualquier parte del mundo, incluso en nuestro país, y prueba contundente de que han llegado para quedarse es que este año se estrenó Escape Room, una película de terror dirigida por Adam Robitel en la que las potenciales víctimas deben sortear los obstáculos de esas salas... o morirán.
La sala de papel
La industria editorial no es ajena al zeitgeist y también en este 2019 parió al menos un ejemplar que busca aprovechar la moda de los cuartitos encerrones. Tanto así, que lo primero que se lee en la portada, en letras gigantescas, es Escape Room. Más chiquito, abajo, dice El libro. Y por último, como anticipando la posibilidad de estar comenzando una saga literaria, agrega el subtítulo de este tomo en particular: Morir dos veces.
Detrás de este ejercicio novelesco se encuentra Tery Logan. Y detrás de Tery Logan se encuentra Beatriz Tante. Esta madrileña de seudónimo anglosajón es guionista y dramaturga, y ha participado en la creación de “cenas con Cluedo”, que son ni más ni menos que veladas en las que los participantes deben resolver un whodunnit en vivo y en directo. Después de la cena, preferentemente.
Tery fue la encargada de escribir esta historia editada por Grijalbo y promocionada como un “escape room en forma de libro”, que además es “una historia de crimen y misterio que te envolverá en una nueva experiencia de lectura interactiva”. Bueno, en parte sí y en parte no.
Parte 1: en parte sí
Comencemos por lo que este libro promete y que logra cumplir. La historia, como de costumbre, está ambientada en el Reino Unido en el siglo XIX. Hay algo que nos sigue fascinando de aquella era en la que no existían los teléfonos celulares para contactarse con la policía ni las pruebas de ADN que condenaran a Jack, el forastero.
Todo comienza con la muerte de Ishbel Mortimer, una vecina muy querida del pueblito de Hamilton, cerca de Glasgow. El desconsolado viudo está convencido de que todo fue culpa del médico local, Loch Bolt, que en los últimos tiempos vive de borrachera en borrachera. Bolt terminará envuelto en una trama delictiva y lo pagará con su propia vida. Tranquilos, que la muerte del galeno está anunciada (literalmente) en la primera página de la historia.
Cada diez o 15 páginas se nos presentará un acertijo. En la mayoría de los casos es numérico, luego entenderemos por qué, y se resuelve contemplando alguna de las ilustraciones contenidas en el libro o haciendo uso de nuestro celular, para navegar con un código QR. Las hojas traen un espacio para anotar la respuesta, pero yo preferí hacerlo en una libretita, porque en general no soy de rayar los libros. Y porque le estaría arruinando la experiencia al siguiente lector.
La historia de Loch Bolt, sus aliados y sus enemigos, corre de manera bastante ágil. La autora no se encariña con un punto de vista y su narración salta de un lado para el otro, incluso antes de que sus personajes se encuentren cara a cara con la Parca. A Tery Logan no le interesan los premios literarios, sino atrapar la atención del lector, y su misterio misterioso está construido para que uno no se aburra entre enigma y enigma. Sin embargo...
Parte 2: en parte no
Los acertijos presentados por Tery son fáciles. Por no decir que son facilísimos. Cualquiera que haya comprado un par de revistas Quijote o Quiz en las últimas décadas podrá sortear las pruebas en segundos. Los recursos son sencillos e incluyen sustituir signos por letras, leer de derecha a izquierda o hacer algún cálculo menor. De todos modos, si uno no pudiera dar con la solución, en la parte trasera hay “pistas” para no trancarse.
Otro punto negativo es el uso de los códigos QR. Los acertijos suelen ser dibujos a página entera que no precisan de interactividad alguna, y el celular solamente nos lleva a otros dibujos a página entera, que perfectamente podrían haber estado en el libro. Salvo el último acertijo (ya casi llegamos a él), los QR solamente dificultan la lectura, en especial si uno va resolviendo las pruebas mientras camina por las calles del barrio Cordón y debe hacer malabares con el libro, el celular y la libretita de anotaciones.
Por último, todo está presentado como un escape room desde las gigantescas letras de la tapa, pero recién en el epílogo, después de que el último responsable es puesto tras las rejas, uno descubre que en realidad estuvo leyendo el libro desde una celda, de la que solo podrá escapar con una combinación numérica que incluye cifras de los desafíos anteriores. Que es como terminar la saga de Juego de tronos diciendo que “todo fue un sueño” y poner en la portada de cada libro “Una experiencia onírica”.
Con un poco más de dificultad y una mayor sinceridad en contratapa, solapas y prólogos, la obra de Logan divertiría más de lo que enfadaría al terminar de leerla.
El algoritmo recomienda
Si te gustan los misterios que el lector puede resolver descifrando imágenes, hay una serie de libros publicados en los 80 y 90 que lo hacían muchísimo mejor. La colección Resuelve el Misterio de la editorial Timun Mas presentaba a dos detectives adolescentes: Amy y Lince.
En una decena de páginas se presentaba el misterio, siempre desarrollado en el poblado de Lakewood Hills (¡cada libro venía con un mapa desplegable del lugar!) y terminaba con un dibujo realizado por Lince que contenía las pistas suficientes como para resolver lo ocurrido. Así, cerca de una decena de veces por libro. Estos ejemplares, de rabioso color amarillo y una lupa en la portada con las caras de los protagonistas, todavía pueden encontrarse en ferias y librerías de usados. No son cuartos de escape, pero al menos no se publicitan como tales.
Escape Room. El libro, de Tery Logan. Grijalbo, 2019. 264 páginas.