Desde que dio a conocer la conexión de Vivian Trías con los servicios secretos checoslovacos (StB), a partir del trabajo del checo Vladimir Petrilák y el brasileño Mauro Abranches Kraenski, Fernando López D’Alesandro ha atravesado diversas polémicas, en muchos casos desde las páginas de la diaria. Hace dos meses apareció Vivian Trías: el hombre que fue Ríos. La inteligencia checoslovaca y la izquierda nacional (1956-1977) (Penguin Random House), el libro en el que sistematiza las investigaciones que venía dando a conocer en la prensa.
Aunque se centra en el dirigente socialista (el título juega con el nombre clave por el que lo llamaban los checos), no es difícil ver al libro como parte de los estudios sobre distintos movimientos políticos que D’Alesandro inició hace décadas, del que es representativo Historia de la izquierda uruguaya (1988). De hecho, es posible ver a El hombre que fue Ríos como el volumen correspondiente al Partido Socialista (PS) uruguayo. Militante de esta organización durante décadas, aunque desde hace años desvinculado de ella, D’Alesandro afirma haberse sentido profundamente conmocionado cuando comenzó a comprender, a mediados de la década de 1990, que el intelectual socialista se había vinculado a un gobierno extranjero.
Me da la impresión de que, aunque no se hubieran publicado las investigaciones de Petrilák y Abranches Kraenski sobre el StB en América Latina, vos habrías escrito un libro muy parecido a este. Queda claro que estabas acopiando documentos, testimonios e interpretaciones de la historia del PS desde hace muchísimo tiempo.
Es una addenda, un derivado de todos estos años de investigación de la historia de la izquierda uruguaya. Paré de hacerla porque había un montón de vacíos sobre los que tenía que investigar profundamente; entre ellos, el tema de Trías. Cuando aparecieron los archivos checoslovacos esos vacíos se llenaron, entonces retomé. Creo que se nota, sí, que yo tenía gran parte de la investigación hecha, que está muy madurada y que se redondeó cuando aparecieron los archivos.
En ese sentido, es posible leer dos tramas en el libro: por un lado, la de un partido que busca su rumbo, dentro de la cual aparece Trías como un líder y un intelectual de peso, y una segunda trama que empieza un poco después, que es la de Trías vinculado al StB. ¿Ves esa división?
Existe un Trías de la década de 1950, hasta la Revolución Cubana, inclusive, y existe un Trías pos Revolución Cubana, que coincide con su vínculo con la StB. Un crítico decía que Trías se separa de la militancia y ya no tiene responsabilidad en los hechos. Esa es una lectura muy capciosa, muy forzada. Que se separe de la militancia no quiere decir que no siga incidiendo con sus aportes. Creo que en el libro se ve que sí. Además, cuando Trías vuelve a la militancia, entre 1967 y 1968, después de la ilegalización del PS, es cuando el partido empieza a adoptar el marxismo-leninismo y termina en la alianza con el Partido Comunista [PCU]. O sea, no se lo responsabiliza antes del caos porque él se va, en la época de los MUSP [el Movimiento Unificado Socialista Proletario], etcétera, aunque él sí estaba en esa época. Trías está siempre y tiene un zigzag permanente, una suerte de “línea beoda”: para un lado, para el otro. Hay un Trías que entiende y apoya a los MUSP, no se va con ellos, se queda en el partido, está a favor de la lucha armada, da manija en el Coordinador, da manija a todo lo que fue el MLN-Tupamaros y luego vira hacia una posición cada vez más afín con el bloque soviético, desde 1965 en adelante, y en sintonía con la StB, como queda claro en los documentos. José Rilla dijo en la presentación del libro que el vínculo transforma a Trías. No es que los checos le pusieran un revólver en el pecho y le dijeran “hacé del PS una filial del PCU”. No, es el vínculo el que lo transforma. Él hace buena letra con sus superiores por sí mismo. Cuando él presenta el marxismo-leninismo, o cuando presenta la alianza con el PCU, lo hace en clave de “qué merito que estoy haciendo”.
¿No había convergencia de intereses entre los partidos comunistas de Europa del Este y algunos partidos de izquierda de América Latina? Porque no fue algo que ocurrió sólo con el PS de Uruguay.
Es el viejo tema de la sintonía de agenda o de las coincidencias ideológicas... Cuando la StB lo manda a Chile y a Perú no lo hace inocentemente: lo manda a ver un proceso de cambio social. Cuando vuelve de allí trae un bagaje muy rico y una visión muy clara del camino de la transformación social mediante la alianza del PCU y el PS. La ida a Chile influye en eso, influye la relación con la StB, que le sirve materialmente, influye la situación del país y la del partido, al que ingresa una generación con una actitud muy “antitupa” y muy marxista-leninista. Todo eso lo lleva a ese giro en el que la alianza con el PCU de 1972 es presentada a la StB como un logro que la StB aplaude. Nunca lo obligaron a hacer eso, pero negar la influencia del vínculo es ingenuo.
También es cierto que durante la década de 1960 el PS busca su lugar por diversos motivos. Compite por un espacio entre el batllismo y el comunismo, digamos, pero a la vez había muchos actores buscando nuevos rumbos.
Hay un fracaso muy grande con la Unión Popular [UP]. Fue un desastre que comprobó que las tesis del socialismo nacional estaban equivocadas y que en Uruguay no podían funcionar, no iban a funcionar, y no funcionaron. Ese fracaso lleva al PS a una profunda crisis de identidad, que dura hasta ahora. Ahí arranca una deriva que lleva a un mundo loco: al MUSP, al MLN, al marxismo-leninismo, a intentar sustituir a los propios comunistas, y luego termina en la alianza con el PCU. La línea beoda es el producto directo del fracaso de la UP en 1962. Adobado, además, por el éxito de la revolución cubana. No podían volver al frugonismo.
También hay cosas que exceden al partido. La juventud emerge como un actor nuevo en los 60. No parece que fuera un sector al que se le llegara con propuestas moderadas o liberales.
La gente que entra en 1968 lo hace desde el marxismo-leninismo y con una posición muy crítica hacia el MLN. Ven al PS como un lugar donde armar un partido marxista-leninista revolucionario. Hay quien sospecha que en esa camada que entró hubo infiltrados del PCU; yo no tengo pruebas. Esa gente fue la que luego quiso fusionar al PS con el PCU y son los que luego se van masivamente al PCU en 1973. Hay una cosa que hay que tener en cuenta: la izquierda pos UP queda en cierta forma entrampada, toda ella, en lo que llamo la cultura comunista. Nadie quiere volver a la socialdemocracia, nadie quiere volver al frugonismo. En realidad, luego de 1962 lo que hay en la izquierda uruguaya son muchos partidos culturalmente comunistas. En el PS se ve no sólo en el lenguaje, en los giros, en toda la transformación cultural, sino también en el marxismo-leninismo y en esa manía de darle lucha al PC y pararse como los auténticos marxistas-leninistas. Vos ves el manifiesto condenando la invasión de Checoslovaquia y está hecho desde el marxismo-leninismo para probar que ellos son los auténticos, pero no se condena la invasión por la invasión en sí, no se le llama “imperialista” a la Unión Soviética. Terminan pareciéndose tanto al PCU que no saben lo que son.
Pero justo en Uruguay los dos partidos tienen un tronco común.
Claro, en 1921 el PCU surge del PS. El PCU acepta las tesis de la Internacional Comunista. Uruguay es el único país del mundo en que el PS se transforma totalmente en el PCU, producto de la coyuntura de la década de 1920. Pero el PS, que era minúsculo, crece en la década de 1920, renace desde las clases medias, sin mucha incidencia obrera pero sí política, ideológica, centrada en la figura de [Emilio] Frugoni. Nace un partido que es socialista, que es marxista, pero que es democrático. Es la conciencia crítica marxista de la realidad uruguaya. No tiene nada que ver con el PCU, que tenía posiciones absolutamente radicales, de guerra de clases. El PS desde 1922, 1923, siempre fue un partido de corte socialdemócrata, marxista clásico, que criticaba al batllismo por izquierda, que no se ataba al carro del PC, y que poco a poco fue siendo furibundamente anticomunista, tanto que Frugoni planteaba que entre el imperialismo ruso y el yanqui había que quedarse con el yanqui y criticaba duramente al tercerismo. El tema es que después de la Segunda Guerra Mundial la tercera posición gana espacio en el PS, con Trías y otros; gana espacio el revisionisimo histórico, y eso lleva a la transformación del partido en los años 50, cuando se vuelve efectivamente un partido tercerista, socialista radical, pero que por anticomunista se aísla y le regala la bandera de la unidad al PCU. Cuando arman la UP, pierden por todos lados, porque la bandera de la unidad le queda al PCU. En cambio, el PS se alía con Enrique Erro, un blanco que repugnaba a la vieja guardia del partido, más otros errores, que terminan en la implosión. Cuando pasa eso, entre las razones económicas y el pedo ideológico que tenía, Trías se vincula con la StB checoslovaca.
Vos hacés una crítica muy fuerte, desde los resultados y también desde lo teórico, a la concepción de socialismo nacional. Sobre todo, afirmás la incompatibilidad de las ideas de clase y nación.
Yo digo que Trías subordina la idea de clase a la idea de nación. Todo queda subordinado a la revolución nacional, y esa es una desfiguración del socialismo, una “herejía” del marxismo clásico. La tesis básica del socialismo nacional es que la revolución y el cambio social van a devenir de las revoluciones nacionales; Trías va a buscar nacionalistas populares hasta debajo de la cama. Lo más parecido que encontró fue Erro, que tenía tanto de nacionalista popular como yo de Brad Pitt. Y en el contexto latinoamericano se va a aliar con lo peor.
Pero en esa época había muchos buscando un sujeto de cambio nuevo, ¿no? A fines de la década de 1950 muchos intelectuales jóvenes, por ejemplo, empezaron a mirar al ruralismo.
Sí, y eso te explica el apoyo a [Raúl] Sendic y la aceptación de las tesis maoístas. Por un socialismo nacional, que es el libro icónico de esa corriente en Uruguay, está basado en gran parte en las tesis de Mao Tse Tung. Buscaban eso, sí, pero no lo encontraron. Eleuterio Fernández Huidobro decía con humor que habían creado el movimiento de apoyo al campesino y cuando salieron al campo, no había selva ni campesinos. Cuando Sendic arma la movida en Artigas con los cañeros, el socialismo uruguayo se jugó a favor de eso. Y cuando se armó la movida del Coordinador, el socialismo uruguayo también se la jugó por las acciones. Había militantes que estaban en contra, claro. Cuando el Coordinador puso proa a lo que sería la fundación del MLN, pocos años después, eso se hizo con el aval del PS. Y luego el PS dirigido por José Díaz sigue buscando en la vía armada la forma y la manera de hacer la revolución, y de ahí su apoyo a la OLAS [Organización Latinoamericana de Solidaridad, que coordinaba diversos movimientos revolucionarios desde Cuba], pensando que podían ser el ariete de la revolución cubana en Uruguay. Ahí se hace el Acuerdo de Época, un delirio absoluto: querían crear una organización paralela desde el diario Época y hacer una revolución armada. Ahí viene la ilegalización del PS, y Trías discrepa. En todo lo de la OLAS y Época, Trías está ausente. Y a los checos les dice que no tiene mucha experiencia revolucionaria. En el informe que se eleva a Praga, si bien no se le atribuyen explícitamente, hay aportes de Trías, y se plantean las discrepancias con esta línea y las coincidencias con las del PCU respecto del tema de la OLAS. Luego Trías lo hace público en un trabajo muy poco conocido, en el semanario Izquierda, donde reivindica la posición del PCU en la OLAS en sintonía con la StB y la Unión Soviética.
Lo que hizo Trías para los checos se puede dividir en tres tipos de trabajos. Hizo operaciones de propaganda en la prensa y realizó tareas de espionaje concreto, como la obtención de información de la Embajada de Estados Unidos y de comisiones parlamentarias. Además, realizaba informes periódicos sobre la situación uruguaya y regional.
Sus informes sobre la coyuntura argentina confirman los errores de enfoque teórico del socialismo nacional. El supuesto de que de los nacionalismos populares va a surgir la revolución social llevó a Trías y a Carlos Machado a apoyar el proceso peronista sin ver el horror que se tejía alrededor de [José] López Rega y compañía.
No cabe duda de que como análisis no resultó muy bueno, pero ¿no podría entenderse como deseo? Deseo político y deseo de agradar, de mantener interesados a quienes informaba.
Son las dos cosas. Lo dije en el artículo de febrero de 2018: ¿cuán critico podés ser de los aliados de tu jefe? Pero no es lo único. Cuando vos comparás las posiciones de Trías públicas y notorias con los informes que eleva a la StB sobre el tercer peronismo, la coincidencia es casi total. Él estaba a favor del peronismo. Y lo que Machado escribe sobre López Rega es lo que siempre pensó, igual que sobre Isabel Martínez.
Reconozcamos que desde Uruguay analizar la política argentina siempre ha sido difícil.
Nos cuesta mucho. Modestísimamente, debo de tener una de las bibliotecas más grandes del país sobre peronismo, un tema que investigo desde hace años con Carolina Cerrano. Pero cuando uno se aproxima al tema entiende que las posiciones de Trías eran un disparate. Negaba toda la veta fascista del peronismo. No se puede tener una cabal comprensión si no se la considera. Juan José Hernández Arregui, cuando intenta aproximarse al asunto, se manda el disparate de decir que el fascismo en el sur es una cosa y en Europa Central, otra. No, querido: el tercer peronismo te demuestra exactamente lo que fue la veta fascista del peronismo operando, Triple A y López Rega mediante, como grupos de tareas dentro del aparato represivo de la dictadura de [Jorge Rafael] Videla. Eso ellos no lo ven. Lo niegan, porque estaban jugados a que desde un proceso nacionalista popular tenía que surgir sí o sí la revolución. Por eso cuando el peronismo cae, en 1976, Trías quiere ver todo eso en Videla.
Tratando de pensar sobre el lugar desde el que está escrito el libro, sobre su punto de vista, yo lo encuentro posible sólo después de ciertos eventos importantes. El principal es la dictadura, pero no sólo porque hace compartible ese espanto por Videla, por ejemplo, sino por la construcción de un sentido común democrático que estaba debilitado antes. Y creo que la idea del PS que propone el libro también es deudora indirecta de la dictadura, en tanto muchos dirigentes que debieron exiliarse en España, por ejemplo, pudieron ver de cerca cómo se habían transformado los partidos socialistas europeos que estaban en el gobierno, y retornaron con planes renovados para el PS. Me parece que el libro habla desde ese PS “modernizado”, que retorna a la Internacional Socialista.
Los árabes decían, como recuerda Marc Bloch en su Introducción a la historia [1949], que los hombres son más hijos de su tiempo que de sus padres. Yo escribo desde el presente. Sinceramente, no respondí a esa visión de quienes volvieron de España; de hecho, en la apertura democrática yo era un ortodoxo. Al libro lo escribí porque tenía algo que contar, en dos sentidos: algo que narrar y elaboraciones historiológicas que presentar. Y desde mi posición de izquierda, hago una revisión crítica de un pasado que nadie quiere ver y que es necesario ver para cambiar. Eso es lo que me motiva, además de la curiosidad.
¿Sería bueno que cambiara el PS?
El PS no me importa. El punto es otro. Hago esto porque hay que saber para mejorar y cambiar. Porque creo en la democracia y en su radicalización. Y creo en la libertad, sobre todo. Por eso me molestaba cuando me pedían que callara. Creo que hay que decir todo. Hay gente que se niega a discutir. El silencio es estancamiento. El pasado necesita un debate. Nada de lo que dice este libro no sucedió. Se puede discrepar con el análisis y no tengo problema en debatir. Pero tenemos el deber de conocer y de difundir lo que conocemos,; es nuestro deber social como intelectuales. No estamos para ser genuflexos, sino para conmover y hacer pensar. Y si estos aportes sirven para mejorar a la izquierda y sacarla del marasmo ortodoxo en el que están algunos sectores, mejor. Hay 30 años de investigación atrás de este libro. Debatamos.
Vivian Trías: El hombre que fue Ríos. La inteligencia checoslovaca y la izquierda nacional (1956-1977). Fernando López D’Alesandro. Montevideo, Penguin Random House, 2019. 382 páginas.