Chuck Wendig es una personalidad destacada en Twitter. Casi todas las mañanas, premia a sus seguidores con alguna frase motivacional que comienza en forma bastante realista, para luego llegar hasta la estratósfera con hipérboles que harían sonrojar al mismísimo Stan Lee. “JUEVES. Lo que sea, lo que te esté ocasionando problemas, lo tenés bajo control. Creo en vos. Tengo fe en vos. Literalmente. Construí un obelisco de vos y lo cubrí de flores. Maté una cabra por vos. Ya somos muchos. Construimos un templo. Tus poemas son nuestro libro sagrado. ALABADO SEAS”.
Esta clase de guiños humorísticos diarios, que pronto serán editados en forma de libro ilustrado, fueron los que me acercaron a él. Luego descubrí que había leído uno de sus libros, ambientado en el universo de Star Wars (Aftermath, de 2015). Y ya lo seguía cuando Marvel lo despidió de los comics de Star Wars, debido a la manera “poco civilizada” con la que interactúa con los seguidores de Donald Trump en la mencionada plataforma de mensajitos.
Seguir a autores o intérpretes en las redes sociales nos da una sensación de cercanía, así que cuando Wendig anunció la salida de su nueva novela, abrí los ganchos. Como no me sentía tan cercano, esperé a que estuviera a tres dólares en la tienda digital de Amazon y allí adquirí Wanderers, que poco tiene que ver con el equipo uruguayo de fútbol y mucho con la reciente paranoia acerca de pestes que prometen arrasar con la especie humana.
Es algo sorprendente si se tiene en cuenta que escribió la novela mucho antes de que la palabra “coronavirus” pasara al dominio público, y con algunas similitudes escalofriantes en la trama (como la forma en que una y otra peste llegaron a los humanos).
Ahora sí, mi experiencia única e irrepetible de sumergirme en el mundo de Wanderers.
Ningún bohemio
Lo primero que hay que señalar, en este mundo en el que debemos maximizar nuestro tiempo de ocio, es que se trata de una novela de 800 páginas, al menos en su edición en papel. En el kindle es más complejo, porque va marcando el porcentaje al costadito y uno puede pasar 20 minutos leyendo antes de que pase de 2% a 3%. Wendig invierte muchos caracteres en el desarrollo de sus personajes y en los distintos arcos que protagonizan, aunque esto no significa que la lectura sea pesada. Simplemente, es un libro largo.
¿De qué va? Resulta que un día, en un rincón de Estados Unidos, un puñado de personas comienza a caminar en forma ordenada, pero sumidas en un extraño estado de sonambulismo. Cualquier intento por detenerlas termina en tragedia, así que las autoridades deciden acompañar a la creciente caravana de seres humanos en su irrefrenable caminata hacia quién sabe dónde.
La posibilidad de que este comportamiento extraño tenga un origen infeccioso llama la atención del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), que envía a sus mejores hombres para estudiar el fenómeno. Poco tiempo después, una plaga mortal comienza a extenderse en todo el mundo y los protagonistas se preguntarán si ambos sucesos están relacionados. Lo están.
Haciendo los deberes
Tanto en su blog (Terribleminds) como en sus interacciones públicas, queda claro que Wendig es capaz de desmenuzar una historia en cada uno de los elementos que la componen. Sus críticas (constructivas, pero muchas veces descarnadas) a diferentes productos audiovisuales y literarios dejan bien en claro su capacidad para ver los hilos que sostienen una narrativa. Para ver los caracteres japoneses que forman el mundo de Matrix.
A la hora de fabricar su propio universo, al menos en esta ocasión, ese conocimiento parece haberle jugado una mala pasada. Cada uno de los arcos de cada uno de los personajes protagónicos, que incluyen a la hermana de la primera sonámbula y a un integrante del CDC caído en desgracia, parecen seguir un camino demasiado predecible, con la cantidad exacta de obstáculos, la cantidad necesaria de pérdidas y un ritmo recomendado por nueve de cada diez escritores.
Esto hace que al libro le falte sorpresa. Hasta los momentos “sorprendentes” se encuentran en los lugares indicados por los grandes autores para ubicar los momentos sorprendentes. A Wanderers le falta tomar más riesgos, le falta equivocar una nota en el piano para que el público levante una ceja.
En cuanto a los personajes, hay tiempo para desarrollar las personalidades de cada uno. Sin embargo, la fascinación de Wendig por salpicar su historia de referencias pop hace que todos tengan al menos un momento en el que se comportan como Abed, el personaje de la sitcom Community. Y todos tienen un momento en el que justo recuerdan un hecho que viene al caso de lo que están conversando, pero lo hacen de manera dubitativa. “Esto me hace acordar a aquella serie de televisión... ¿Cómo se llamaba?”.
Corresponde mencionar las fortalezas del autor, y de ellas la principal es la capacidad para describir a los personajes, especialmente utilizando datos visuales. Es imposible no hacerse una idea de cómo lucen sus protagonistas y personajes secundarios. Otra fortaleza es la capacidad de dosificar la información para mantener nuestra atención a lo largo de los centenares de páginas, revelando el origen de la plaga, la razón de ser de los sonámbulos y el papel de una misteriosa inteligencia artificial que se comunica con una lucecita verde y una roja (hay una explicación para esta interfaz tan chota, aunque llegará un poco tarde).
Hasta acá llegué.
Pese a los esfuerzos para retenerme como lector hasta el final, estuve a punto de dejar el libro de lado justo en la mitad. De hecho, la posibilidad de reseñarlo fue la que inclinó la balanza.
El hecho que me dejó al borde de la despedida prematura fue una escena puntual que ocurre cuando transcurre 53% del libro. Se trata de una escena de violación relatada de manera demasiado gráfica, algo que nada aporta a quien se encuentra leyendo la historia. Podríamos incluso debatir si el hecho en sí era necesario en el arco de la víctima, pero incluso si la respuesta fuera afirmativa, hay un exceso de morbo de parte del autor a la hora de contar la escena.
Si les gustan los thrillers que construyen un mundo justo antes del apocalipsis, con personajes que suelen ser más inteligentes de lo que deberían y subtramas que cierran con demasiada prolijidad, este título podría ser de vuestro agrado.
Wanderers. De Chuck Wendig. Estados Unidos, Del Rey, 2019. 800 páginas.