Robin Wood, uno de los guionistas de cómics más populares y prolíficos del cómic en español, murió este domingo a los 77 años, después de haber escrito miles de historias y de haber recibido casi todos los premios más importantes de la industria. La noticia fue comunicada por su esposa, María Graciela Sténico-Wood, en Facebook. “Acaba de fallecer mi esposo Robin Wood, víctima de una penosa enfermedad”, escribió.
Había nacido en 1944 en Paraguay, en una colonia socialista formada por escoceses e irlandeses venidos desde Australia. Comenzó a escribir en Encarnación y luego se radicó en Buenos Aires, donde se inscribió en la Escuela Panamericana de Arte y descubrió que lo suyo no era el dibujo. La suerte quiso que conociera al artista correntino Lucho Olivera, con quien se puso a trabajar en una historia sobre los sumerios, una temática que a ambos les interesaba. De esa manera nació su personaje más famoso: Nippur de Lagash, un general exiliado que recorría los reinos más importantes de la Antigüedad y se cruzaba con personajes mitológicos como Teseo y el Minotauro.
Las aventuras de “el Errante”, que mezclaban historia y fantasía, fueron publicadas en la revista D'Artagnan, de la mítica editorial Columba, entre 1967 y 1998. Esta epopeya, apoyada por los dibujos de Olivera, logró el éxito tanto en Sudamérica como en Europa.
Otra de sus más recordadas creaciones es Dago, historieta ambientada en el Renacimiento que tenía como protagonista a César Renzi, un noble veneciano dado por muerto luego de la masacre de su familia. Arrojado al mar con una daga en su espalda, es tomado como esclavo por un barco turco donde es rebautizado “Dago” por el arma blanca que casi le cuesta la vida, recuerda RTVE. A partir de ese momento deberá alcanzar la libertad para luego concretar su venganza. Los dibujos originales eran de Alberto Salinas, aunque luego continuó con el arte de Carlos Gómez y Joan Mundet.
Wood llegó a publicar en varias revistas al mismo tiempo y se vio obligado a crear seudónimos para que su nombre no se repitiera tanto en los índices. De su pluma también salieron historietas como Pepe Sánchez, una parodia del espionaje protagonizada por un hincha de Chacarita y con arte de Carlos Vogt. También Gilgamesh el inmortal, creación de Olivera a la que el guionista le daría nueva forma varios años después. En cuanto pudo, se fue a recorrer el mundo y pidió a la editorial que le girara el dinero por su trabajo.
“Quería ver todos aquellos lugares acerca de los que había leído en los libros”, contó en una entrevista con ECC. “Me fui con una mochila y un pasaje a Nápoles, y ese fue el inicio de 40 años de viajes continuos, en los que me recorrí el mundo. Viajar es un vicio para mí... He dejado trozos de mi persona aquí y allá. Cuatro cogidas tuve en Pamplona... el toro era todo un profesional. He hecho todos los deportes individuales, de todo tipo, especialmente artes marciales, durante 30 años. He hecho salto en paracaídas, buceo, carreras a larga distancia...”. Trabajó en kibutz de Israel y “casi” lo matan a tiros en Líbano por cruzar la frontera sin darse cuenta.
Regresó a Paraguay en 2016, luego de su retiro obligatorio a raíz de una enfermedad neurológica que le impidió seguir escribiendo. A esa altura su producción era incontable. “He creado 92 personajes y he escrito más de 50.000 guiones según algunos, aunque otros hablan de 8.500 guiones, no sé”. Y no tenía favoritos. “Son todos diferentes, son hijos”.
Camino a Lagash
El escritor y guionista de historietas Rodolfo Santullo no era fan de las publicaciones de la editorial Columba. “Para mí eran esas revistas feas con el color mal impreso; nunca las registré en mi infancia o adolescencia”, contó a la diaria. Ya en su juventud, descubrió el volumen de Nippur de Lagash publicado por Clarín en su Biblioteca Clarín de la Historieta. “Fue increíble. Para empezar, estaba todo en blanco y negro, no tenía ese color horrible que desalentaba”.
“Fue un '¿qué me he estado perdiendo? ¿Quién es este tipo?', y ahí arranqué a buscar”. Leyó todo lo que encontró de Robin Wood y cree que “su obra maestra absoluta” es Savarese, dibujada por Cacho Mandrafina, aunque aclara que tiene debilidad por el género policial. “El tipo era un narrador de esos capaces de agarrarte de la nariz y en 12 páginas darte vuelta como una media”, comentó.
Santullo conoció a Wood en 2008, en un evento en Valparaíso. “Era un tipo simpatiquísimo. Una cosa que me fascinó fue que era capaz de mencionarte de memoria todas las tiras de Mafalda. No era un tipo que hablara de sí mismo, sino que hablaba de las historietas y libros que leía, de las aventuras que había tenido... Porque encima tuvo una vida de esas increíblemente variadas, de escribir mientras recorría el mundo con una máquina de escribir en la mochila”.
“Fue como un hallazgo gradual el mío de Robin Wood. Primero como autor, al que descubrí tarde; luego como persona, un tipo muy simpático y muy accesible. Y a partir de ahí encontrar que entre su enorme producción hay perlitas increíbles, como un Merlín que hizo con Quique Alcatena, que es una maravilla de apenas seis episodios. Pero esos seis episodios valen oro. Encontré un enorme autor y, qué descubrimiento obvio el mío, su fama era absoluta y merecida”.