Tal vez el siglo XX haya terminado de morir el lunes, cuando se apagó definitivamente la vida del escritor, editor, traductor, periodista y pintor Lawrence Ferlinghetti. Nacido en Nueva York el 24 de marzo de 1919, tuvo una infancia marcada por la orfandad y la incertidumbre que lo llevó a vivir en distintos países y en hogares transitorios.
Se recibió de periodista en 1941 en la Universidad de Carolina del Norte, y más tarde obtuvo una maestría en Columbia y un doctorado en La Sorbona, pero la fecha clave para su ingreso en la gran historia de la literatura estadounidense fue 1952, el año en que abrió en San Francisco la librería y editorial City Lights, el centro en torno al que orbitaron figuras como Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Gregory Corso y William Burroughs, entre otros. En 1956, City Lights publicaba Aullido, el largo y desgarrador poema-manifiesto de Ginsberg, y al año siguiente Ferlinghetti comparecía ante la Justicia acusado de imprimir obras indecentes. Fue absuelto, y tanto el poema como la librería y sus parroquianos adquirieron la dimensión de leyendas de una nueva era.
Como artista, Ferlinghetti repudió la escritura de salón y las formas fáciles de la cultura. Decía que los hombres blancos de su país habían perdido todo apetito revolucionario, pero confiaba en el empuje de las mujeres y los negros. Odiaba la idea de jubilarse y decía que un escritor trabaja hasta que ya no puede sostener la pluma. Tenía casi 102 años el lunes pasado, cuando una enfermedad pulmonar acabó con su vida.