“Lo que aquí llega trae las huellas de un largo recorrido. Venía yo de la filosofía y, por los caminos del lenguaje, me topé con la aventura de la comunicación”. Así empieza De los medios a las mediaciones,1 el más famoso libro de Jesús Martín-Barbero, que tenía entonces 50 años. Más de 30 años después, ese libro se sigue leyendo, reeditando y traduciendo, y es visto como un mojón que marcó un antes y un después en los estudios de comunicación en América Latina. El 12 de junio Jesús murió en Cali, la ciudad donde había empezado su aventura con la comunicación.
Nacido en Ávila durante la Guerra Civil Española, aterrizó en Bogotá en 1963, cuando aún persistían las marcas de “La Violencia” entre liberales y conservadores que atravesó Colombia más de 30 años. Violencia que, con distintas formas, no abandonaría nunca ese país que adoptó para siempre como suyo, aunque el miedo y la tristeza lo llevaron a vivir fuera algún tiempo.
En su España natal había empezado sus estudios de filosofía, que continuó más tarde en Bélgica y complementó con los de semiótica y antropología en París. De vuelta en Colombia, desde 1975 se instaló en Cali, donde dirigió el Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Universidad del Valle y donde continuó enseñando e investigando hasta mediados de los 90. Allí, en Cali, se produjo el clic.
Una tarde de cine mexicano
Todo empezó una tarde en que fue con algunos colegas a ver un melodrama mexicano que venía batiendo récords de taquilla. A poco de empezar no podían contener la risa “pues sólo en clave de comedia nos era posible mirar aquel bodrio argumental y estético que, sin embargo, era contemplado por el resto de espectadores en un silencio asombroso”.2 Varios hombres los amenazaron con echarlos a patadas si no se callaban y, entonces, “hundido avergonzadamente” en su butaca, se dedicó no a mirar la película sino a los espectadores, y a preguntarse qué veían que él no podía o no sabía ver. Empezó también a cuestionarse el para qué de todas sus lecturas semióticas e ideológicas, sus esfuerzos desalienantes y “concientizadores”, que de nada podían servir a esos hombres y mujeres que miraban la pantalla con ojos llorosos. A partir de entonces comenzó un camino en el que lo primero era “cambiar el lugar desde donde se formulan las preguntas”, empezar a “ver con la gente” y posibilitar que la gente contara lo que había visto. Los métodos del antropólogo resultaban, para esto, más útiles que los del semiótico.
Hasta ese momento Jesús se había posicionado del lado “crítico” de los estudios de comunicación. En ese tiempo –y aún ahora– eso significaba tratar de develar las tramas ideológicas y económicas del poder de los medios masivos y el papel de los medios en las tramas del poder. Esta mirada crítica tenía una fuerte base en los teóricos de la Escuela de Frankfurt (Theodor Adorno, Max Horkheimer,) y el estructuralismo francés (Louis Althusser, Roland Barthes). Su primer libro, Comunicación masiva: discurso y poder (1978),3 tenía esa base de partida, aunque buscaba ya abrir la cancha, invitando a pensar América Latina desde América Latina. Pero fue en De los medios a las mediaciones donde se consolidó una posición “crítica de la crítica”. Hace su “ajuste de cuentas” con la Escuela de Frankfurt, rescata de allí sobre todo a Walter Benjamin, y recupera con fuerza a Antonio Gramsci. Empieza a mirar la comunicación desde el lado de la recepción y sigue definitivamente un camino diferente, que había empezado aquella tarde de cine en Cali.
A partir de ahí, por ejemplo, más que preguntarse qué hace la televisión con la gente –cómo la manipula, la aliena– empezó a preguntarse qué hace la gente con la televisión. Y empezó a descubrir el papel que los medios juegan en la vida cotidiana de tantos y tantas, que gozan contando lo que vieron, que se identifican y entusiasman con detalles aparentemente insignificantes que sus análisis semióticos no podían captar. Encontró también las múltiples complicidades que se habían ido tejiendo entre actores y productores de telenovelas con los públicos populares, enraizadas en tradiciones como el folletín y la novela de cordel.
Encontró además que en estos procesos de recepción juegan un papel central las mediaciones: la familia, el trabajo, el barrio, los ámbitos donde se comparte lo que se consume en los medios. Por eso con sus colegas y alumnos decidió salir a explorar los tejidos comunicativos que se anudan en espacios de encuentro como las plazas y mercados, los espectáculos masivos o los centros comerciales. A partir de su trabajo y el de otros y otras –como sus amigos de México Néstor García Canclini y Rossana Reguillo– la trama cultural y las múltiples mediaciones de la vida social emergen como espacios de estudio clave. El consumo, los mundos juveniles, los laberintos urbanos del miedo y las nuevas socialidades tecnológicas son explorados desde la comunicación y la cultura.
Sembrador de preguntas
Repasemos entonces, brevemente, algunas de las cosas que Martín-Barbero aportó al ancho campo de estudios de la comunicación y la cultura, las brechas que abrió y las preguntas que sembró.4
Memoria y modernidad. Se pregunta Jesús de qué modo la modernidad latinoamericana se construyó intentando ignorar su memoria y cómo esta memoria emerge una y otra vez aunque cueste reconocerla o se insista en rechazarla tanto por izquierda como por derecha, por temor a lo bárbaro-popular o por el carácter reaccionario de la tradición.
Lo masivo y lo popular. Cómo lo masivo, y especialmente lo mediático, ha sabido incorporar a su propia estrategia elementos fundantes de las culturas populares, como la tradición de la narrativa oral recuperada por el melodrama en un entrecruce entre matrices culturales y formatos comerciales. Cómo además el uso de los medios por parte de los sectores populares difiere muchas veces de la pura lógica del mercado y del diseño de las clases dominantes.
La emergencia de nuevas sensibilidades. Cómo se crean nuevas formas de sociabilidad, nuevas maneras de estar juntos. Cómo se reconstruyen espacios de encuentro en las nuevas realidades virtuales, cómo se construyen nuevas identidades en torno a la música consumida o creada por los jóvenes. Cómo las iglesias pentecostales y electrónicas recuperan el rito perdido transformándolo en espectáculo mediático, o cómo el espectáculo mediático se transforma en el ritual masivo contemporáneo.
El espesor de lo cultural. De qué manera trascender las lecturas superficiales de prácticas, conductas y discursos y leer las culturas en su diversidad e historicidad y desde el significado que le dan los actores en su propia experiencia vital. Observando los intercambios simbólicos y de sujetos que acompañan el intercambio comercial de objetos en las plazas de mercado o haciendo relatar a los públicos populares lo que ven en la televisión, busca aproximaciones a la realidad de actores mal conocidos por las ciencias sociales o sobre los que suele abrirse juicios sumarios sin investigación rigurosa.
Tal vez todo su trabajo podría definirse como un intento de reencantar la mirada crítica sobre lo social, lo político y lo cultural en el contexto latinoamericano. Frente a los análisis críticos que ven los medios masivos la fuente de toda alienación, en las tradiciones populares sobre todo lo reaccionario, en las conductas juveniles la pérdida de valores, en las iglesias pentecostales una invasión desmovilizadora, él busca, en cada caso, las potencialidades de resistencia y las alternativas de construcción social. O, al menos, señala la necesidad de comprender las matrices culturales antiguas y las necesidades sociales nuevas que cada una de estas manifestaciones ha sabido captar y que deben ser incorporadas en todo proyecto de cambio social, político y cultural.
Esta mirada “culturalista” suscitó debates fuertes, especialmente con los “críticos” tradicionales, que siguieron denunciando –no sin razón– las complicidades de los medios con el poder y la dominación y acusaron al trabajo de Martín-Barbero y los “culturalistas” como populistas y cómplices –voluntarios o involuntarios– del mercado y la desregulación neoliberal que asoló el continente desde los 90. Él rechazaba estas acusaciones, de las que, sin embargo, no están exentos algunos de los usos que se han hecho de su trabajo. Frente a esos usos insistió siempre en que un pensamiento verdaderamente crítico no puede “poner lo cultural como algo exterior a las condiciones económicas y las luchas políticas”.5 Pero también siguió diciendo que no hay transformación social sin cambio cultural, y no hay cambio cultural sin una comprensión profunda de las culturas populares, con toda su ambigüedad conservadora y su potencia transformadora.
Su recorrido vital e intelectual explica, tal vez, por qué su último libro fue de poesía.6 Y por qué recién en 2018, cuando ya pasaba los 80 años, quiso que se publicara aquella tesis de doctorado sobre “la palabra y la acción”, defendida en Lovaina a sus 35. En el comienzo de ese, su penúltimo libro que debió ser el primero,7 dice Jesús “Sólo la acción libera, pero habitada por la palabra nueva. Si la palabra sola es impotente, la acción sola es estéril. La imagen del futuro se engendra entre las dos. La palabra dibuja la utopía que las manos trabajan, y el pedazo de tierra liberada hace verdad el poema”.
Gabriel Kaplún es docente e investigador de la Facultad de Información y Comunicación de la Universidad de la República.
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De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía. Barcelona: Gustavo Gili Editores, 1987. ↩
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“Los laberintos del gusto”, DeSignis, 14, pp. 165-177, 2009. ↩
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Comunicación masiva: discurso y poder. Quito: Ciespal, 1978. ↩
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Una buena síntesis se encuentra en Al sur de la modernidad: comunicación, globalización y multiculturalidad, Universidad de Pittsburgh, 2001. ↩
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Torres, William Fernando (2013). El coraje de vivir a la intemperie. Conversaciones con Jesús Martín-Barbero sobre comunicación, escuela y guerra. Universidad Surcolombiana. ↩
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El guerrero y el árbol. Bogotá: Ícono Editorial, 2019. ↩
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La palabra y la acción. Por una dialéctica de la liberación. Bogotá: Editorial Javeriana, 2018. ↩