Juzguemos un libro por su portada. La portada de Buenos Aires en pelotas, el más reciente libro de Gustavo Sala, tiene a Carlos Gardel como una suerte de King Kong, que no se subió al Empire State sino al obelisco porteño, donde es atacado por porciones de pizza voladoras. Mientras la gente se espanta, la publicidad estática ofrece productos como "Indigencia", "Olor a mierda" o "Pobreza total". La imagen nos permite anticipar un libro de humor, pero de humor muy crítico ("un libro político", dirá su autor), que toma elementos reconocidos de la capital argentina para mostrarlos bajo una nueva luz. Una de esas luces que resaltan todas las arrugas e imperfecciones.

Buenos Aires

La relación de Sala con la ciudad de Buenos Aires comenzó a los 20 años, cuando viajó por primera vez desde su Mar del Plata natal. "Tenía la fantasía de la gran ciudad que culturalmente explotaba", contó el dibujante a la diaria. "Leía revistas como la Fierro en donde permanentemente hablaban de la escena independiente, de los grandes recitales, el teatro, el rock, y en Mar del Plata no existía nada de eso, así que fue una especie de encontronazo violento con una ciudad gigantesca".

"Recuerdo haber querido ir a visitar las calles del barrio de Flores, que mencionaba Alejandro Dolina en su libro Crónicas del Ángel Gris, en el que ese barrio aparecía como un escenario permanente. Yo quería transitar por las calles que Dolina mencionaba en su libro, como la gente que se saca la foto en el bar de Seinfeld o en los lugares emblemáticos donde se filmaron películas clásicas".

Después de varios viajes, de quedarse muchas veces en casas de amigos y de formar parte de la escena de la historieta independiente porteña, en 2012 se estableció en Buenos Aires. A partir de ese momento, Gustavo Sala dejó de ser turista para convertirse en un habitante, y los habitantes de las grandes urbes suelen recalcar que no es lo mismo estar de visita que estar en forma permanente. Él está de acuerdo.

"Buenos Aires se padece como se disfruta. Es una ciudad que te ofrece muchos contrastes, muchos extremos, y cosas que están establecidas: parece que por ley se tiene que viajar mal. Por obligación tenés que viajar apretado y sufrir. El subte es una especie de fenómeno, un universo increíble, pero viajar en hora pico puede ser una situación dramática o ridículamente nerviosa. Y a la vez tenés un montón de cosas increíbles como la oferta cultural, la diversidad arquitectónica, el universo de los barrios. Cuando tenés que empezar a moverte dentro de la ciudad, sufrís todo esto. Pero por suerte la carrera de dibujante me permite pasar varios días sin moverme de mi casa y poder producir y trabajar sin tener que ser... (se toma unos segundos para elegir el verbo correcto) interpelado en el subte".

En pelotas

Gustavo Sala ya había publicado un libro temático, que además nos toca bien de cerca. Casi uruguayo (Reservoir Books, 2019) recopilaba tiras dedicadas a nuestro país que habían sido publicadas en revistas como Lento y Túnel, además de material original, pero este proyecto fue más ambicioso y tuvo como inspiración a grandes maestros del noveno arte.

"Me llamó la atención la aparición de muchos libros de historietas o de humor gráfico donde aparecía un registro más parecido a la crónica o al diario que a la clásica aventura que empieza y termina. Una corriente gráfica que va desde Guy Delisle hasta Joe Sacco, con un montón de autores y autoras que recorren una ciudad tomando apuntes y se dibujan a ellos mismos como personajes. Una especie de diario dibujado. También empecé a mirar a la ciudad desde la calle y desde el interior de los bares, a prestar atención a las pequeñas cosas. En medio de esa búsqueda personal surgió la iniciativa de Random House de hacer un libro de humor que mire la ciudad desde un punto de vista no turístico, desde la mala leche o desde la observación más aguda".

El resultado no se pareció al de sus musas inspiradoras. "Delisle o Sacco son grandes dibujantes, que trabajan en la descripción de la ciudad, los edificios, las arquitecturas. Toman muchos apuntes de lugares reconocibles. A mí me interesaba más trabajar sobre las características de la gente, la cultura, el habla, el fenómeno de la sociedad porteña. El punto de vista inicial fue ‘¿cómo le contás Buenos Aires a alguien que no es porteño?’. Haciéndose cargo de todas las contradicciones y todas las cosas negativas".

En las páginas de Buenos Aires en pelotas se desmenuzan temas como el habla de los porteños, los quioscos, los taxistas, la oferta cultural, los cafés o el tango. Pero alrededor de todas ellas siempre están los niños que piden una moneda, los piqueteros, los vendedores ambulantes, los pobres, los pobres, los pobres. "Yo quería que el libro tuviera olor a podrido. Que si se pudiera oler, tuviera olor a basura, olor al Riachuelo. Que no aparezca el Buenos Aires de la postal, el que a veces se ofrece como la ciudad que nunca duerme, con librerías abiertas toda la noche y gente saliendo de los teatros y restaurantes, sino que te muestre las cosas que la ciudad trata de que no se vean, pero que cada vez se ven más: la pobreza, la gente comiendo de los contenedores, la gente durmiendo en los cajeros automáticos. Cosas durísimas tratando de mirarlas desde el humor, que a veces se complica, porque con situaciones tan dramáticas y tan oscuras es complicado tratar de generar risa. Pero ese fue mi espíritu".

"Casi podríamos decir, y esto no lo había pensado, que se trata de un libro político. Porque si bien tiene chistes, cosas escatológicas, y la cosa más pavota y más absurda, también hay un discurso o hay opiniones encriptadas. Que son las de un tipo como yo, que mira la ciudad, que recorre, que camina, y que está todo el tiempo con la gente caída del sistema. Con situaciones absurdas y patéticas como gente durmiendo en el piso, en la puerta de una fábrica de colchones. Del vidrio para adentro hay un montón de camas iluminadas, súper confortables, y afuera hay un tipo sin ropa durmiendo en la vereda".

Buenos Aires en pelotas. La guía definitiva para pasarla mal en la París de Sudamérica. De Gustavo Sala. Buenos Aires, Sudamericana, 2021, 128 páginas.