Una investigación de Radio Canadá reveló la quema o el reciclaje de más de 4.700 libros infantiles en ese país debido a que promovían estereotipos negativos de los grupos autóctonos. Entre los 155 títulos eliminados se encuentran sagas conocidas, como Asterix, Tintín o Lucky Luke, además de enciclopedias y novelas dirigidas al público infantil.
Miembros de la comisión escolar Providence, que gestiona una treintena de instituciones católicas y de lengua francesa en el suroeste de la provincia de Ontario, junto a “acompañantes indígenas”, eliminaron las obras consideradas portadoras de conceptos “desactualizados e inapropiados”, en el marco de los esfuerzos para favorecer la reconciliación con los indígenas.
De acuerdo a los documentos a los que tuvo acceso la mencionada cadena pública, en los volúmenes sacados de circulación se encontraron recuentos históricos erróneos, imágenes racistas y discriminatorias, sexualización y trato irrespetuoso de prácticas culturales. También fueron eliminados aquellos que contenían términos como indio y esquimal, que son considerados peyorativos.
En Tintín en América, por ejemplo, se encontró lenguaje inaceptable, desinformación y una representación negativa de los pueblos aborígenes. Tres títulos de Lucky Luke fueron retirados por “desequilibrio de poder”, ya que los nativos eran percibidos como los villanos. De Asterix en América, el libro de la película homónima (que a su vez adaptaba la historieta La gran travesía), los responsables de la purga señalaron que Obelix se enamoraba de una joven vestida con escote pronunciado y minifalda. “Desarrollaba lo que se llama salvajismo sexual, una imagen de las mujeres indígenas como mujeres fáciles”.
La mayoría de los libros se reciclaron, pero algunos fueron quemados. La investigación descubrió un video de 2019 que muestra una “ceremonia de purificación de llamas”, luego de la cual las cenizas son utilizadas como abono para plantar un árbol. “Enterramos las cenizas del racismo, la discriminación y los estereotipos con la esperanza de crecer en un país inclusivo donde todos podamos vivir en prosperidad y seguridad”, podía escucharse en el registro audiovisual. La pandemia impidió que esta ceremonia se repitiera en otros centros educativos.
La difusión de la noticia llevó a que el Ministerio de Educación de Ontario señalara en un comunicado que la selección de las obras en las bibliotecas escolares es responsabilidad de cada comisión. Providence, mientras tanto, anunció la suspensión del proyecto de quema de libros y la evaluación de unas 200 obras aún pendientes.
El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, declaró: “Personalmente, jamás estoy a favor de quemar libros. No me corresponde a mí o a las personas que no son indígenas decir a los indígenas cómo deben sentirse o actuar para avanzar en el tema de la reconciliación”. Por su parte, el jefe de los conservadores, Erin O’Toole, también se refirió al tema y a las formas: “Es posible retirar libros y cómics sin quemarlos, pero hay que tener un enfoque respetuoso de los temas de la reconciliación y de nuestra historia”.
Estos hechos salen a la luz en plena campaña electoral canadiense, cuando la mencionada “reivindicación” de los grupos autóctonos está presente en los discursos de los diferentes partidos. Hace pocos meses fueron halladas más de 1.200 tumbas sin marcar en terrenos de antiguos internados para niños indígenas. A fines del siglo XIX y principios del XX decenas de miles de niños fueron separados de sus familias y enviados a sitios en los que no se les permitía hablar su idioma o practicar su cultura, y en donde eran víctimas de maltratos y abusos.
No es la primera vez que estas historietas enfrentan denuncias por la forma irrespetuosa en que muestran a las poblaciones no europeas. En 2011 los tribunales de justicia de Bélgica atendieron la demanda presentada en 2007 por un ciudadano de origen congoleño que exigía que se retirara de circulación la aventura Tintín en el Congo, cuya publicación original era de 1931, y que se prohibiera su exhibición en “todo espacio público” por constituir una “apología de la colonización y del racismo”. El demandante, que consideraba que la pieza era “un insulto para los negros”, pedía que como mínimo se agregara en cada ejemplar un mensaje introductorio con advertencias sobre el contenido, que representaba a los africanos como holgazanes e idiotas y a los europeos como astutos, valientes y generosos. En 2012 el Tribunal de Apelación de Bruselas zanjó la discusión manifestando que el cómic no aspiraba a promover “ideas de carácter racista, vejatorias, humillantes o degradantes para los congoleños” y que en cambio daba testimonio de una época. La misma historieta había sido cuestionada también en 2007 en Reino Unido, y la Comisión Británica para la Igualdad Racial había solicitado la prohibición, pero finalmente se resolvió incluir un texto explicativo del contexto histórico en cada ejemplar.