La parte más oculta de la anatomía humana también puede ser, según posiciones y circunstancias, un espacio para el placer (por liberación o introducción), una fuente de padecimiento (hemorroides, desgarramientos, tumores) y un elemento polisémico que muta su significación al incluirse en construcciones tan variadas como “¡Qué cara de culo!”, “¡Qué medio culo que tiene!”, “¡Que te den por culo!”, “Me va como el culo”, “Culo ve, culo quiere”, “Al oscuro y al tanteo no hay culo feo”, etcétera. En su Breve historia del culo (1995), el escritor francés Jean-Luc Hennig sostiene que la aparición del culo como tal –cuando los hombres se alzaron sobre sus patas traseras para sostenerse, permitiendo que se desarrollaran los músculos glúteos– fue un momento capital en la evolución del ser humano. De esa manera, así como desde la medicina, la antropología y otras ramas del saber humano se han investigado y repertoriado las más variadas partes del cuerpo humano, no es de extrañarse la aparición de un libro que reúna diversas historias de culos.
El escritor y docente floridense Aldo Solé Obaldía (1973) ha practicado con rigor y persistencia la novela, el relato, la poesía y el texto histórico, variaciones que quedan evidenciadas en su flamante libro Historias de culos. Otra forma de mirar la Historia, un volumen bellamente publicado por Deletreo Ediciones. Esta suerte de historia cultural del culo, escrita con una erudición apabullante, acompañada por numerosas y pertinentes (y en ocasiones extensísimas) notas al pie y por una serie de cuidadas y bienvenidas reproducciones de ilustraciones, grabados y pinturas, se refuerza en el estilo particular de Solé Obaldía, que nunca abandona el humor para introducir los temas más serios, siendo aquel un elemento siempre medido, entre el apunte sarcástico y la mirada irónica, y que jamás derrapa en el remate fácil (tal como, a primera vista, podía habilitar la materia central del libro).
En Historias de culos, Solé Obaldía hace justamente eso: hilvanar una serie de relatos alrededor de determinados personajes históricos con el trasero como leit motiv. Así, entre otros, desfilan por sus páginas la pintora italiana del primer Barroco Lavinia Fontana (1552-1614) y su pintura Marte y Venus (un detalle ilustra la portada del libro), las gárgolas que arrojan el agua de la lluvia por sus traseros en el Monasterio de Friburgo, la figura del ‘guardián del ano’ en las cortes faraónicas del Antiguo Egipto, la historia de San Fiacre, el santo patrono de los enfermos de hemorroides (y también de los jardineros y los hortelanos), el retrete de lujo de Luis XIV de Francia (1638-1715), sobre el que concedía las audiencias y, eventualmente, si las circunstancias lo exigían, movilizaba los intestinos mientras trataba con un interlocutor alguna cuestión de Estado y el cirujano real Claude François Félix de Tassy (1635-1703), que operó exitosamente las hemorroides del Rey Sol.
Página a página, Solé Obaldía desgrana anécdotas, se sumerge en diversas disquisiciones, ensambla en unidades plenas de sentido hechos aparentemente disímiles y se vale de una prosa que fluye con solvencia y es pródiga en imágenes, tal como ilustra este pasaje del capítulo “Las dolencias del papa León X”: “En 1513, en Italia, fue coronado como papa Giovanni di Lorenzo de Médici, segundo hijo varón de Lorenzo de Médici (Lorenzo El Magnífico I). Pasó a llamarse León X, un nombre muy rimbombante para un gordinflón amanerado que de león sólo tenía el nombre. Lo apodaron ‘El casto’ por carecer de hijos y concubinas, cosa extraña en los papas de esas épocas, pero el motivo radicaba en que su atención estaba puesta en los jovencitos bien dotados. Tenía treinta y tres años y, sin embargo, en la ceremonia de coronación no pudo mantenerse erguido dadas las ulceraciones anales que padecía como resultado de años de desbocadas prácticas sodomitas”. El tono se mantiene siempre entre el elemento anecdótico que dispara el relato, la precisión historiográfica y documental que cohesiona la trama y la conclusión o el subrayado que le otorga un cierre a cada historia del culo en cuestión.
El procedimiento del que se vale Solé Obaldía tiene mucho de la llamada microhistoria, la corriente de la historia social que permite alcanzar interpretaciones particulares (por lo novedosas o ajenas al ámbito de un abordaje macro de la Historia) a partir de fenómenos mínimos, en una suerte de mirada con lupa de los hechos y que tiene en el más citado que verdaderamente leído libro El queso y los gusanos: el cosmos de un molinero del siglo XVI (1976), de Carlo Ginzburg, una suerte de modelo lejano.
Finalmente, otro elemento a destacar tras la lectura de Historias de culos, y que es oportunamente subrayado por Sebastián Tomaduz Vázquez en el prólogo del volumen, tiene que ver con la sensación de extrañamiento que la materia de este libro genera en el lector al hacerlo reflexionar sobre su propio trasero. Así, el libro expande su alcance al trascender la mera acumulación de historias de culos a lo largo de los siglos para abrir el juego a la reflexión sobre qué significa y cómo nos relacionamos con esa parte del cuerpo en el presente. En ese sentido, así como cada culo es diferente, también lo será la conclusión a la que se arribe.
Historias de culos. Otra forma de mirar la Historia. De Aldo Solé Obaldía. Montevideo, Deletreo, 2022, 92 páginas.