En la gran fábrica de chorizos de la novela policial se producen año tras año embutidos compuestos por las mezclas más diversas –carne vacuna premium, grasa de cerdo de primera, vino blanco, tocino, nuez moscada, nervio triturado, aserrín, colorante–, destinados a satisfacer a un segmento de paladares lectores y ciñéndose siempre a un limitado repertorio de fórmulas probadas, resobadas. No hay mucho margen para la experimentación dentro del ámbito de la novela policial, más allá del típico agiornamiento que acompaña al propio devenir del mundo, y aquellos casos destinados a perturbar los compuestos de la fórmula –un chorizo con queso cheddar, pongamos por caso, para mantener el símil anterior– son rápidamente rechazados o eventualmente regurgitados por los consumidores.
¿Cuál es el secreto, entonces, para mantener en el mercado a un género anquilosado en su estructura pero que se mueve entre los andariveles editoriales con sucesivas lavadas de cara? En el medio local, la colección Cosecha Roja de la editorial Estuario, que ha superado los 30 títulos, refleja los derroteros del género con desigual fortuna pero enteramente abierta a contemplar todas las variaciones. En esa colección se destacan dos sagas de novelas con personajes recurrentes, que no han dejado de crecer desde su aparición en el marco de Cosecha Roja: la del periodista Agustín Flores, escrita por el maragato Pedro Peña, y la del detective Obdulio Barreras, a cargo del montevideano Renzo Rossello.
Obdulio Barreras –el nombre de pila del personaje exime acá de cualquier comentario sobre la uruguayez del portador– ya había paseado su estampa de sabueso de alquiler en las novelas El simple arte de caer (2018), Cien veces muerto (2019) y El verdugo escondido (2020), por lo que los lectores recurrentes de la saga se reencontrarán en Todo por nada, su flamante irrupción editorial, con los gestos y las marcas conocidas del investigador, pero al mismo tiempo los lectores que por equis circunstancia decidan iniciar la lectura por este nuevo título no se sentirán perdidos ante las particularidades del protagonista. Ahí se encuentra el primer mérito de Rossello como padre de la serie: el de echar a andar al personaje en una nueva aventura sin necesidad de cargarlo de guiños cómplices para lectores habituales y sin la recurrencia a adornar la trama con explicaciones que terminen sobrando. Barreras es un investigador privado que conoce al dedillo los ambientes sórdidos de una Montevideo cada vez más criminalizada, y no oculta su pasado como convicto ni duda en recurrir a métodos poco ortodoxos para avanzar en la investigación de turno que lleva adelante, todo lo que conduce al segundo y destacado mérito de Rossello.
Antes que autor de novelas de género, Renzo Rossello ha sido un periodista policial, un animal de redacciones y frecuentador de escenas de crímenes, por lo que la escritura de la saga de Obdulio Barreras se ve notoriamente iluminada por un conocimiento preciso sobre procedimientos técnicos, desarrollo de pesquisas y vericuetos judiciales. En el caso de Todo por nada, el periodista late a pleno en párrafos precisos, que aportan información práctica sobre modalidades y entornos sin entorpecer el propio desarrollo de la trama, como en este ejemplo: “Subieron al Nissan gris y se dirigieron a la sede de Información e Inteligencia, el edificio reformado en la sede de Maldonado y Paraguay que durante la dictadura militar había sido una cueva de interrogatorios bajo tortura”. Otro: “El control de fronteras dejaba bastante que desear para los modestos recursos que poseían policías y militares, la frontera terrestre era un enorme dolor de cabeza operativo”. Un lector puntilloso podrá decir que esos comentarios informativos, que funcionan como notas al pie en determinados pasajes, no le aportan nada a la trama y que la novela podría perfectamente desarrollarse sin ellos, pero ante esa precisión yo preguntaría por qué no incluirlos si, al fin y al cabo, el género trabaja sobre el sustrato de lo real y el entramado de verosimilitud se construye, justamente, con la incorporación de datos de ese tipo.
He dejado para el final la referencia a la trama de Todo por nada, para evitar ese pecado común entre reseñistas de contar todo el argumento de una novela en sus exégesis, cuando no suelen hacerlo antes los autores de contratapa, despojando así al lector de eventuales descubrimientos. La cuarta novela de la saga de Obdulio Barreras tiene en el centro el secuestro de un exitoso empresario gastronómico, con restaurantes en Punta Carretas y Punta del Este. Durante la investigación del caso, Barreras hará dupla con la subcomisaria Teresa Almada, de Información e Inteligencia, estableciéndose así un interesante contrapeso entre los movimientos más informales, por llamarlos de alguna manera, del sabueso que hurga en territorio prohibido, y los procedimientos legales de la Policía montevideana. El ritmo trepidante con que la historia está contada permite incluir en sus 160 páginas, que se leen de un tirón, sin respiro, rutinas de vigilancias varias, persecuciones nocturnas en moto, diálogos carcelarios, peligrosas misiones en azoteas y una cuidada y contundente vuelta de tuerca final. Obdulio Barreras, como puede verse, tiene cuerda para rato.
Todo por nada. De Renzo Rossello. Montevideo, Estuario, 2022, 168 páginas.