CS Pacat creció sin encontrar la suficiente representación en las sagas fantásticas, así que no tuvo más remedio que crear las suyas. Comenzó haciéndolo en “espacios no convencionales” de internet, hasta que fue captada por las grandes editoriales, que adquirieron los derechos de su trilogía El príncipe cautivo.
Más tarde firmaría la serie de novelas gráficas Escuela de esgrima junto a Johanna The Mad y Joana Lafuente, y en 2022 llegaría su segunda trilogía con la novela El rey oscuro. Además, debutó como escritora de superhéroes en una historia corta de la serie Dark Knights of Steel, de Tom Taylor y Yasmine Putri, que reimagina a los superhéroes de DC Comics en una alta fantasía (pensemos en Batman y Superman en Juego de tronos).
En medio de la gira sudamericana de presentación de El rey oscuro, Pacat conversó con la diaria sobre la escritura y sobre cómo dejar huella en un género que cuenta con exponentes tan icónicos, pero que suele usar poco la imaginación al abordar “lo queer”.
De niños solemos escribir historias. ¿Por qué no dejaste de hacerlo?
Crecí en un hogar bastante violento y me volqué hacia el género fantástico para escapar. Creo que por esa razón aprendí que escapar dentro de una historia puede ser muy importante para algunas personas, tanto como lo fue para mí. Arrastré este amor por contar historias hasta mi edad adulta, como si me hubiera quedado con esa parte infantil que quiere irse a un entorno mágico. Y aunque estaba contando historias, nunca pensé en mí como escritora, porque escribía mucho pero en espacios poco convencionales, como fanfiction (historias originales sobre personajes preexistentes) o juegos de rol. Me gustaban las historias y me gustaba contarlas, pero no me tomaba en serio como artista. Recién unos años más tarde empecé a pensar en que realmente me estaba expresando y estaba diciendo cosas importantes, así que debía escribir algo que fuera original y lo que yo realmente quisiera decir.
¿Cambió la presión a la hora de escribir cuando se multiplicó la gente que espera para leer tus historias?
¡Sí! Cuando empecé a escribir, mi primera saga empezó a salir en internet, se viralizó y finalmente fue editada. Así que tuve la experiencia de poder escribir en forma anónima, en internet, sin presión. Ni mi nombre ni mi cara aparecían en la historia, nadie me pagaba, y en internet vale todo, es el Lejano Oeste, así que fue un lugar increíblemente libre para expresarme. Tan pronto como fui publicada, todo cambió. Rápidamente aparecieron fechas de entrega, presión comercial, y también la presión de la vergüenza, porque ahora todos sabían quién era yo. Esas presiones cambian las cosas; lo que alguien escribe en internet es muy diferente de lo que es capaz de decir en persona. Creo que parte del desafío es mantener esa energía que tenía cuando escribía online y llevarla a mi trabajo comercial. No siempre es fácil de hacer.
También has escrito historietas. ¿Cómo determinás el formato una vez que surge la idea?
Cada formato tiene sus cosas buenas: las novelas son más íntimas y tienen mucho espacio para desarrollar la historia. Son más largas, más intrincadas, y la vida interior del personaje se revela a quien lee, mientras que los elementos visuales deben ser imaginados. En un cómic es al revés: lo visual es explícito, pero la vida interior de los personajes suele suponerse a través de sus acciones. Así que lo primero en lo que pienso es si la interioridad es la parte más importante de la historia. Si es así, es una novela. Si está conducida por la acción y los diálogos, es un cómic.
La segunda cosa es que los cómics son muy buenos en mostrar cosas increíbles, porque creemos lo que vemos. Sé que puedo lograr que el lector crea en una historia rápidamente si le muestro las imágenes, mientras que en una novela hay que trabajar mucho más duro. Creo que por eso los superhéroes explotaron en la historieta, porque son completamente ridículos y si solamente leés sobre ellos, no funcionan. Pero si los ves, pensás: “Bien, andan volando por ahí. Lo creo”. Si es importante para mí tomar un atajo para que me crean, en ese caso haré una novela gráfica. Pienso en esas dos cosas al elegir el formato.
Después de una saga con contenido más adulto, en El rey oscuro apuntás al público que se conoce como “joven adulto”. ¿Por qué?
También fue una decisión en dos partes. Primero, por la edad de los personajes y el tipo de historia que estoy contando. El rey oscuro es una historia sobre llegar a la adultez. Pero la otra parte, quizás la más importante, es que cuando fui una joven adulta las historias eran más mágicas para mí, estaban más vivas en mi mente. Las historias de las que me enamoré a esa edad son las que permanecen conmigo; por eso quería escribir una historia para esa audiencia. Puede haber una tercera razón, y es que cuando era joven adulta estaba hambrienta de historias que me representaran, en particular historias LGBT. Crecí en los 80 y los 90, y casi no había historias de fantasía o ciencia ficción que tuvieran personajes queer en ellas. Es una edad en la que, si sos parte de la comunidad LGBT, podés sentirte muy sola, y a esa edad un libro en el que puedas verte es muy importante.
Hablando de soledad, escribir novelas debe ser un trabajo solitario.
Es un trabajo increíblemente solitario. Cuando escribo novelas, mi trabajo es sentarme sola y concentrarme en conceptos abstractos durante horas y horas. Es un trabajo difícil de compartir con otras personas. Y es una de las razones por las que encontrarse con los lectores es una de las partes más maravillosas de la experiencia. Porque me devuelven energía y puedo compartir mi trabajo con alguien después de tanto tiempo.
Trabajar en cómics debe ser un respiro para contrarrestar esa soledad.
Totalmente. Es colaborativo, y la velocidad de los cómics es mucho mayor que la de la literatura. Terminar una novela puede llevar un año, y el proceso de publicación puede tomar otro año y medio. Cuando escribí Escuela de esgrima, presenté la idea y tres meses después estaba en las estanterías. En ese tiempo escribí el guion, la artista lo dibujó, la editorial lo publicó, se distribuyó en comiquerías y los lectores lo leyeron. La brecha entre escritura y reacción es mucho más corta. Hace poco tuve la oportunidad de escribir para DC Comics y la velocidad fue incluso mayor: escribí el guion y un mes más tarde el cómic estaba en las tiendas. Fue un respiro.
En el caso de DC, ¿cómo fue volver a escribir personajes establecidos?
Tengo la suerte de ser amiga de Tom Taylor, que es uno de los mejores escritores de cómics en la actualidad. Los dos somos de Melbourne, y aprendí muchísimo en mi amistad con él. Soy una enorme fan de DC desde que tenía siete años, así que cuando me ofrecieron escribir en Dark Knights of Steel pensé que iba a ser una de las experiencias más maravillosas de la vida. Pero en el instante en que aprobaron mi idea me cayó una presión aplastante, debido al increíble legado de los personajes. Soy una fan, así que sé qué tan importante es escribirlos bien. Cuando escribo mis propios libros puedo hacer lo que quiera, porque los personajes son míos. Cuando escribo para DC, no es que sean los personajes de DC, sino que pertenecen a todos los fanáticos. La responsabilidad con los personajes y los lectores es tan grande que me di cuenta de que era mucho más difícil de lo que creía.
Volviendo a las sagas fantásticas, ¿todavía hay lugar para la innovación?
Creo que en cualquier género lo más difícil de hacer es crear algo nuevo; se necesita de un esfuerzo de imaginación mucho mayor. Me fascina la pregunta: “¿Cómo se puede crear algo que se sienta icónico?”. Como un elfo de El Señor de los Anillos, o el Colegio Hogwarts de Harry Potter. Da la impresión de que siempre hubieran estado ahí, pero eso es porque el autor pudo imaginar algo con una cualidad mítica. Alan Moore habla del “espacio de las ideas” y dice que las ideas a veces tienen su propio poder y escapan del libro. [JRR] Tolkien murió, pero la idea del elfo sigue viva, como un virus que pasa de tu mente a la mía, que fue de Tolkien a Dungeons & Dragons, luego a otras historias de fantasía, y ahora la idea tiene vida y está en nuestras mentes. Esa clase de construcción de ideas es algo que trato de hacer, y que traté de hacer en El rey oscuro. Ya veremos si lo consigo o no, pero es mi misión de vida.
La otra parte es que cuando estaba creciendo sabía que quería leer historias queer y no había ninguna. En los 80 y 90, el género de ficción queer era solamente Entrevista con el vampiro, de Anne Rice, un par de novelas de fantasía y nada más. Muchos escritores de fantasía, al escribir personajes gays, importan los sistemas de opresión de nuestro mundo, cuando no hay por qué hacerlo. ¿Por qué está mal ser gay en Juego de tronos? Como persona queer, me dio la sensación de que ser gay significa estar oprimido: en el mundo real, en la historia y en los mundos fantásticos. Así que cuando pensé en una nueva forma de abordar lo queer en la fantasía, construí un mundo en donde el personaje no tiene por qué tener una historia sobre su sexualidad, de esas que leí tantas veces en mi adolescencia: sos gay, salís del clóset de manera dramática, vivís tu vida en los márgenes de la sociedad y al final morís trágicamente. En lugar de eso, puede haber un detective gay, un héroe gay, un superhéroe gay, todo tipo de historias. Allí es donde puedo hacer algo nuevo, si quiero. Y quiero hacerlo.
¿Pensás que la recepción de esta clase de historias mejoró?
Definitivamente. Cuando salió mi primera saga, en 2015, hace menos de diez años, el mercado editorial era bastante cauteloso sobre publicar libros de temática gay. Pensaban si vendería o no, si existía un mercado. No sabían que existía y que estaba famélico, desatendido. Hoy creo que estamos entrando en una especie de era dorada de la fantasía y la ciencia ficción, en la que los cánones se están abriendo a otra clase de historias y representaciones. Estoy muy entusiasmada por lo que está ocurriendo en este momento.