Los múltiples debates sobre el lenguaje –uno capaz de contener, amoroso, a la totalidad de sus hablantes; otro, menos cordial, de seleccionar a quiénes ampara y a quiénes no– empiezan a tomar cuerpo en el diccionario, “el más deleitable de los géneros literarios”. Si bien el director de la RAE insiste, queriendo tranquilizar paternalmente a su comunidad, con que “el masculino genérico es lenguaje inclusivo” (como hizo en noviembre de 2022), en otras lenguas se plantean soluciones más articuladas.
A fines de 2021, Le Robert introdujo, para el francés, el pronombre neutro (“iel, iels”) en su versión online; y para diciembre de 2022, el Cambridge Dictionary amplió la definición inglesa de mujer y hombre agregando a la primera acepción, “un ser humano femenino/masculino adulto”, una segunda, “una persona adulta que vive y se identifica como mujer/hombre aun si en el nacimiento se le atribuyó un sexo diferente”.
Por su parte, el Vocabolario Treccani, equivalente italiano de los anteriores, en su edición de finales de 2022 fue más lejos. Estableció la paridad entre los géneros: basándose en una lógica férreamente alfabética hizo preceder a la tradicional (y, aparentemente, neutra) forma masculina, la femenina. El recorrido por sus páginas, para el goce y asombro de todas nosotras (léase el “nosotras”, tanto en la primera como en la segunda acepción inglesa, todas incluidas) presenta una nueva geografía donde se encuentra a la niña antes que al niño, a la gata antes que al gato. Lo mismo para los adjetivos. En italiano, ya no somos simples, fragmentarias, derivaciones (“amigo, ga”), sino realidades completas.
También se buscó eliminar, como se anunció desde el comunicado de prensa, “los estereotipos de género según los cuales quien cocina o plancha es infaltablemente la mujer, mientras quien dirige una oficina o lee el diario es puntualmente un hombre” y se propusieron “nuevos ejemplos de utilización y contextualización” además de “evidenciar el carácter ofensivo de todas las palabras y todas las frases degradantes para la dignidad de las personas”.
Sobre esta operación que causó tanto revuelo entre la opinión pública y escandalizó a los siempre temerosos conservadores (piénsese en una lista que aúne periodistas, políticos y cantantes pop) y sobre otras no tan aparatosas, pero igualmente fundamentales, conversamos con la lingüista Valeria Della Valle responsable, junto a Giuseppe Patota, de la edición.
¿De dónde parte este nuevo diccionario?
Ningún diccionario surge de la nada. Cada nueva edición actualiza y modifica la anterior, en una lenta y progresiva adaptación a los cambios del idioma y de la sociedad. Los primeros diccionarios de la lengua italiana se publicaron en el siglo XVI. Luego el Vocabolario degli Accademici della Crusca, publicado en 1612, representó un modelo de referencia para todas las obras, no sólo italianas, que vieron la luz en los siglos siguientes. El proceso de redacción y reelaboración de cada nuevo diccionario tiene en cuenta los anteriores, pero con la voluntad de cambiar todo lo que ya no corresponde al idioma actualmente en uso. Cada tipo de diccionario tiene sus propias características: los “diccionarios históricos”, por ejemplo, se basan en la tradición escrita a través de la cita de ejemplos literarios y no literarios, mientras que los “diccionarios generales” o “diccionarios de uso” como el nuestro registran la lengua contemporánea, pero conservan también la memoria de voces del pasado, variedades regionales, palabras literarias.
No es la primera vez que dirige la edición del Vocabolario Treccani, pero esta, “totalmente nueva”, representa un parteaguas. ¿Podría describir los principales cambios y explicar las razones de ellos?
Con alegría, porque esta edición, dirigida con Giuseppe Patota, es de la que estoy más orgullosa. El primer cambio, respecto de todos los trabajos anteriores, incluido el que dirigimos en 2018, consiste en haber abandonado el lenguaje típico de los diccionarios: un lenguaje a menudo difícil, abstruso, dirigido sólo a personas con una sólida cultura clásica. También eliminamos cualquier forma de “cortocircuito lexicográfico”, evitando obligar a los lectores y las lectoras a saltar de una palabra a otra, en una cadena de referencias que crean espirales interminables. Hemos dado definiciones simples y comprensibles de las palabras, documentadas a través de ejemplos tomados del uso real de la lengua y no del italiano “en un tubo de ensayo”, con frases falsas que nadie ha pronunciado ni pronunciará jamás. Y redujimos el peso de las voces arcaicas o literarias, dejando sin embargo las presentes en las obras de los grandes escritores.
Pero la novedad más importante, la que más sensación causó, es la que nos hizo registrar adjetivos y sustantivos no en masculino, como siempre se ha hecho desde que nacieron los diccionarios, sino en femenino, seguido luego por el masculino. La elección de todos los diccionarios anteriores de registrar sólo el masculino no se basó en la estructura lingüística del italiano, sino en una tradición histórico-cultural androcéntrica, que correspondía a una visión del mundo y de la sociedad centrada en el hombre y en el género masculino. Sólo por dar un ejemplo, quienes buscaban el adjetivo “baja” no lo encontraban, porque se consideraba el femenino de “bajo”. Y lo mismo sucedía con palabras como abogada, cirujana, ministra, escribana, intendenta, etcétera, porque estas palabras no tenían una propia autonomía léxica (aunque estas profesiones hayan sido ejercidas durante mucho tiempo por mujeres).
¿Cómo se inserta este nuevo diccionario en la historia de los diccionarios italianos modernos?
Entra en la historia de los diccionarios modernos como el primer intento de restablecer el justo equilibrio entre los géneros: primero el femenino, que termina en -a, luego el masculino, que termina en -o, respetando el orden alfabético, que en los diccionarios es sagrado e inalterable. Y, por otro lado, respetamos siempre el orden alfabético, registrando las formas femeninas con plena autonomía, inmediatamente después de las masculinas (por ejemplo, actor, actriz), a diferencia de lo que se ha hecho tradicionalmente. Para la lengua italiana, el nuestro es sin duda el primer diccionario en hacer una elección tan decisiva: es el primer ejemplo de un diccionario que restablece el equilibrio entre los dos géneros.
¿Cuándo empezó este proyecto? ¿Podemos decir que es parte de una línea de investigación feminista? Pienso en otra lingüista, Alma Sabatini.
Este proyecto comenzó, al menos idealmente, hace muchos años: sigo las propuestas de Alma Sabatini desde que se formularon en los años 80, pero todavía no era el momento. Ahora, sin embargo, nos parecía que un diccionario totalmente centrado en el género masculino era anacrónico y ya no correspondía, lingüísticamente, a los cambios que se han producido en la sociedad italiana. Así, a partir de la edición anterior, de 2018, con Giuseppe Patota comencé a pensar cómo sería la edición de nuestros sueños, es decir, la que ahora creamos y publicamos en plena sintonía con el Instituto de la Enciclopedia Italiana Treccani, que aprobó y apoyó nuestro proyecto con coraje y perspectiva a futuro.
Tras el anuncio de la publicación del diccionario, surgieron fuertes polémicas en los medios, fomentadas por voces opuestas a la lematización de las formas femeninas de los sustantivos y adjetivos, aunque no particularmente perspicaces. ¿Se lo esperaba?
Sí, esperábamos comentarios críticos, y los habríamos recibido como contribuciones para mejorar la edición siguiente. Desafortunadamente, las pocas críticas, todas provenientes de periódicos conservadores, no fueron críticas lingüísticas, sino ataques ideológicos, que nos acusaron de “haber destruido la lengua italiana”, o incluso de haber realizado una operación comercial. Por suerte hemos recibido muchas aprobaciones cualificadas: de prensa, radio, televisión, revistas especializadas, como los Quaderni del Centro di Documentazione Alma Sabatini.
¿Cómo fue en cambio –si hubo– la discusión a nivel académico? Y, en general, ¿cómo es el debate sobre estos temas dentro de la universidad italiana?
Estos temas se han debatido a nivel académico durante mucho tiempo, pero por el momento todavía no se ha discutido sobre el nuevo diccionario, que se publicó recientemente, antes del verano [italiano]: los primeros artículos en los periódicos nacionales más importantes, comenzando por el Corriere della Sera, que les dedicó un amplio espacio, aparecieron en otoño. Ahora esperamos que el debate continúe también en nuestras universidades.
En Uruguay el debate sobre el lenguaje inclusivo es muy intenso. Por ejemplo, se ha propuesto la -e para sustituir al plural genérico en -o. Esto va en la misma línea, en Italia, de implementar el símbolo ə –vale decir, el schwa, elemento neutro–, con la diferencia de que su pronunciación no está contemplada en la fonética italiana. ¿Qué futuro tiene?
Pienso que la “propuesta schwa” parte de una aspiración legítima de neutralizar los géneros, las diferencias y las discriminaciones, pero estoy convencida de que es una propuesta prácticamente y concretamente inviable, tanto en el habla como en la escritura. Esta hipotética reforma conduciría al caos lingüístico y a la falta de comunicación real entre los ciudadanos: además, los grupos sociales más desfavorecidos lingüísticamente serían los más penalizados.
Usted es autora, junto con Patota, de volúmenes informativos, muy divertidos e incluso lúdicos como Neanche un errore (Sin siquiera un error) y L’italiano in gioco (El italiano en juego) y también de programas de radio y televisión en italiano. ¿Cómo percibe la relación de las nuevas generaciones con la lengua?
Las nuevas generaciones han crecido con una relación inmediata y directa con las tecnologías de la información: se han acostumbrado a una lectura rápida de textos breves, sencillos y elementales; las niñas y los niños que no asistieron a buenas escuelas o que abandonaron la escuela después de la escolarización obligatoria tienen dificultades para comprender textos escritos un poco más complejos. Esta dificultad de comprensión es muy grave porque como futuros ciudadanos no podrán participar en la vida colectiva, social y política de manera consciente e informada.
¿Cuál es la relación entre los jóvenes y los diccionarios en papel en el mundo virtual actual?
En el mundo virtual actual, los diccionarios en papel siguen siendo herramientas consultadas en la escuela y en el hogar, como primeros auxilios para resolver dudas gramaticales y sintácticas y para buscar el significado y el origen de las palabras. Los jóvenes que tienen la costumbre de utilizar esta preciada herramienta seguirán haciéndolo siempre, incluso cuando sean adultos. La consulta en papel suele combinarse con la consulta en la red, dado que muchos diccionarios ahora pueden consultarse rápidamente de esta forma, tecleando sobre la palabra a buscar. Pero los diccionarios en línea enmarcan sólo esa palabra, separada de todo lo demás, mientras que los diccionarios en papel tienen la ventaja de colocar a los lectores frente a una página completa, permitiéndoles ver todas las palabras cercanas, sugiriendo enlaces, derivaciones, nuevas búsquedas.
¿Cuándo estará disponible online esta nueva edición?
No de inmediato, pero espero que pronto, para poder ampliar el círculo de lectoras y lectores, especialmente de las y los más jóvenes.