Todavía recuerdo cuando Martín Otheguy era “el secreto mejor guardado del humor nacional”. La frase es mía y respondía a que su notable trabajo, tanto en solitario como siendo parte de Los Informantes, no recibía la atención necesaria. Pasaron los años, y varios concursos (que no son medida de nada, pero atraen a los reflectores) premiaron sus obras. Él, mientras tanto, continuó ampliando su caudal literario con obras tan variadas como los públicos a los que están dirigidas.

Hace muy poco tiempo fue publicado su último libro, Fabuloso. Fábulas modernas para adultos confundidos, en el que Otheguy continúa demostrando el motivo de la atención de los reflectores con una pieza que puede ser leída de un tirón o disfrutada en porciones desordenadas.

El título lo dice todo: en 156 páginas nos enfrentamos a 45 relatos cortos similares a las fábulas de antaño, aquellas en las que los animales tenían problemas muy humanos y todo cerraba con una moraleja. En definitiva, una premisa que le calza como anillo al dedo para el despliegue de su humor fino e irónico, su adjetivación perfecta y el buen manejo de la atención de quien lee.

Ya el comienzo es con una metamoraleja. Un búho que se las da de moralista comienza a compartir cuentitos sobre los riesgos de ciertas conductas, y termina en el ostracismo. Es solamente el comienzo de una metralleta de fábulas, algunas cuyo propósito (además de hacer reír) se pone de manifiesto en las primeras líneas, y otras en las que hay que seguir leyendo para entender desde dónde llegará el golpe.

En todos los casos, la extensión es perfecta. La mayoría está entre las dos y tres páginas, adecuadas al planteo del tema, los divertidos diálogos entre los animales (y algunos objetos inanimados) y la resolución, que en la mayoría de los casos es rimada. En cuanto a los temas, incluyen la migración, la explotación, la contaminación, la cancelación, la domesticación, la redistribución y la libertad de expresión. Para muestra basta un botón.

Algunos asuntos se tratan con más complejidad, como la hiena que causa una grieta entre las especies por su humor incorrecto, que no es más que una manifestación de sus nervios. En otros la pincelada llega de brocha gorda porque no hay mucho para profundizar en la historia de los antílopes que discriminan a los que llegan del otro lado de la frontera.

Con el correr de las páginas se van develando otras conexiones, y no me refiero a los sucesivos (y exquisitos) cameos del búho que fabulaba. Otheguy apunta sus baterías hacia varios males de la sociedad actual, pero algunos están más presentes que otros, como el poder destructivo de la turba, la masa enfurecida, la chusma, aquí personificada por las reuniones de animales, casi siempre ante la atenta mirada del monárquico león. Cuidado con él, porque el poder corrompe, más cuando se trata de una enorme bestia carnívora.

La prosa del autor se destaca en frases que para otros autores podrían resultar barrocas, pero que domina como si fuera la cinta en una competencia de gimnasia rítmica. Me permitiré transcribir una: “Casi todas las noches dedicaba un largo rato a publicar opiniones controvertidas en una red social, a instruirse en espacios alternativos y a fustigar a los medios pauperizados que digerían noticias inofensivas y narcotizantes para los demás artiodáctilos” (de “La oveja y el rebaño”). De todas maneras, mi uso de adjetivo favorito quedó en la expresión “reputada carrera de comerciante” (en “El rey de la selva”).

Y no podría dormir por las noches si no mencionara la calidad con la que Otheguy enumera bienes que los personajes consideran de lujo, como en “La elefanta que soñaba con bazares”, donde aparecen “leones chinos de Fu en cloisonné”, una “licorera con cristalería Baccarat de 1870” o “el set completo de esculturas de bronce de Ripollés”. Más adelante en el libro hay una cebra que habla de especies de hierbas como si fueran perfumes de un free shop.

Cualquier riesgo de repetición se esfuma con la intercalación de textos que no siguen el formato a rajatabla, incluyendo “Variaciones de la rana y el escorpión”, en el que cuenta cuatro posibles versiones del famoso cruce de una orilla a otra de un río. Y los palos lógicamente apuntan a los sectores más conservadores y retrógrados, pero el autor también desnuda la hipocresía de muchos que se definen de izquierda. Como es su costumbre, nadie se salva entre quienes no merecen ser salvados.

Con respecto al diseño editorial, otra vez Tajante nos entrega una pieza trabajada desde la portada con ilustración y golpe en seco hasta la elección de tipografías para el interior del libro. Algo que me sigue alejando de la lectura en ebooks, donde el texto es formateado a una única tipografía, a un único tamaño. Elegido por nosotros, claro, pero parejito para todas las obras.

Por suerte, hablar bien de la obra de Martín Otheguy ya no es un descubrimiento. Con este libro los escritores de cuentos cortos de humor deberían poner las barbas en remojo, por eso mismo a partir de hoy dejaré de afeitarme.

Moraleja: Si a alguien un libro buscas regalarle, con este no hay cómo errarle.

Dos fábulas del libro se pueden leer en este artículo de la revista Lento.

Fabuloso, de Martín Otheguy. Montevideo, Tajante, 2022, 156 páginas.