Así como la naturaleza le ofrece al observador una variedad de descubrimientos que el ojo atento aprehende en su particularidad –la coloración de las escamas de un pez, la intrincada conformación de las ramas de un árbol, la imagen que dibuja una nube durante su paso fugaz por el cielo–, cuando la literatura abreva en ciertos fenómenos naturales suele producir obras peculiares, imposibles de reducir a las estrechas convenciones de los géneros, huidizas por materia al arquetipo.

Entre los cientos de ejemplos que ilustran lo anterior, pueden mencionarse los libros En la naturaleza (Editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos, 2015, en una preciosista traducción de Juan L Ortiz), en el que la escritora francesa Marie Colmont desmenuza diversos procesos naturales (la lluvia, el paso de las estaciones, las corrientes de un río) en su cotidianidad; El hombre que salvó los cerezos (Anagrama, 2021), de la periodista japonesa Naoko Abe, que documenta la historia del ornitólogo y botánico inglés Collingwood Ingram y su sostenida cruzada por los árboles del título, y El peregrino (Sigilo, 2016), del británico JA Baker, una suerte de diario de observación, mantenido durante diez años, de los halcones peregrinos que poblaban la zona rural de Chelmsford.

En ese sector bibliográfico hay que ubicar el flamante Sumario de plantas oficiosas, del escritor colombiano –también docente y jardinero aficionado– Efrén Giraldo, presentado como “un ensayo sobre la memoria y la flora”, que se alzó con el Premio de No Ficción Latinoamericana Independiente 2022, un galardón entregado de forma conjunta por nueve editoriales latinoamericanas.

Escritos en plena pandemia de coronavirus, los seis textos que conforman el volumen –“De los árboles peregrinos a las flores narradas”, “Un jazmín tropical en Nueva Inglaterra”, “Botánicas fantásticas”, “Viajes en las plantas”, “Historia personal de la botánica literaria” y “Flora y necropolítica en el arte contemporáneo”– pueden leerse de forma independiente pero también, y sobre todo, a través de la progresión argumental que se desarrolla como una novela.

Giraldo, con una prosa riquísima en imágenes y de una arborescencia léxica que atiende las conexiones más sutiles, intercala entre los seis ensayos las propias circunstancias de la escritura, permanentemente intervenida por los vaivenes de su cotidianidad, desde el avance del embarazo de su compañera hasta la afección por covid de algunos familiares muy cercanos.

Sumario de plantas oficiosas, en su condición de viaje personal a través de la flora, está regido por el capricho y el interés personal, por una suma de apuntes, observaciones y elucubraciones que el autor acumuló durante años, tanto sea en los alrededores de la ciudad donde vive como en algunos de los viajes que ha realizado. En sus páginas se entrecruzan especies reales e imaginarias con las representaciones que algunos artistas hicieron de determinadas plantas y la memoria de la tierra registrada a través de los saberes prácticos de los antepasados campesinos del propio Giraldo. La acumulación de observaciones dispuesta a lo largo del ensayo procura demostrar que, como indica el autor en la nota aclaratoria, “contra lo que se viene diciendo desde Aristóteles, las plantas se mueven y aprovechan para ello su gran inteligencia”.

Intercaladas en los textos, a modo de precisas iluminaciones, sin que el recurso moleste o altere la lectura, aparecen diversas ilustraciones: una página del llamado Manuscrito Voynich (un libro de autor desconocido y escrito con un alfabeto no identificado, que fuera publicado en el siglo XV), la imagen de una Cattleya trianae (la flor de mayo o lirio de mayo) dibujada en la Iconographie des Orchidees (1885-1994), de Jean Linden, la portada de la novela de ciencia ficción Hothouse (1962), de Brian Aldiss, ilustrada por Eddie Jones y algunos interiores del álbum de figuritas Historia natural, de la Compañía Nacional de Chocolates, cuya edición de 1984 el entonces niño Efrén Giraldo completó y leyó con especial atención, entre otras.

De los diversos textos que componen este Sumario… quiero detenerme en “Historia personal de la botánica literaria”, pues por su propio tema y por la forma en que el autor desarrolla la escritura, a pura adición de eslabones que conforman un todo, termina funcionando como un sistema a escala de la particularísima estructura del libro. El inicio del texto, fijado en el mismísimo presente de la escritura (“Marzo y abril son meses en que el esplendor de las flores en el Oriente antioqueño alcanza sus mayores cotas de belleza y vistosidad. Veo las muchas matas de beso que se han usado como seto y me maravilla la concurrencia de los polinizadores. En la mañana, mi mujer ha sentido cólicos y el médico le ha dicho que está teniendo un aborto espontáneo”), dispara por pura asociación de la mente un viaje hacia la forma en la que la literatura dotó de personajes del universo vegetal a la imaginación y la percepción del mundo del autor.

Se ensamblan así poemas –“A Poison Tree” de William Blake y “Nocturno” de Álvaro Mutis– con novelas –Aniquilación de Jeff VanderMeer con El barón rampante de Italo Calvino– y con libros de heterogénea composición como La inteligencia de las flores de Maurice Maeterlinck, Tertulia de boticas prodigiosas y escuela de curanderos de Álvaro Cunqueiro y Medellín a solas contigo de Gonzalo Arango, obras con las que este Sumario de plantas oficiosas dialoga, incluso después de haberse cerrado el volumen.

Sumario de plantas oficiosas, de Efrén Giraldo. 192 páginas. Criatura editora, 2023.