“Yo no hago historia, pero vos tampoco”: esa podría ser la consigna con la que el nonagenario dramaturgo, narrador y tupamaro Mauricio Rosencof escribió Con la raíz al hombro, que se suma a su larga serie de relatos en los que, según qué libro, se acerca y se aleja de la biografía y de la ficción. El referente, no explícito aunque suficientemente caracterizado, es el expresidente Julio María Sanguinetti, autor de una profusa obra que en muchos casos ha sido promocionada y tomada como material de referencia (La agonía de una democracia, su visión sobre los acontecimientos que llevaron al golpe de Estado, entró en los programas de Secundaria) cuando en realidad se trata del testimonio de un actor de la época que describe (protagónico, privilegiado, pero actor al fin).

En la escritura de Rosencof, en cambio, nunca hay pretensión de distancia con lo narrado. Este libro, además, está organizado como una especie de justificación. Apuntando a su posible antagonista, menciona la necesidad de hacer un relato histórico que lo deje bien parado ante sus nietos, y es, de algún modo, lo que emprende él mismo en este collage de memorias, interpretaciones, textos propios y ajenos.

En el comienzo del relato el joven Rosencof es enviado, como periodista del órgano de prensa del Partido Comunista, a cubrir una huelga de trabajadores arroceros en Treinta y Tres. Esa narración desemboca, lenta y disfrutablemente, en su encuentro con Raúl Sendic (por suerte, cada vez hay que aclarar menos si padre o hijo), que también está allí como reportero, pero del Partido Socialista. Ya se conocen de vista, pero ese es el momento en que comienza la amistad mutua y su reconocimiento del liderazgo de Sendic, que años después fundaría el MLN-Tupamaros.

No es esta, sin embargo, una historia de Tupamaros, aunque puede haber algún elemento que falte o no esté lo suficientemente iluminado en la abundante historiografía sobre el movimiento. Tampoco es una rememoración de lo que ocurrió cuando estaba en cautiverio al estilo de Memorias del calabozo, que escribió junto a su compañero Eleuterio Fernández Huidobro, o una reelaboración literaria de ese episodio al estilo de su novela El bataraz. Es, más bien, una explicación de por qué un intelectual como Rosencof decidió unirse a la lucha armada. Lo que Rosencof muestra en la primera parte de su historia son las condiciones miserables en las que vivían los trabajadores del arroz y de la caña de azúcar y sus familias, la justicia de sus reclamos sindicales, la épica, el ingenio, las pequeñas victorias que obtienen con sus huelgas, marchas y demostraciones.

Rosencof busca presentar sus opciones como naturales: tras el contacto con esas realidades, cualquier persona habría hecho lo mismo que él. Las continuidades que establece, además, van mucho más allá del hilo cañeros-tupamaros que representa Sendic –al que compara con Jesucristo–, sino que a su vez muestra a los tupamaros absolutamente integrados a la historia, a la sociedad y al sistema político uruguayos.

Así, en distintos momentos –especialmente en su homenaje a Julio Castro– Rosencof traza conexiones entre lo que estaban por emprender los tupamaros y lo que habían hecho –con otros métodos, como Castro, o con violencia comparable a la de la guerrilla, como los rebeldes blancos y los opositores a la dictadura de Terra– distintos tipos de antecesores en el combate a la opresión.

A su vez, exhibe las conexiones que él y otros integrantes del movimiento tenían, a nivel personal, con integrantes de un amplio arco de las dirigencias partidarias, que excluía sólo a los sectores más conservadores de los partidos tradicionales. También, en este mismo sentido, busca dejar clara la proximidad de Tupamaros al Frente Amplio, resaltando la identidad entre el Movimiento 26 de Marzo y la guerrilla.

Además, en una serie de episodios en los que se coloca en un rol protagónico en tanto interlocutor entre Tupamaros y Liber Seregni, líder del flamante Frente Amplio, Rosencof da su versión acerca de la coordinación que distintas fuerzas de autodefensa habían empezado a esbozar ante la posibilidad de que el ejército brasileño invadiera Uruguay si el resultado de las elecciones de 1971 era desfavorable a los sectores más afines a Estados Unidos. Más adelante cuenta cómo, después de la dictadura, surgió la idea de plasmar en libro las conversaciones conocidas como Seregni-Rosencof: mano a mano, donde estos asuntos son abordados desde ángulos diferentes.

En diversos momentos, Rosencof intercala viejos textos suyos –los que publicaba en El Popular sobre las luchas de los trabajadores rurales, por ejemplo–, artículos de Carlos Quijano y documentos desclasificados del Departamento de Estado norteamericano. Están allí para reafirmar sus puntos de vista, para probar algunas afirmaciones, pero no habría que ver en ellos la simulación del trabajo académico, sino una muestra de la libertad con la que puede trabajar un escritor.

Rosencof sabe que su poder de persuasión no reside en la apariencia de rigurosidad, sino en la seducción de su estilo. En eso, el libro es un éxito. Si uno ya está advertido sobre su condición de narrador incontenible estará preparado para permitirle incontables licencias y disfrutar con su acumulación de anécdotas, con su facilidad para construir personajes a partir de observaciones puntuales, con su dominio del habla popular –o, en plural, de las hablas populares– de hace unas cuantas décadas, con sus parodias de las bellas letras y con su desparpajo en la autorreferencia. Comprender sin ayuda de buscadores o glosarios parte del código que maneja Rosencof es un privilegio en extinción, aunque no es imprescindible para apreciar el valor de estas memorias.

Con la raíz al hombro, de Mauricio Rosencof. 270 páginas. Aguilar, 2023.