La música, como los recuerdos, tiene esa noble potencia: nos deja boyando en algo, pensando de dónde sale, de dónde aparece esa melodía, por ejemplo, que resuena en nuestra cabeza sin que podamos identificarla. O por qué tarareamos esa otra melodía, esa musiquita que se nos impregna. Hay razones profundas que vinculan el oído del ser humano con el ablande: nos ablandamos a una música -y a otras no- y a veces no sabemos por qué. ¿Qué placer o displacer hace que disfrutemos más o menos de una o de otra musiquita? Nadie lo sabe. Pero Hernán Ronsino, con una destreza poética envidiable, parece tener algún indicio.
En Una música, su última novela, el premiado escritor argentino, autor de obras tan diferentes como sólidas -La descomposición (2007), Glaxo (2009), Lumbre (2013) y Cameron (2018)- alumbra un pedazo de memoria para ir urdiendo una trama que se desenreda a medida que el personaje tira del ovillo. Juan Sebastián Lebonté está de gira en Europa, es un pianista relativamente consolidado, que ha hecho una carrera por la insistencia de ese padre que ahora, mientras él toca -o elude tocar- en pueblos olvidables de Europa, muere en Buenos Aires. Le piden que regrese, aunque él se demora un poco, pero acaba regresando. Y allí enfrenta el destino: su familia no lo representa, su pareja le pide un arraigo que él no siente, y el padre, tan opaco como atractivo, le ha dejado un campito en Paso del Rey, Moreno, provincia de Buenos Aires. Un rincón hostil y de resabios fabriles y ferroviarios saliendo de la capital hacia el oeste. Un pedazo de tierra inundable que su madre insiste en decirle que él ya conoce -le da una foto para comprobarlo- y que, cuando finalmente lo visita, resulta estar habitado.
A partir de ese dato, de una memoria y una melodía que le son esquivas, de una musiquita norteamericana y de una herencia que lo lleva a hundirse desde un hotel europeo hasta una tierra inundable en el conurbano bonaerense, Lebonté descubrirá que la historia de su padre y la de la gente que encuentra viviendo en ese territorio están íntimamente ligadas. Lo que descubre es algo que muchos jamás podrán saber: ¿cuántos secretos cobija un padre?; ¿cuánto estamos dispuestos a conocer de él?
Ronsino mezcla con solvencia tramas tan lejanas como atractivas: disputas territoriales y sindicales, un músico norteamericano pionero y olvidado, una profesora de piano que cobija pero desafía al alumno, zonas marginales de Buenos Aires, caudillos paternalistas que legan su carisma, padres moribundos que legan su derrotero, y un hilo que conduce la Historia detrás de la historia: lucha armada, resistencia, el gobierno militar, los resabios de los 90 y el 2001 en la tierra de la desocupación y la subsistencia precaria.
Y a pesar de todo, la solidaridad. A cada paso, en cada pedazo de la trama, emerge con potencia la música que no deja de sonar: el ser humano buscando enlazarse con otros y construir, aun en donde no hay nada, un entramado social. Y aparecen destellos de claridad donde había sólo opacidades, y de pronto cada quien tiene ahora un rol y una porción de la historia. Entonces aquello que no se entendía se entiende, es decir, la trama cobra todos los sentidos -que son muchos-, pero no resuelve -gracias por eso, Ronsino- las preguntas que acompañan al lector desde el inicio: ¿podemos saber todo de una persona?; ¿podemos entender motivaciones, oscilaciones y acción de un padre?; ¿podemos saber más allá de las preguntas o de las respuestas? Y, sobre todo, una pregunta por la música que nos resuena, aún sin respuesta, pero de la que Ronsino parece tener un indicio: capaz que la música que nos ablanda es esa que nos lleva a un sentido evocativo, aquella que nos señala un camino, aun recóndito o esquivo, opaco e incierto, hacia la propia identidad.
Una música. De Hernán Ronsino. Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2022, 206 páginas.