Un somero gugleo del nombre de Virginie Despentes trae repetidamente ciertos datos biográficos muy llamativos. Además de saber que es escritora, realizadora cinematográfica, que incursionó en el rap, que su ópera prima, Baissez-moi (1999), traducida como Fóllame, fue su primer éxito de ventas, y que es autora del ensayo feminista Teoría King Kong, solemos enterarnos también de que fue violada a los 17 años, que ejerció la prostitución en algún momento de su vida y que fue artista de peep-show y crítica de cine porno. A veces se menciona que a los 15 años fue internada en un hospital psiquiátrico, que fue varias veces arrestada por la Policía y que es lesbiana.

Se entenderá, con semejante currículum, que se trata de una autora difícil de leer separándola de su propio personaje, independientemente de cuán auténtico lo percibamos. Tanto más teniendo en cuenta las características más visibles de su literatura: lenguaje crudo, personajes marginales o poco convencionales, sexualidad más o menos explícita, defensa de la prostitución y la pornografía como herramientas de empoderamiento femenino (uno de sus puntos más polémicos, sobre todo dentro del feminismo), crítica a las convenciones sociales burguesas… Al público suele gustarle pensar que eso que lee está apoyado en una experiencia, que el autor o autora “vivió” lo que narra, y ese es un plus que Despentes siempre está dispuesta a ofrecer.

Apocalipsis bebé fue publicada en 2010, pero las ediciones en español se hicieron esperar hasta fines de 2022. Aunque la edición es argentina, la traducción es la misma que en la edición barcelonesa, por lo que, como es de esperarse, encontraremos términos propios de la madre patria como “follar” y “bollera”. La contratapa de esta edición nos dice que la novela se centra en la búsqueda de Valentine, una “adolescente problemática” que desaparece mientras es seguida por una detective privada contratada por su padre y su abuela. La detective, Lucie, se enfrenta a un desafío que excede su escasa experiencia: acostumbrada a la aburrida tarea de seguir adolescentes rebeldes, debe emprender la búsqueda de una persona desaparecida. Para ello se asocia con la Hiena, “una magnética investigadora con métodos poco ortodoxos y por la cual Lucie se siente tan fascinada como intimidada”.

Sólo con esta sinopsis, resulta evidente que hay varios elementos de novela negra. Las investigadoras, lejos de la ética inquebrantable y la irreductible racionalidad de los detectives del policial clásico, tienen personalidades claramente antiheroicas. Lucie es una persona rutinaria, que ejerce su profesión sin pasión alguna y ha atendido mayormente casos aburridos, hasta que la desaparición de Valentine la obliga a poner más esfuerzo y dedicación. Mientras tanto, la Hiena es desvergonzada, extrovertida, en ocasiones muy violenta y con amplias conexiones en los bajos fondos. Hay también una fuerte impronta sociológica, en tanto la búsqueda de Valentine obliga a las investigadoras a mezclarse en distintos ambientes sociales (bandas de hardcore neonazis, okupas, musulmanes, etcétera), cada uno con su forma particular de ser outsider.

No obstante, de a ratos la trama detectivesca parece distraerse demasiado en las presentaciones de los personajes y sus historias, y si bien en muchas ocasiones estos relatos se encuentran muy bien construidos, alejan un poco a la novela del género noir, mezclándola con una escritura quizá más psicológica. La mayoría de estos momentos consisten en capítulos enteros nombrados como el personaje del que tratan, y sus vivencias nos son contadas en un estilo indirecto libre (donde la voz narrativa se identifica con el punto de vista de un personaje sin abandonar la tercera persona gramatical), a diferencia del resto de la novela, donde la voz narrativa y el punto de vista corresponden a Lucie. Esto a veces disminuye un poco la eficacia de la trama, aunque no llega a anularla, y en última instancia puede llegar a ser disfrutable.

El personaje de la Hiena y su contrapunto con Lucie es uno de los mayores logros de la novela. Lucie tiene unos pocos elementos del caso y pocas herramientas para aprovecharlos, por lo que es en general quien plantea las incógnitas, mientras que la Hiena siempre sabe dónde ir a buscar las respuestas. Por supuesto, está también el elemento queer, ya prefigurado en el epígrafe al principio del libro, extraído de Testo yonqui (2008), de Paul Preciado, pareja de Despentes al momento de publicar este libro. La Hiena es abiertamente lesbiana, toma testosterona y no sólo hace una ostentación por momentos grotesca de su sexualidad, sino que además bromea sobre la condición heterosexual de Lucie a un punto muy cercano al bullying. La eroticidad hiperbólica de la Hiena y lo descolgadas que resultan sus expresiones generan momentos de sorpresa y hasta hilaridad que constituyen oportunos descansos a la tensión de la trama.

Por otra parte, el personaje no sólo transgrede la heteronorma desde su orientación sexual, sino también desde su construcción de género. No sólo es descrita como “andrógina” varias veces. El mismo apodo de Hiena alude a un animal con una organización social matriarcal, y cuyas hembras “tienen un clítoris alargado que se parece mucho al pene de un macho” (así lo explicaba Sarah Benson-Amram, zoóloga, a National Geographic, en un artículo de 2022). La Hiena no sólo es consciente de su inquietante masculinidad, sino que además sabe explotar el desconcierto que produce en los testigos e implicados que interroga, especialmente los varones, hacia los que expresa una personalidad más agresiva y dominante, utilizando métodos ante los cuales Lucie no puede evitar sentir una cierta desaprobación, pero que se revelan sumamente eficaces. Sería discutible cuán transgresor o disruptivo resultaba todo esto en 2010, teniendo en cuenta la creciente inclusión de personajes no heteronormados en ficciones mainstream y no tanto. Pero cumple su función a nivel narrativo, que es lo importante.

En cuanto a Valentine, la ausente, no es extraño que su personaje vaya creciendo a lo largo del relato, para llegar a su punto álgido en el capítulo final. Se trata de un final en clímax, en el que sucede el hecho más espectacular y removedor de toda la novela. Detenerse en el personaje de Valentine, teniendo en cuenta que sus rastros articulan la trama, podría llevar a varios spoilers, por lo que no es posible decir mucho más sin arruinar la lectura.

Puede decirse que los puntos fuertes y débiles de la novela están muy relacionados. Por un lado, el esmero y hasta cariño en la construcción de los personajes, y por el otro, un detenimiento a veces excesivo en la indagación psicológica. En balance, más allá del producto Despentes y su marketing, lo que queda es una buena novela. No mucho más, pero tampoco mucho menos.

Apocalipsis bebé. De Virginie Despentes. Buenos Aires, Penguin, 2022, 312 páginas. Traducción de Robert Juan-Cantavella.