En 1995, después de haber estado en el elenco de El Padrino II, de consagrarse como actores y de acumular tres Premios de la Academia entre ambos, Robert De Niro y Al Pacino se vieron las caras por primera vez delante de una cámara. Fue en la película Fuego contra fuego (Heat), escrita y dirigida por Michael Mann.

Semejante evento fue suficiente para convencer al público de acercarse a las salas de cine, pero una vez que se encendió el proyector se encontraron con un policial que combinaba la acción y el vértigo con un estudio interesante de la vida de sus protagonistas. Vincent Hanna (Pacino), un detective obsesionado con su trabajo, se cruzaba con el ladrón profesional Neil McCauley (De Niro), generándose un juego del gato y el ratón en el que ambos eran plenamente conscientes de los movimientos del otro, y la identidad de los animales podía cambiar entre una escena y la siguiente.

Durante casi tres horas seguimos a Hanna en su trabajo y su decadente vida personal, y también a McCauley intentando dar el golpe perfecto junto a su banda, que incluía a Chris Shiherlis, interpretado por Val Kilmer. Spoiler alert de una película que tiene casi 30 años: todo culminaba con un el duelo final entre superestrellas y solamente una sale de allí con vida. Si siguen leyendo se darán cuenta de cuál.

Es que Mann, décadas más tarde de habernos obsequiado aquel entretenimiento, decidió ampliar las historias de sus protagonistas y junto a la novelista Meg Gardiner escribieron Heat 2, que funciona al mismo tiempo como precuela y como secuela de Fuego contra fuego. La edición en español, que mantuvo el título original, está disponible en las librerías de nuestro país.

Más fuego

Ya se ha hablado mucho acerca de lo caprichoso de los finales; una historia termina cuando sus autores deciden dejar de contar. Y Heat 2 lo demuestra al comenzar apenas unos minutos, unas horas después de que Hanna y McCauley se agarraran a los tiros en el Aeropuerto Internacional de Los Angeles.

La pareja de escritores decide centrarse en Chris, el ludópata que salvaba su pellejo luego de que su esposa Charlene le advirtiera que estaba cayendo en una trampa de la policía (por si no quedó claro, y más allá de que se vuelve sobre lo ocurrido, vean Fuego contra fuego antes de ponerse a leer). Todavía en recuperación luego de haber sido herido en un recordado enfrentamiento a tiros en la puerta del banco, debe apoyarse en la red de contención criminal encabezada por Nate (Jon Voight en la película) para salir lo antes posible de la ciudad y del país.

A través de capítulos cortos y ágiles, seguiremos a Chris durante varias páginas en las que la acción funciona mucho mejor que la descripción. Mann y Gardiner privilegian lo que ocurre, que es mucho, antes que lo que rodea a los personajes. Esto favorece la lectura, ya que en las ocasiones en las que se permiten cierto vuelo literario, el resultado no es el mejor. Lo mismo ocurre con los comienzos de algunas escenas: establecerlas aburre, pero cuando empiezan a pasar cosas, los autores son capaces de mantenerte en vilo durante páginas y páginas.

Y eso que toman una decisión que literalmente corta la acción, ya que hay dos grandes líneas de tiempo intercaladas. La primera es la del presente, con Chris a la cabeza estableciéndose dentro de la mafia china que manda en Ciudad del Este, abarcando un período de tiempo entre 1995 y el año 2000. La segunda arranca en el pasado, en 1988, y sigue por un lado a McCauley en la preparación de un golpe maestro, y por el otro a Hanna detrás de un asesino y violador que está destrozando familias en la ciudad de Chicago.

Lo que hizo exitosa a la película original aquí está presente, con el tiempo (el espacio) suficiente para profundizar en la vida del policía casado con su trabajo y el ladrón metódico que debe ser capaz de dejarlo todo atrás en 30 segundos si corre riesgo de ser atrapado. Las escenas ambientadas en un mundo pre-Fuego contra fuego logran explicar cómo llegaron a ser esos que conocimos en el cine.

La elección de Otis Wardell como villano máximo que terminará uniendo ambas tramas (algo evidente desde el punto de vista dramático) permite presentar a alguien peor que cualquiera de los malos de la película, literalmente, aunque todo el tiempo corre el riesgo de explotar el medidor de sadismo y convertirse en la caricatura de un monstruo. Pero todo corre tan rápido que no hay tiempo para eso.

Desde el título, y por más esfuerzos editoriales, queda claro que es una historia que se sostiene y fundamenta a partir de la película. Sin llegar al nivel de esta, utiliza el presupuesto y las posibilidades de la letra escrita para ampliar la vida de sus protagonistas e invitarnos a compartir otras aventuras con ellos. Donde no faltarán los planes, los disparos... y el fuego, claro.

Heat 2, de Michael Mann y Meg Gardiner. HarperCollins, 2022. 544 páginas.