El amor y el deseo ocupan papeles protagónicos en la obra de Cristina Peri Rossi, pero no siempre se encuentran en una forma tan despojada como en Solitario de amor, publicada originalmente en 1988 y editada ahora en Uruguay por Hum. Absolutamente toda la novela es la historia de un amor, el que siente el innombrado protagonista por una mujer llamada Aída. Los pocos personajes que aparecen (con una única excepción) se refieren a Aída: su exmarido, sus antiguos amantes, su pequeño hijo.

Además, el protagonista es privado de su nombre y su historia, anclado en su rol de enamorado, carente de cualquier otra referencia que no sea su amada: “En efecto, soy un hombre sin costumbres, sin horarios, sin orden, sin pilares en la realidad que sirvan para apoyarse. No recuerdo qué he hecho ayer ni qué haré luego; extrañado de todos y de todo, los actos, los reflejos, las certidumbres han volado, se han dispersado, han desaparecido hacia un pasado del que no guardo memoria”, dice.

Como en el ensayo Fragmentos de un discurso amoroso, del teórico francés Roland Barthes, en Solitario de amor se pone foco en la enunciación del amor a través de lo que dice el amante (o sujeto amoroso, diría Barthes), un decir surgido (o al menos eso creemos) desde lo más íntimo e individual pero que a la vez lo trasciende, mimetizándose con lo dicho por infinidad de amantes a lo largo de la historia de la humanidad. No obstante, según Barthes, “el discurso amoroso es hoy de una extrema soledad. Es un discurso hablado por miles de personas (¿quién lo sabe?) pero al que nadie sostiene; está completamente abandonado por los lenguajes circundantes: o ignorado, o despreciado o escarnecido por ellos”.

En un capítulo Barthes habla de lo que llama “desrealidad”: “sentimiento de ausencia, disminución de la realidad experimentado por el sujeto amoroso frente al mundo”. En esa línea, dice el protagonista de Solitario de amor: “Comprar una botella de leche o una barra de pan me resulta una tarea enormemente dificultosa. Cualquier conversación trivial me provoca fatiga, y las que en apariencia son más serias tampoco me atraen: ajenas a mi verdadero y único interés, están en otra esfera, en otro ámbito. Soy el extranjero, pues, del mundo, el ausente”.

Pese a la frecuente asociación de la obra de Peri Rossi con la literatura lésbica, las temáticas propiamente lesbianas no suelen aparecer en sus primeras obras; de hecho, uno de sus libros más emblemáticos, el poemario Evohé, apareció con una voz lírica femenina recién en la edición de Hum de 2021, pues en la original esta voz era masculina. Probablemente, en las décadas de 1960 y 1970, que una escritora mujer (y lesbiana) se apropiara de una voz masculina para escribir textos de marcado acento erótico era más transgresor que hoy en día mostrar directamente un amor homosexual.

Pero más allá de esto, que podría ser anecdótico, la premio Cervantes reelabora tópicos muy tradicionales en la literatura amorosa, explorándolos hasta sus más profundos intersticios. Aquí, el sujeto deseante es un hombre y el objeto deseado, una mujer. La forma en que este sujeto expresa su amor coincide en gran medida con el viejo y conocido amor cortés, aunque sin el platonismo que suele acompañarlo en muchos casos y atravesado por un fuerte vínculo sexual.

Pese a que este amor se realiza en el plano físico, no es correspondido. El protagonista sabe que Aída no lo ama. Sin embargo, se refugia en este sentimiento que se apodera de toda su existencia, entregándose a la devoción y sumisión que clásicamente prodiga el poeta a su dama. El hecho de no ser correspondido parece importar poco; el amante se entrega al amor por sí mismo, independientemente de cómo sea retribuido. “Seguramente podría renunciar a Aída; mucho más difícil, en cambio, sería renunciar a mi amor por Aída”, dice.

Como es habitual en la autora, no faltan los fragmentos de alto contenido erótico. Estos suelen ser extensos, con un lenguaje sutil pero directo, y un timing donde las pausas, los acentos y las imágenes poéticas evocan el ritmo del juego amoroso. La acción, el movimiento, se alternan con instantes de contemplación donde el deseo vuelve a surgir una y otra vez. 

Pese a que la literatura de Peri Rossi ha sido rupturista con relación a los tiempos en los que iba publicando su obra, casi siempre su construcción del amor es bastante tradicional, de un modo que podría resultar anticuada para ciertos discursos relacionados con la deconstrucción del amor romántico. Sentimientos como los celos y la posesividad (mostrados en su forma, si se quiere, más patética en un diálogo del protagonista con el hijo de Aída, “este raro renacuajo” que “ha estado nueve meses en el interior de Aída”) parecen esenciales a la atracción romántica, además de que esta parece cortar todo vínculo del amante con su propia individualidad. Habrá quien censure esta concepción como quien la encuentre más próxima a la realidad que las alegres utopías amorlibrenses. Pero más allá de convicciones éticas, esta concepción del amor ha alimentado la imaginación poética de Occidente durante siglos y continúa resonando en la experiencia vital de un infinito número de amantes de carne y hueso. La exploración de esas resonancias es una de las fortalezas y obsesiones de Peri Rossi, y como en el resto de su obra, aquí la maneja eficientemente.

Solitario de amor, de Cristina Peri Rossi. Hum, 2023. 128 páginas.