Los fenicios llamaron Hispania a la península Ibérica, que a su vez fue llamada Iberia por los griegos a raíz de la similitud de su paisaje con una zona al sur del Cáucaso (actual Georgia), por donde corre el río Iber. Región de variados recursos, emplazada en un estratégico sitio, Hispania vendió cara su piel antes de convertirse en provincia de Roma, sin perder su impronta, ya que si bien el suelo ibérico se romanizó, Roma también se hispanizó: el imperio supo tener al frente a tres emperadores de origen hispano, a saber, Trajano (53-117), Adriano (76-138) y Teodosio (347-395).

En el flamante libro Hispanos, el filósofo y escritor español Carlos Goñi (1963) emprende un exhaustivo y ameno viaje por las vidas y los hechos de un grupo de hombres y mujeres que vivieron (lucharon, gobernaron, escribieron, murieron) en la Península Ibérica mientras estuvo bajo el poder de Roma. En sus páginas se cuentan los destinos de celtíberos, ilergetes, cántabros, turdetanos, arévacos, cartagineses, lusitanos y numantinos que enfrentaron a los ejércitos romanos, que asumieron la derrota (en caso de no haber sido masacrados hasta la extinción), que escribieron versos o filosofaron bajo el yugo de los nuevos gobernantes y que mantuvieron vivo el espíritu de “lo hispano”, tal como refleja un epigrama de Marcial (40-104), poeta romano de origen hispano, citado como epígrafe en uno de los capítulos: “A nosotros, hijos de celtas y de iberos, / no nos avergüence en agradable verso recitar / los nombres duros de la tierra nuestra”.

Dividido en cinco grandes bloques –dentro de cada cual se mantiene un estricto orden cronológico–, el libro aborda el concepto de “heroísmo hispano”, la forma de hacer política de sus gobernantes, el pensamiento filosófico de los hijos de Iberia, y la poesía y la religiosidad hispana.

A través de capítulos breves (con títulos tales como ‘Indíbil y Macedonio, entre Cartago y Roma’, ‘Aníbal Barca, el cartaginés hispano’, ‘Lucano, el joven poeta cordobés, ‘Osio y Potamio, una de cal y otra de arena’, etcétera), pródigos en información, anécdotas y diversas interconexiones, Goñi construye un interesante artefacto narrativo, que se nutre del manual de historia, el texto específico de divulgación y hasta de los recursos de la novela, pues muchos de los hechos referidos en un capítulo son luego abordados más adelante, a modo de complemento o de cierre. El tono siempre es didáctico y hasta jocoso por momentos, embargado de cierto patrioterismo de opereta, que nunca desemboca en el chovinismo y que tiende a relativizar aspectos como la pertenencia territorial y el sentido de nación. El libro no cuenta ni con una sombra de una nota al pie.

Entre los muchos personajes que cruzan Hispanos, se encuentra Viriato, el líder lusitano que enfrentó la expansión de Roma en Hispania a mediados del siglo II a. C., un guerrero de temple que no se constituyó en jefe por poderes heredados sino por sus meros logros y que fue asesinado por sus propios lugartenientes, comprados (y luego traicionados) por el cónsul Quinto Servilio Cepión. La construcción del capítulo dedicado a Viriato es ejemplar del sistema de trabajo de Goñi: comienza elaborando un perfil del héroe hispano en oposición al personaje del cuñado del protagonista de la novela La aventura del tocador de señoras (2001), de Eduardo Mendoza, salta a ciertas consideraciones sobre el pueblo hispano determinadas por el geógrafo e historiador griego Estrabón, relata las diversas campañas del llamado “Aníbal bárbaro” o “Terror de Roma”, y concluye analizando su caída a la luz del óleo La muerte de Viriato (1807), de José de Madrazo, no sin antes haber subrayado que el sempiterno uso de un brazalete en el brazo izquierdo del héroe antecede al que en la actualidad llevan los capitanes de los equipos de fútbol.

Otro capítulo destacado es aquel que el autor dedica al obispo Gregorio de Elvira, también llamado Gregorio Bético, “el divino casamentero”, y a Orosio de Braga, presentado como “el primer historiador universal”. Además de reconstruir la vida y los hechos de estos dos personajes, el capítulo arroja abundante luz sobre el sectarismo y las diversas luchas intestinas de la iglesia católica, además de contar con un estrambote, a modo de colofón, acerca de Silvano de Calahorra, un obispo de la ciudad homónima que decidió prescindir de las jerarquías eclesiásticas y moverse por la suya. Al concluir esta sección, Goñi exhibe una muestra de su particular estilo: “El caso de Silvano de Calahorra es un ejemplo más de que Hispania was different: aquí se hacían las cosas de otra manera, se era más papistas que el papa, pero sin contar con él. Pues si uno es más papista que el papa, ¿para qué lo necesita? Algo de eso entraña ser hispano, lo de andar como Pedro por su casa, porque, como dirá Sancho Panza, ‘debajo de mi manto al rey mato’, o al papa”.

Lamentablemente, el libro cierra con un gran despropósito: en la penúltima página, luego de una ‘Lista de personajes hispanos’, se invita a los lectores a ingresar al sitio web de la editorial y “descargar de manera gratuita la bibliografía completa del libro en formato PDF”. En épocas de crisis del papel, altos gravámenes y otras yerbas, los editores deben recurrir a estas estratagemas para ahorrarse algunas páginas, pero cercenar de forma tan burda una parte integral de la obra, convirtiéndola en un archivo virtual de incómoda consulta, no es la actitud más amigable con el lector que pagó por su ejemplar.

Hispanos, de Carlos Goñi. Editorial Arpa, España, 2022. 288 páginas.