La locura ha sido un tópico abundantemente explorado en la historia de la literatura, siglos antes de las teorizaciones de Foucault. Qué es en sí la locura, cuánto hay de terapéutica y cuánto de control social en su definición por parte de las autoridades médicas, si debe considerarse a la persona que la sufre como visionaria o simplemente enajenada, son preguntas que difícilmente lleven a una respuesta definitiva, y probablemente mucho menos desde un texto literario.

En el siglo XX, los hospitales psiquiátricos aparecen como escenario de distintas obras; algunas de las referencias más obvias pueden ser La campana de cristal de Sylvia Plath o fragmentos del Aullido de Allen Ginsberg. La temática ofrece una variedad de tensiones y contrastes: el choque entre el impulso vital del individuo y el afán ordenador y modelador del control social, entre la presencia de conflictos y pasiones profundamente humanas con la frialdad y distancia del racionalismo científico. Aun sin negar la existencia de las enfermedades mentales y la necesidad de su tratamiento, la psiquiatría es, de los discursos médicos y terapéuticos actuales, el más revestido de esa ambigüedad en la que también funciona como un dispositivo punitivo hacia conductas que no tienen lugar en un determinado orden social.

En este nuevo título de Editorial La Coqueta, el primero de 2023, Laura Alonso revisita estos escenarios. El título, (Sic) et non, parece aludir a una obra clásica de la escolástica medieval en la que el monje, teólogo, filósofo y poeta Pedro Abelardo intenta resolver varias contradicciones entre las escrituras y los textos de los padres de la iglesia. En latín, sic significa “así”, y se utiliza hasta el día de hoy, al menos en el ámbito académico, para expresar que una cita es textual. Sin embargo, el “et non” expresa una contradicción, por lo que se nos está diciendo que lo que aquí se escribe es textual y a la vez no.

Esta contradicción se entiende mejor si observamos que el poemario está construido en base a fragmentos de discurso, como si oyéramos las voces de quienes comparten este espacio de confinamiento, casi siempre procurando mantener las marcas de oralidad. Por un lado, se nos presenta el poema como registro, y por otro se nos dice que ese registro no es fiel, aludiendo quizá a su elaboración poética, o quizá a su carácter de visión parcial de una realidad inabarcable en términos textuales.

La forma alterna entre poemas en versos muy cortos y prosas poéticas generosamente salpicadas de comas y escasamente provistas de puntos, que junto con el uso de repeticiones de palabras o grupos de palabras, digresiones y coloquialismos, se orientan a lograr la evocación de la oralidad. Esta coloquialidad resulta efectiva a la hora de traer una cotidianidad, en una experiencia vital tan disruptiva como una internación psiquiátrica, con la que muchas personas se encuentran familiarizadas en estos tiempos, pero que para otras aún puede ser un tema sumamente sórdido y plagado de tabúes. La forma en que los textos son presentados permite que podamos imaginarnos a un ser de carne y hueso en una conversación casual, humanizando y aproximando un relato que quizá para cierta parte del público aún reviste ribetes demasiado espectaculares.

Entre la rutina de las conversaciones hospitalarias se traza una cartografía del afuera y el adentro. La vida individual se encuentra suspendida, igualada con la de las otras, y en las conversaciones afloran retazos de estas vidas, trayendo muchas veces ese “problemita”, esa disfuncionalidad que fue motivo del encierro. Esta rutina se encuentra salpicada por explosiones de tensión individuales que son acalladas por los procedimientos habituales en estas instituciones, desde las más clementes (pastillas o inyecciones) hasta las más brutales (una de las pacientes es amarrada).

Estos poemas, escritos en primera persona, en algún caso en singular y en otro en plural, terminan por configurar una voz colectiva, en la que el sujeto lírico se funde y confunde. Esta voz colectiva tiene, además, la característica de ser femenina, lo que pone al libro en un lugar muy tentador para la crítica de género. No son pocas las páginas escritas sobre cómo la institución psiquiátrica también fue un instrumento de control hacia las mujeres que por algún motivo evadían los mandatos patriarcales; recuérdese la respuesta del poeta beatnik Gregory Corso cuando se lo interrogó sobre la ausencia de mujeres en dicho movimiento: “Hubo mujeres, yo las conocí, pero sus familias las encerraban en manicomios [...] En los años 50 si eras hombre podías ser rebelde, pero a las mujeres se las encerraba”.

En este libro esas temáticas no se exponen en forma maniquea: la convivencia no está exenta de roces, y además el riguroso orden de la institución también está sostenido por mujeres: enfermeras, doctoras, vigilantes. Pero de todos modos, en varios de los textos más intensos y logrados se da cuenta de una sororidad que no se queda en el momento presente sino que se remonta a la ancestralidad.

Laura Alonso, arquitecta, docente y poeta, nació en Montevideo en 1970 y este es su cuarto poemario.

(Sic) et non de Laura Alonso. 88 páginas. La coqueta, 2023.