Desde su primer poemario, Ferrocarriles franceses (2016), Andrés Olveira (Montevideo, 1986) viene realizando una exploración estética constante y coherente, caracterizada por una indagación en la vida cotidiana que sirve como punto de partida para una crítica sistémica, en cuanto evidencia el peso de convenciones y rutinas que se imponen desde el cuerpo social y desde el discurso del poder. La realiza en un lenguaje sencillo y directo, aunque se cuelen terminologías relacionadas con fenómenos característicos de los tiempos inmediatamente contemporáneos (virtualidad, emprendedurismo, marketing) y adoptando en muchos casos formas cercanas a una narrativa.
Además, estos conflictos se expresan con una importante dosis de humor, sostenida en parte por la mirada extrañada e irreverente hacia el mundo circundante, y en parte por el choque de las aspiraciones, deseos y percepciones del sujeto lírico y un entorno que no es ni siquiera hostil u opresivo, sino que simplemente parece hablar otro idioma.
Porno de pyme es el cuarto poemario de Olveira y fue financiado por el Fondo Amanda Berenguer para la publicación de poesía, patrocinado por la Dirección Nacional de Letras del Ministerio de Educación y Cultura. Un antecedente muy directo de sus estrategias poéticas es el clásico de la literatura nacional Poemas de la oficina, de Mario Benedetti. Por un lado, se asemeja en su materia prima: “menudas anécdotas, hechos triviales, desgracias de poca monta”, “desechos de la literatura ‘prestigiosa’”, al decir de Hugo Alfaro. Por otro, la táctica de ofrecer el choque entre la subjetividad y el entorno, tanto en el libro de Benedetti como en el de Olveira, genera un efecto humorístico ante la imposibilidad del entendimiento, el ruido blanco en una comunicación fallida. Además, ambos poemarios emprenden la crítica social y política desde una sensibilidad individual más que desde un proyecto político concreto.
El mundo que retrata Olveira, claramente, es más de 70 años posterior al de Benedetti, por lo que su crítica sistémica tiene nuevos elementos. Si bien en Porno de pyme sigue explorando las penurias del trabajador asalariado, sus rutinas artificiales y oprimentes, el acotado y formalizado espacio del ocio, la circunscripción de los anhelos vitales al poder de compra de un sueldo y la inexorabilidad absurda de las jerarquías laborales, aparecen ciertos elementos más propiamente actuales: la omnipotencia del consumo y su carácter forjador de identidad, el paradigma emprendedurista y su jerga, la hipertecnificación de la comunicación humana a lomo de la digitalización, la exigencia de mantener la imagen personal y las apariencias...
“Mi máxima aspiración/es dar una charla TEDx,/usar un micrófono de solapa/para contar cómo/con mi método original/de embotellar el aire/logré que las lágrimas/de una niña con cáncer/fueran un 15% más conmovedoras”, empieza el texto titulado “TEDx”. Es quizá uno de los fragmentos en los que se realiza con más eficiencia la estrategia de buscar la antítesis entre los intersticios más profundos y delicados de la sensibilidad humana y un discurso que pretende ordenar, cuantificar y cotizar absolutamente todo. Pero en la era industrial tardía el paradigma consumista no necesariamente entra en choque con los deseos y aspiraciones humanas, sino que también se sirve de estos para perpetuarse.
Aquí el sujeto lírico no se engaña pensando que tiene una sensibilidad privilegiada, y que a eso obedece su desasosiego (como ocurría con los poetas malditos y otros románticos tardíos, además de sus continuadores contemporáneos), sino que también admite ser parte de un sistema. Así, en “Teasing”, la muy extendida costumbre de salir a mirar vidrieras y preguntar precios es salpicada con imágenes que evocan el acercamiento sexual (“Me gusta coquetear con lo que no necesito”) para rematar en un tajante “Me encanta calentar la pija del consumo”. Similares metaforizaciones sobre la erotización del mercado y el capital se encuentran en el texto que da nombre al libro, “Porno de pyme”, donde el campo social del emprendedurismo se describe con categorías usuales en los sitios para adultos (gangbang, fisting, bukkake).
No falta tampoco el espacio para la crítica al sistema cultural, al que se percibe imbuido en este mundo de apariencias en el que “el ladrido vale más que el perro” (“Bruma”). En “Nunca bailamos bajo la lluvia” se satiriza la actitud de outsider llevada como pose (“Lo único que te interesa del infierno/es copiar los movimientos/para que tu fanzine/se vea perfectamente reventado”). “Dirección general impositiva” refiere a cómo gran parte de los productos artísticos nacionales mejor realizados son sostenidos por la buena posición económica de sus creadores. En “Feria” se reflexiona sobre cómo en un evento cultural lo menos importante es lo que supuestamente era esencial. En “Manifestación” el autor se reserva un momento para la autorreferencialidad paródica (“Oigo acusaciones/‘Lo tuyo es demasiado narrativo’”).
También el ocio y el contacto con la naturaleza se encuentran mediados por la sensibilidad urbana y consumista. Un punto alto de esta temática es “República Transversal de Giannattasio”, referida al veloz poblamiento de Ciudad de la Costa, y cómo buscando huir de la opresión del entorno urbano se llevan los males de la urbanización a nuevos sitios. Pero sobre todo se apunta a cómo ese contacto con lo natural no deja de estar basado en convenciones, que imposibilitan una verdadera comunión.
Aunque se le puede criticar la debilidad de algunos versos finales, la de Olveira viene consolidándose como una voz atendible –quizá de las más interesantes de su generación– que logra un lenguaje y un universo propios.
Porno de pyme, de Andrés Olveira. 68 páginas. Fardo, Montevideo, 2022.