Hay en la literatura un área escasamente repertoriada, de pequeños libros escritos (o firmados) por artistas que se han destacado en una disciplina que no es la literaria. Pueden mencionarse, a modo de ejemplo y sin ningún afán de rigurosidad, títulos como Cuadernos de un mamífero, de Erik Satie; El día y la noche, de Georges Braque; La dulce visión, de Federico Fellini; y Lo visible es un metal inestable, de Eva Lootz. Se trata, por lo general, de obras de carácter misceláneo, que abrevan en las memorias, los apuntes, los diarios, las entrevistas y los artículos de destino diverso, que una vez sumados y ordenados por sus autores, o eventualmente por algún editor, conforman una obra que no sólo dialoga con la creación del artista en cuestión sino que, además, la integra. En ese sector de la biblioteca puede ser ubicado el libro Pobre Crisp. Algunos tiestos y fragmentos, del maestro ceramista inglés Edmund de Waal (1964).

Con apenas cinco años, las manos de Edmund de Waal entraron en contacto con la arcilla, maleable materia que se convertiría en el centro de su arte, a partir, en primer término, de las enseñanzas del alfarero Geoffrey Whiting (1919-1988), comenzando a establecer las marcas propias de su estilo, en un largo y fructífero proceso cimentado en la década del 80 hasta llegar a ser reconocido en la actualidad por sus instalaciones de piezas de porcelana a gran escala, generalmente diseñadas a modo de respuesta a colecciones y archivos o a la historia de un determinado lugar.

De forma paralela a su trabajo como ceramista, Edmund de Waal ha desarrollado una interesante y particularísima veta como escritor, iniciada en el año 1998 con una monografía dedicada a Bernard Leach (1887-1979), considerado el “padre de la cerámica de taller británica”, pasando por el que quizás sea su libro más importante, la memoria familiar La liebre con ojos de ámbar (publicado en nuestro idioma por la editorial Acantilado en 2012, con traducción del argentino Marcelo Cohen) y por El oro blanco (editado en español por Seix Barral en 2016, con traducción de Ramón Buenaventura), en el que emprende una investigación de la porcelana desde sus iniciales fabricaciones en China hasta bien avanzado el siglo XX.

El pequeño volumen Pobre Crisp, presentado como “algunos tiestos y fragmentos”, se compone de un entrecruzamiento de las dos vetas explotadas en los anteriores libros de De Waal, a saber, la misteriosa, densa y siempre sorprendente argamasa familiar, que determina no sólo el derrotero biográfico sino la propia forma de relacionarse con el ambiente y el tiempo, y el inescrutable misterio de la porcelana como materia creativa, que parece nunca poder ser aprehendida entre los dedos del maestro creador.

El tono fragmentario oficia como una declaración de principios, una suerte de ars poetica, y como una forma de renunciar o prescindir de la totalidad del mundo, tal como ejemplifica este pasaje que abre la sección IV: “Me atraen los fragmentos. Los hago y los escribo y los colecciono. Tengo una caja de tiestos del siglo XII recogidos en una ladera cerca de Jingdezhen, la ciudad china de la porcelana. Están deformados y fundidos, fisurados, fracturados, rajados, rotos”.

El título del libro refiere al personaje histórico que ocupa la sección III del volumen, Nicholas Crisp, un alfarero del siglo XVIII que tenía su taller en Bovery Tracey, un pequeño pueblo de Devon. Los fragmentos que conforman su derrotero biográfico y creador le dan forma a un ser miserable y patético, “un pobre quemador”, según el relato de un visitante que accedió a su taller y observó las piezas que emergían del horno luego de una cocción sostenida de 43 horas. Antes de volverse alfarero, Crisp había sido orfebre en una joyería en Cornhill, para luego invertir en una mina de cobalto en las colinas de Ochil, en Escocia, y fundar una fábrica de porcelana en Vauxhall. En un momento se quedó con un cuantioso vuelto y debió poner pies en polvorosa, iniciando una progresiva bancarrota que fue afectando a todo su entorno, perseguido por acreedores de diversa laya y dejando en la miseria, al morir, a su viuda y sus tres hijas.

La historia de Nicholas Crisp, intercalada con las reflexiones sobre el arte de la porcelana, las colecciones del propio Edmund de Waal y su desvío hacia la escritura, bajo la sombra de Robert Walser y WG Sebald, se yergue como una extraña pieza de tinte moral en medio del libro. De Waal cita, a modo de cierre, las palabras del respetado alfarero Josiah Wedgwood (1730-1795), quien también pasó por el taller de Crisp y luego escribió: “Un tal Mr. Crisp se empeñó en hacer una especie de porcelana aquí, pero no hizo más que algunos experimentos, y sin éxito. Crisp –pobre Crisp– me atormenta continuamente –siempre persiguiendo– ¡a punto de alcanzarla, pero nunca en posesión de su materia favorita! Hay una buena cantidad de lecciones en la vida del pobre Hombre”.

La aparición de Pobre Crisp. Algunos tiestos y fragmentos, más allá de su particular composición fragmentaria, constituye una suerte de rareza en la industria editorial local. Publicado por la librería Rizoma, de José Ignacio, el volumen, que no circula comercialmente, fue traducido por la escritora Rosario Lázaro Igoa y se presenta en edición bilingüe, con fotografías internas de Alzbeta Jeresova y un cuidadísimo diseño que lo convierte en un bello libro objeto.

Pobre Crisp. Algunos tiestos y fragmentos, de Edmund de Waal. Edición bilingüe. Traducción de Rosario Lázaro Igoa. 40 páginas. Editorial Rizoma, Maldonado, 2022.