Eternamente relegada de los rankings de libros más vendidos, escindida del gusto general por su propia composición léxica y formal, ingresada de cotelete en las páginas literarias de los suplementos culturales, desterrada en muchos casos a la tierra de nadie de las ediciones de autor ante el dictamen editorial de ser un género que no vende, acumuladora de polvo en las gavetas (o como archivo sin abrir en la carpeta de una notebook) de los editores, desperdigada en volúmenes generalmente delgados, casi folleteriles, muchas veces aceptados por compasión por los libreros para ser vendidos a consignación –y que, ni bien el autor sale por la puerta, van a dar al fondo de alguna góndola o debajo del mostrador–, extraída de las páginas de esos mismos volúmenes por sus creadores que en rondas con sus pares la declaman, recitan, aúllan, susurran, acompañándose en ocasiones por estrambóticos objetos durante la performance (desde instrumentos de cuerda a, como pude apreciar una vez en un video que circuló en redes sociales, por dos tiras de falda parrillera sobre los hombros del artista); en fin, opacada, silenciada, despreciada, basureada y por muchos caricaturizada, la poesía persiste en mantenerse viva y en establecer sus propios derroteros en el vasto mundo de la circulación de material impreso.

El flamante libro Trampas de oxígeno del poeta montevideano Leonardo Scampini (1961), es, además de una confirmación de lo anterior, una muestra cabal de que la buena poesía, aquella que trasciende las circunstancias personales para volverse literatura, no requiere de alaracas y distinciones, de frases hiperbólicas de otros poetas en la contratapa ni de pomposas presentaciones. Se trata de un volumen de sobria composición formal, con una ilustración (casi un boceto) de Julia Poggi en la portada, sin ningún tipo de paratexto en tapa, contratapa, páginas iniciales y finales, exceptuando, obviamente, los necesarios datos de composición del volumen. Scampini no necesita esa parafernalia de ruido anexo para enfrentar al lector a lo que verdaderamente importa: su poesía.

Las 29 piezas que integran Trampas de oxígeno se relacionan en su mayoría por la apelación a una segunda persona ausente, provocadora de la reflexión, el extrañamiento ante el mundo y, a través de ellos, del poema: “Ando volando mientras trabajo / y dejo de hacer lo que estoy haciendo / para escribir poemas pensando en vos” (“Fuerza lateral”); “Me paso todo el día en otros rostros para olvidar el tuyo / el día entero limpiando el parabrisas de tu recuerdo / poniendo un no en tu empecinada presencia / tachando tu sonrisa que me acompaña / tu voz de aniñado acento recargado susurrándome al oído” (“Estrategia”); “Después caería en la cuenta / pero la minifalda y tus piernas cruzadas / aquella primera vez que las vi / tu cara en la foto como dispuesta a comerte la presa / como la prostituta rusa de la obra” (“Primera vista”).

Muchos de los poemas son cartas sin retorno a una mujer ausente y tienen la particularidad de atravesar la marisma de abstracciones del recuerdo compartido y de la evocación posterior a partir de detalles anodinos, mencionados al pasar. Scampini es un poeta que no les teme a las palabras, que se apropia del (injustamente) despreciado gerundio para ubicarlo en medio de un verso como un mojón de sentido y redimensionar las acciones, y que al describir situaciones anodinas (caminar por una calle, ver una película, etcétera) nunca chapalea en lo prosaico, sino que se apodera de esas acciones para convertirlas en poderosas imágenes.

Sobre la mitad del volumen se encuentra el poema más desconcertante del conjunto, “Travesti”, en el que se describe una cópula rápida, no exenta de brutalidad, luego del cual, en los textos que siguen, se establece una suerte de desplazamiento de la segunda persona destinataria de las piezas iniciales a una primera persona introspectiva, que alcanza dos por tres perturbadoras connotaciones cósmicas: “Inside the pozo / llevándolo por las calles / encerrándolo detrás de gestos impersonales / detrás de la persiana desquiciada de una sonrisa de aprobación / de los millones de granos de calcio / volando en todas direcciones / para sostener el sigilo / de su innombrable dimensión” (“Marea alta”); “Yo era mejor hombre cuando niño / y era mejor hombre antes de ayer. / Yo creía / tenía una fe ciega en algunas cosas / y a mi lado / la gente era mejor y creía” (“Señuelo”).

Obra de una densidad escritural que a primera vista oculta su delgada consistencia, Trampas de oxígeno cumple una doble función: darle espacio a una personalísima voz y mantener viva a la siempre desplazada poesía.

Trampas de oxígeno, de Leonardo Scampini. Edición de autor, Montevideo, 2023. 64 páginas.