Ha muerto Beatriz Sarlo a los 82 años en Buenos Aires. El impacto de la noticia es enorme porque obliga a considerar la importancia de su obra y porque era usual, hasta hace muy poco, encontrar en los medios tanto sus agudas observaciones sobre asuntos de actualidad como sus reflexiones acerca de temas teóricos.
Formada en literatura en el clima contracultural y a la vez represivo que imperaba en Argentina a fines de la década de 1960, durante la década siguiente Sarlo, junto a colegas como Ricardo Piglia, llevó adelante el proyecto Punto de Vista, una revista, un centro de resistencia cultural a la dictadura y un círculo de reflexión desde el que se tradujo el trabajo de referentes extranjeros –el historiador estadounidense Hayden White y el británico Raymond Williams, pionero de los estudios culturales, son buenos ejemplos–, al tiempo que se renovaban las formas de pensar en autores como Jorge Luis Borges o Juan José Saer y se abordaba la tradición intelectual argentina en una clave que permitía cruzarla con la política de su tiempo.
Además de dirigir el emprendimiento, Sarlo fue la más prolífica pluma de la revista y la de intereses más diversos: la literatura gauchesca y también los escritores contemporáneos, las élites intelectuales y también el peronismo, la teoría literaria y también la simbología urbana alimentaron sus más de 80 contribuciones firmadas. La primera serie de esos artículos, más los escritos por Carlos Altamirano, fue compilada en Ensayos argentinos: de Sarmiento a la vanguardia (1983).
Tras la reapertura democrática, Sarlo profundizaría su trabajo vinculante entre literatura y sociedad. Su estudio Una modernidad periférica: Buenos Aires, 1920 y 1930 fue un inesperado éxito de ventas y también la colocó en el eje de los investigadores que abordaban el peculiar estatus de América Latina en el escenario cultural globalizado. Daría un paso más allá en la década siguiente, con estudios como Escenas de la vida posmoderna: intelectuales, arte y videocultura en la Argentina, que continuó expandiendo sus áreas de atención.
El peronismo como problema
Sarlo militó inicialmente en el Partido Comunista y, aunque pronto se alejó, mantuvo una actitud crítica hacia el peronismo a lo largo de su trayectoria, tanto en estudios de coyuntura profundos como en intervenciones puntuales. Durante los años del kirchnerismo tuvo más de un enfrentamiento con antiguos compañeros debido a sus duros cuestionamientos a los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, que articuló en el libro La audacia y el cálculo (2011).
Luego, la permanencia de su postura analítica durante el mandato de Mauricio Macri obligó a una revalorización de la figura de Sarlo, que continuó interviniendo en la opinión pública en medios como Clarín y Perfil. Familiarizada con las “lecturas de la ciudad” de la tradición francesa, Sarlo fue también cronista de diversas protestas masivas, que describió con filo y preocupación, sin dejar de blanquear desde qué lugar se pronunciaba.
Era común encontrar sus textos en distintas plataformas hasta principios de este año, cuando su salud comenzó a desmejorar. El año pasado había muerto su esposo, el cineasta Rafael Filipelli, y hace semanas falleció un amigo cercano, el también intelectual disidente Juan José Sebreli. Sarlo sufrió un accidente cerebrovascular la semana pasada y quedó internada en el sanatorio Otamendi, donde dejó de existir en la madrugada de este martes.
Conceptos clave
Entrevisté a Sarlo en 2028, cuando vino a Montevideo para participar en unas jornadas de homenaje a Ángel Rama.
Letras y política. “Interesarse por la literatura y por la política, y hacer intervenciones en ambos campos, es una antigüedad, es parte de mi generación y de generaciones más viejas. En cambio, en la cultura contemporánea alguien que es subjetivamente de izquierda no hace intervenciones específicas en la política. Dice ‘todo es político’, ‘todos los textos son políticos’, pero eso no especifica para nada la política ni permite pensar lo político, es más bien una teoría que se lleva. Pensar en ambos campos es de gente mayor de 55 años, nos guste o no lo que escriban. Yo puedo debatir con [José Pablo] Feinmann, con Horacio González o con Juan José Sebreli porque, me gusten o no sus ideas políticas, ellos se interesan específicamente en lo político, no dicen ‘todo es político’ o ‘todo es liberación’”.
El giro subjetivo. “Da el tono de la cultura contemporánea. Desde la televisión hasta la forma en que los padres se relacionan con los niños. Hoy no podría nacer [Sigmund] Freud, porque la relación ahora no es a través de la objetividad de la ley, sino de la subjetividad de los pareceres. El giro subjetivo no marca sólo a la literatura, sino la forma en que tramitamos la historia. Que en el caso de Uruguay es diferente, porque acá hubo un plebiscito que paró los juicios a los militares, y eso creo que fue una piedra en el camino del trámite de la historia. La única cosa buena que hicieron los argentinos en los últimos 60 años fue hacer el juicio a las Juntas. Eso libera la posibilidad de escribir esa historia, la justicia la hace ineliminable. Al mismo tiempo, esa historia convoca a las subjetividades. Los que estuvieron presos traen su experiencia, también los hijos con padres desaparecidos tienen como víctimas ese derecho, etcétera”.
Modernidad periférica. “Es una visión que reconoce la existencia de dos polos: uno europeo y otro periférico, marginal. Yo diría que lo que plantea Roberto Schwartz en Las ideas fuera de lugar, es decir, cuando las ideas se trasladan de un lugar a otro, es un modelo muy afín con el de modernidad periférica”.