La misma anécdota se puede contar en media carilla o en una serie de novelas. La historia de Caperucita Roja suele ocupar unos pocos párrafos, pero alguien podría profundizar sobre las condiciones de vida en aquellos tiempos, sobre el pasado de la madre o de la abuela, sobre las decisiones que llevaron al lobo a estar en ese preciso lugar en aquel momento exacto. O podría convertirse en un aforismo sobre cuidarse al interactuar con extraños.

Lo mismo ocurre cuando hay que llevar la biografía de una persona al papel o a la pantalla. Hay una fórmula probada en las biopics que permite resumir una vida en 90 minutos condensando la infancia y revolviendo bien la adultez para que los espectadores tengan momentos de tensión en los lugares justos de la estructura de tres actos.

En el papel hay otras libertades. Los libros no suelen tener una extensión estándar (bueno, más o menos) y existe una mayor variedad de formas de tratar las historias de vida, aunque se popularicen unas pocas. Y las historietas, por utilizar el mismo lienzo, cuentan con esa misma libertad.

Tener más paño para tomar esas decisiones no significa necesariamente que la cosa sea más sencilla. Más cuando el objeto de estudio es una persona real, que todavía está con vida, de la que se ha escrito muchísimo y que (como esta historieta señala a cada rato) es capaz de generar sensaciones muy encontradas.

Pepe Mujica y las flores de la guerrilla es una novela gráfica que cuenta con guion del uruguayo Matías Castro y arte del costarricense Leo Trinidad y que se toma 240 páginas para resumir (porque siempre quedarán cosas afuera) la biografía de José Mujica desde su infancia hasta el regreso de la democracia, con un cierre de actualidad. La intención de la dupla creativa pareciera ser la búsqueda de una explicación para algunas de las decisiones más polémicas en la vida del expresidente de la República, a partir de lo que ocurría a su alrededor, incluyendo las vicisitudes políticas del Uruguay de posguerra. Todo esto apuntando a lectores del extranjero, sin dejar afuera a los orientales.

Sobreinformación

Volviendo a las decisiones del comienzo, además de la profundidad narrativa está la forma, y aquí Castro y Trinidad combinan elementos de la autoficción con un encare similar al de quien entra a una página de Wikipedia y va leyendo un tronco informativo, yendo y viniendo ante la aparición de hipervínculos curiosos, o que parecen necesarios para entender lo que se está contando. Una práctica que puede desembocar en una tarde entera perdida leyendo en la computadora, que aquí casi siempre permanece bajo control.

Es muy tentador contar con una gran cantidad de información (la bibliografía es extensa porque sobre Mujica se ha escrito muchísimo) y no dedicarle tiempo/espacio a cada detalle. La resolución de este dilema llega por el lado de los diálogos. Desde las interacciones entre la dupla protagónica de guionista y dibujante (ya volveré a ellos) hasta todo lo que ocurre alrededor de Mujica en diferentes instancias de su vida, los globitos de texto están cargados de información. La decisión de Castro es incluir todos los datos posibles en las conversaciones, sacrificando naturalidad a cambio de ambientación. El texto cuenta con la fluidez suficiente como para alejarse de la lección de historia, pero en la gran mayoría de la obra es expositivo.

Decía que el equipo creativo es un poco protagonista de la historieta, pero con trampita. Desde el comienzo seguimos a un guionista y un dibujante que están embarcados en la creación de una novela gráfica sobre Mujica y buscan en vano tener unos minutos con él. El dibujante se llama Leo, es de Costa Rica y funciona (acertadamente) como nuestro personaje punto de vista, mientras que el periodista uruguayo que escribe el guion se llama... Lorenzo. Se entiende que alguien mucho más cercano a lo que se cuenta fuerce un grado de separación con su personaje, pero termina llamando la atención cuando el nombre del dibujante se mantiene. Es un detalle menor que llamó mi atención.

Terminando de hablar de la forma de la novela gráfica, el trabajo de Trinidad es efectivo a la hora de colaborar con la transmisión de información en las numerosas escenas conversadas. Dibujar conversaciones no es algo sencillo, y aquí el arte las resuelve con aquella fórmula de “menos es más”, con una paleta de colores sencilla y evitando los fondos cuando estos desaparecerían detrás de los globos de texto. Los principales actores de la cuestión son fáciles de distinguir, fundamental en esta clase de cuentos, y apenas si en una página las bombillas del mate se doblan como pajitas de refresco. El resultado final es muy ágil, con quiebres narrativos, sobre todo en la segunda mitad de la historia, en donde ambos integrantes de la dupla creativa tienen la posibilidad de lucirse.

Había otra dificultad, y era la de presentar a Mujica no solamente como el orador notorio en las Naciones Unidas (que es el punto de partida), sino como, por ejemplo, quien en 1964 “quiso robar el dinero de los sueldos de los empleados de una textil”. “No parece una acción muy revolucionaria”, dice el costarricense a las pocas páginas de la historieta. La tarea de “Lorenzo” será contarle lo que ocurría en el país, en su familia (no en vano hay flores en el título) y en su cabeza, que llevó a que tomara esa decisión. Más adelante, cuando hablan de otros robos, el extranjero le pregunta al uruguayo si le parecen legítimos o justificados. “Creo que es entendible, que no es lo mismo”. En varias oportunidades el guionista, dentro del guion, apela a variaciones de “no justifico lo que sucedió, pero entiendo las causas”, mientras que también recalca lo “complejo y contradictorio” de Mujica, en especial repasando su mandato, además de las sensaciones tan diferentes que despierta entre los uruguayos.

Durante todo el libro los metaprotagonistas introducen elementos lúdicos (algunos literales, como un juego de caja) para darle frescura al asunto. Y como mencionaba antes, para describir el largo encarcelamiento apelan a otras herramientas del noveno arte, logrando los puntos más altos. Para el cierre, la autoficción incluye una visita real a la chacra de Mujica, que es al mismo tiempo la resolución de una búsqueda y la puesta a punto de una vida.

Con ese cierre termina de quedar clara la admiración hacia ciertos aspectos de la existencia del objeto de estudio, pero no hay que ignorar el esfuerzo constante por mostrar luces y sombras, por humanizar a la figura, que es algo que no tantas biografías (en el cine y en papel) tienen en cuenta.

Pepe Mujica y las flores de la guerrilla, de Matías Castro y Leo Trinidad. 256 páginas. Salamandra Graphic, 2023.