Este miércoles en la Fundación Mario Benedetti, Luis Bravo y Carina Blixen conversarán sobre la flamante reedición ampliada de La casa de polvo sumeria: sobre lecturas y traducciones (Rebeca Linke editoras), la recopilación de textos de Circe Maia sobre mitos, lenguaje, filosofía y literatura. La conversación será moderada por la investigadora María del Carmen González, quien estuvo a cargo de esta edición que agrega textos a la aparecida en 2011. González, además, fue parte de la delegación que viajó a Granada en mayo, cuando se hizo entrega oficial del Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca y se celebraron unas jornadas en homenaje a la obra de Maia.
“Todo lo que tuvo relación con la entrega del XX Premio Federico García Lorca a Circe Maia fue vivido con gran expectativa en lo previo y mucha emoción después”, dice González. “Cuando ya me encontraba en España, Jesús Ortega, director del Programa Granada Ciudad Literaria-Unesco y organizador de las jornadas del 22 de mayo en torno al premio, nos envió el programa, que incluía mi participación en una mesa redonda junto a la profesora Jacqueline Oliver, uruguaya residente en España que realiza una tesis de doctorado sobre Circe Maia, en la Universidad de Salamanca. El evento preveía la presentación de una antología de la obra de Circe editada por el Centro Lorca (que finalmente se postergó), y un cierre con lectura de poemas. Las poetas y profesoras Gracia Morales (autora de la antología), Érika Martínez y Yolanda Ortiz leyeron una muy buena selección de textos de la poeta. Al oír esas voces andaluzas pensé que Circe las hubiera disfrutado mucho, teniendo en cuenta su interés por las cualidades sonoras de las lenguas, así como de los matices dentro de un mismo idioma. Esa parte, creo, estremeció a todos los presentes, tal fue la conjunción entre los poemas y su interpretación por parte de las colegas españolas”, cuenta la investigadora.
El homenaje incluyó el descubrimiento de la placa Circe Maia en el parque Carmen de los Mártires, donde están representados todos los poetas que han recibido el Premio Lorca. Nira Ferreira Maia, hija de la poeta que viajó a recibir el premio y a participar en los diferentes eventos, fue la encargada de descubrir esa placa, en la que está grabado el poema “Raíces” (del libro De lo visible). También recibió el premio otorgado a su madre de manos de la alcaldesa de Granada, y habló de la figura de Circe “desde su perspectiva de hija”. Desde Montevideo también viajaron a Granada los investigadores Néstor Sanguinetti y Elena Romiti.
“Fueron momentos de alegría y emoción un poco nublados por la pena de que Circe no hubiera estado en condiciones físicas para viajar y vivir en persona el merecido reconocimiento. Me vinieron a la memoria algunos intercambios con ella en los que dejaba entrever su deseo de ‘ser leída en España’, deseo que se comenzaba a cumplir en ese momento. En lo personal, pensé que hacía más de una década y media que Rebeca Linke reunía su Obra poética (2007) por primera vez, luego los artículos de La casa de polvo sumeria (2011), más adelante dos nuevos libros de poesía (Dualidades, de 2014, y Voces del agua, de 2020)”.
“Circe había recibido todos los reconocimientos en su país, y recibía ahora uno de los premios más importantes de poesía hispanoamericana, fuera de fronteras. Había llegado el momento de la merecida proyección internacional de su obra”, afirma González.
Un proceso híbrido
En el prólogo de reedición de La casa de polvo sumeria se explica que se mantuvo la estructura general, pero se hicieron varios agregados, con la aprobación de Circe Maia. “Conversé con ella y se manifestó en acuerdo y entusiasta. Esa conversación, que se prolongó en el tiempo, permitió descubrir que había nuevos materiales para incorporar y enriquecer aún más el libro original. Se sucedieron una serie de charlas, muchas de ellas informales, en las que siempre había un hilo para rescatar y comprobar que seguía trabajando en el estilo de los artículos que integraban la edición de 2011. Compartió los materiales producidos en ese tiempo, inéditos que no habían realizado el itinerario de los de la década del 80 del siglo pasado, es decir, la publicación previa en forma separada en medios de prensa cultural. De esa larga conversación surgió que su interés mayor en ese tiempo era traducir y reflexionar sobre esta actividad, tanto como sobre los vínculos intertextuales”.
Muchos de esos intercambios fueron telefónicos. “Solíamos hablar sobre sus descubrimientos e inquietudes, siempre con su forma de pensar. No era fácil seguir el hilo de su pensamiento, porque saltaba de una cosa a la otra, de algo de su vida cotidiana, de su propio entorno o experiencia vital a un posible correlato simbólico en la poesía propia o de otros. Ahí, en la conversación comencé a atisbar su forma de producir y que era necesario no interrumpir el flujo de pensamiento, no extenso pero muy condensado conceptualmente. De mi parte, hacía anotaciones; ya luego vería la oportunidad de hablar con ella nuevamente para que me aclarara por qué había dicho tal o cual cosa o mencionado tal autor, es decir, hacia dónde iba y cómo se podía concretar en un texto escrito, que luego enviaría por correo electrónico”.
“Resulta difícil describir todo ese proceso; sólo sé que fue un privilegio y que al decidirse la reedición y ampliación me puse a trabajar, con esos apuntes y mi memoria, para recuperar esos valiosos retazos y reconstruir una conversación entrecortada, entre instancias presenciales en Tacuarembó, correos electrónicos e intercambios telefónicos”, explica González.
“En el proceso de edición intenté ser fiel a lo que habíamos conversado, aunque no estuviera escrito. Por ejemplo, la primera sección agregada en esta segunda edición se llama ‘Lo real y lo imaginario’, título que ella eligió. Los textos allí contenidos, vistos con cierta distancia y recordando sus comentarios no escritos, permiten ver una de las constantes de su obra: la destrucción repentina, el hecho fatal, o la trágica historia del ser humano en tanto dotado de grandes aspiraciones que lo enfrentan a la frustración, a lo imposible. De ahí que la imaginación, el arte, la poesía se consideren antídotos necesarios frente a ‘los hechos desnudos’. Sentí que siendo textos de la última etapa contenían una clave para toda La casa de polvo sumeria, el signo que unifica la obra, no olvidemos, la casa de la muerte”.
Para la investigadora, la poeta participó “de una forma diferente a la primera, en la que los textos ya estaban publicados y ella los organizó”. “Esta otra forma de participar fue un largo y fructífero diálogo; más que escribir, conversar”, afirma.
Frontera imprecisa
Circe Maia es parte de una serie de poetas uruguayas que también se han destacado por su reflexión sobre la poesía, el lenguaje, la traducción, aunque para González habría que evitar las generalizaciones: “Hay una tendencia a pensar por categorías como, por ejemplo, poetas mujeres, luego poetas del amor y la naturaleza, o poetas existenciales, o de indagaciones espirituales, intelectuales, metafísicas, etcétera”.
En realidad, para ella hay otras conexiones: “La preocupación por el lenguaje en su vertiente metapoética es un fenómeno que ocupa a los escritores y escritoras del siglo XX y que viene unida al auge de la lingüística, la filosofía del lenguaje, la teoría literaria. Sobre los escritores del siglo XX pesa la cultura acumulada por la humanidad y su incorporación consciente y reflexiva. Ser creador en el siglo XX implicó tener en cuenta esa tradición, a pesar del gran cataclismo de las vanguardias, y gracias a ello, la tradición se incorporó desde la producción en el lenguaje (poético, pictórico, musical). Y arriesgaría más diciendo que ser creador en esta parte del mundo, devenida de colonialismos y neocolonialismos ha generado una marca de afán universalista, tal vez para reducir la brecha –real, imaginada, ideológica– que nos separa –y nos distingue– de una cultura considerada central”.
“Varias de nuestras poetas más relevantes ejercieron, además del periodismo y la crítica literaria, la docencia como actividad central en algún momento de sus vidas: Idea Vilariño, Ida Vitale, Cristina Peri Rossi”, aclara González y agrega: “Enseñaron literatura, analizaron textos literarios y se habían formado en un Uruguay embebido en cultura y literatura universal (occidental). Leer en francés y en inglés era corriente en ciertos círculos intelectuales, traducir era necesario, aunque todo esto no explica la poética que cada una desarrolló, porque cada una elaboró un universo muy propio, una voz distintiva y única como corresponde a los y las grandes poetas”.
Circe Maia comparte con las autoras mencionadas el trabajo como docente y la práctica metadiscursiva, pero no “la crítica literaria porque, como sabemos, fue la Filosofía la asignatura que estudió y enseñó, durante muchos años, hasta ser separada de su cargo en dictadura, cargo que recuperó al retorno de la democracia”, aclara González.
“De la misma forma, eso no explica una poética ni por asomo la puede definir; es una dimensión formativa, tanto como la del hogar en el que se crio y la época convulsa y fermental que le tocó vivir. Circe trabaja en la ‘frontera imprecisa de la literatura y la filosofía, pero también busca otros márgenes, como la oralidad y el tono de la conversación que intervenga o atenúe el decir monológico de la poesía. Se ubica discursivamente en una frontera en la que el yo se subsume en una cuasi neutralidad para que aparezca lo otro, eximido de la mirada que lo construye, sin por ello caer en el objetivismo. Sobre estos temas reflexiona en poemas en los que reniega del dar vueltas sobre las palabras en busca de la palabra justa, como una actividad segunda y desmerecida frente a la acción sobre el mundo, o la conversación directa: ‘Hablarte, hablarme. Es tiempo / es tiempo ahora / de voces entre voces apoyadas’”, continúa la investigadora.
Los trabajos ensayísticos de Maia, en todo caso, están conectados con el resto de su obra: “Es una poesía que contiene una gran calidez humana, una empatía por lo próximo, lo cercano, lo familiar, sin agotarse en ello; por el contrario, por esa ‘doble luz’ del verso, al decir de Machado, nos introduce en otras dimensiones. Podría decirse que es una poesía cósmica pero con los pies en la tierra, elevada, no en el orden metafísico, sino en la actividad del pensamiento conjuntado con la palabra poética. En ese sentido, considero que una de las notas distintivas de la poesía versificada de Circe y de la ensayística es la idea rectora de que la poesía es una forma de acceso al conocimiento. Existe un pensar poético, diferente del racional, que tiene otras leyes, pero que es un camino más directo, un camino que por medio de las imágenes y las otras propiedades del discurso poético nos llevan al conocimiento”.
Al respecto, son esclarecedores los textos “Modos de pensamiento” y “Fronteras imprecisas”, parte de la sección “Filosofía, Literatura” de La casa de polvo sumeria. “Allí podemos encontrar la formulación de una idea compleja de forma simple, amena y poética, con ejemplos tomados de la literatura –la poesía y la prosa– y la filosofía –antigua y moderna– para demostrarnos que esa forma de pensamiento existe desde siempre, que comienza con los mitos, a los que Circe considera ‘la más antigua forma de poesía’, y continúa en la filosofía, en la poesía y la narrativa contemporánea. Lo que distingue el pensamiento poético es la forma, es por este nivel y su ajuste al contenido, de forma indisoluble, que llega a cumplir su cometido: ‘esta forma es una vía de acceso directo al sentido’”.
Presentación de La casa de polvo sumeria, de Circe Maia. Miércoles a las 19.30 en la Fundación Mario Benedetti (Salterain 1293 y Guaná). Dialogarán Luis Bravo, Carina Blixen y María del Carmen González.