No es la norma pero a veces ocurre. Cuando el escritor español Max Aub falleció, en 1972, sobre su mesa de trabajo quedaron decenas de carpetas con miles de hojas escritas a máquina sobre su ambicioso proyecto de “la novela de Luis Buñuel”, basado en la gran cantidad de entrevistas que había mantenido en los años previos con el cineasta. Cuando en 1984 se publicó el libro Conversaciones con Luis Buñuel, preparado por Federico Álvarez en base a aquel material compilado por Aub, el volumen tuvo una doble condición póstuma, pues además de la muerte del biógrafo, un año antes de la edición del pesado volumen, también había abandonado este plano de las cosas el propio biografiado.

Algo parecido sucede con la flamante aparición de George Steiner, el huésped incómodo. Entrevista póstuma y otras conversaciones, del escritor y profesor italiano Nuccio Ordine (a cuya pluma le debemos obras tan poderosas como La utilidad de lo inútil y Clásicos para la vida): concebido como una celebración de la vida y la obra del filósofo, crítico y teórico de la literatura británico (fallecido en 2020), la sorpresiva muerte del autor, ocurrida el año pasado, ha fijado sobre el libro una doble condición póstuma.

A esta altura del partido constituye una obviedad referirse a la importancia de George Steiner no sólo para la literatura comparada, el estudio de la cultura franco-anglo-estadounidense y la teoría de la traducción (sus más notorios campos de interés intelectual), sino para la cultura occidental toda. Finísimo escritor, pensador puntilloso y polemista arborescente, Steiner, al decir popular, jamás tuvo pelos en la lengua, haciendo valer siempre sus ideas, aunque estas lo apartaran de los centros de poder académico, no callándose nunca su forma de pensar en espacios donde otros colegas aplicaban la postura acomodaticia, el asentimiento de circunstancia o, lisa y llanamente, el silencio cómplice.

Así, en el retrato que Nuccio Ordine traza de Steiner en el libro de despedida al amigo muerto, presenta su pensamiento como una fuerza única que no escapa de la provocación y la paradoja, al tiempo que lo define como un “huésped incómodo”, indicando que esa incomodidad no es la de alguien que no puede expresar gratitud, sino “la de alguien que, aun siendo consciente de su condición de huésped, no renuncia nunca a decir su opinión, a mostrarse ‘desagradable’ ante quien, en nombre de la acogida dispensada, no quiere escuchar palabras que inevitablemente pueden causar molestias y a veces también dolor. Steiner estaba ahí para eso: para decir, sin ningún respeto hacia convenciones y tabúes, aquello que muchos no habrían querido oír decir a nadie”.

En el centro de este pequeño y luminoso libro se encuentra la entrevista que Ordine le realizó a Steiner en 2014, ideada por el segundo para que fuera publicada al día siguiente de su fallecimiento. La entrevista, de hecho, apareció en las páginas del Corriere della Sera del 4 de febrero de 2020, un día después de la muerte de Steiner, ocurrida en su casa de Barrow Road, en Cambridge, a los 90 años. Más allá de los diversos tópicos que se tocan en el intercambio, la pieza tiene algo de sesión de espiritismo (especialmente si se lee luego de la muerte de Ordine), pero también de ajuste de cuentas de George Steiner para con George Steiner. Ante la pregunta de Ordine sobre el porqué de una entrevista póstuma, Steiner plantea la comprobación cabal de su propia finitud al señalar que “el viaje hacia atrás fundado en el recuerdo es lo único que nos permite cultivar algunas esperanzas. No disponemos de las palabras exactas con las que indicar el recuerdo que el mañana encierra en sí mismo. Me encuentro en un momento de mi vida en el que el pasado, los lugares que he frecuentado, las amistades que he cultivado, la imposibilidad de ver a las personas que he amado y continúo amando y hasta la relación contigo constituyen el horizonte de mi futuro más de lo que pueda serlo el futuro real”.

Desfilan por la entrevista asuntos como la amistad, el amor, las rencillas académicas, los secretos que se llevan a la tumba, los errores cometidos en el plano personal y profesional y los placeres sencillos que conforman el andamiaje necesario sobre el que edificar la propia vida. Así, ante la pregunta sobre qué le ha producido más placer, responde Steiner: “La felicidad de haber enseñado y haber vivido en muchas lenguas, una felicidad que he tratado de cultivar cada día, hasta el final, eligiendo un libro de mi biblioteca para traducir a mis cuatro lenguas (francés, inglés, alemán e italiano). Y aunque la traducción no sea buena, tengo la impresión de haber abierto una ventana para que entre un rayo de luz en mi existencia diaria”.

Complementan el volumen un puñado de entrevistas agrupadas bajo el rótulo “Otras conversaciones”, en las que el autor de Errata, gramáticas de la creación y La idea de Europa se refiere, con su proverbial franqueza, a asuntos específicos de su biografía intelectual, tales como el vínculo entre las disciplinas humanísticas y el saber científico, su relación con el filólogo italiano Sebastiano Timpanaro (1923-2000), clave para componer al protagonista de su novela Pruebas (1992), y su sonada desvinculación de The New Yorker, donde ejerció como crítico literario durante tres décadas.

De lectura por demás amena, este libro no conforma una despedida del plano terrenal a George Steiner ni a Nuccio Ordine, sino, muy por el contrario, una invitación a la lectura y la relectura de sus respectivas obras.

George Steiner, el huésped incómodo, de Nuccio Ordine. Traducción de Jordi Bayod. 123 páginas. Acantilado, 2023.