Entre 2023 y 2025, un grupo de investigadoras de la Udelar llevó adelante el proyecto CSIC 150 años de traducción literaria en Uruguay (1871-2021), que comenzó con el relevamiento de 1.424 obras publicadas en ciudades uruguayas, y su posterior clasificación y análisis. Este miércoles se presentará el portal Historia de la traducción literaria en Uruguay, que reúne los frutos de ese trabajo colectivo.

La web permite analizar gráficas novedosas sobre el trabajo de traducción en Uruguay –por ejemplo, salta a la vista que hubo un pico de traducciones durante la dictadura y que en los últimos años volvieron a aumentar– y consultar un buscador con variables como autor, título, lengua de origen, traductor, editorial, ciudad y período, dentro de una base de datos abierta a otros investigadores. Además, hay links a artículos en lo que se examinan algunas particularidades del corpus recogido.

“Sabemos que las traducciones son por naturaleza transnacionales, pero lo que queríamos cuantificar era cómo había sido la historia de la traducción en nuestro país, tener datos para, más adelante, poder comparar entre países, por ejemplo. Los dos parámetros de búsqueda principales para la extracción de datos a gran escala del catálogo informatizado de la Biblioteca Nacional [BNU] fueron ciudad y lengua de origen. O sea, dejamos fuera traducciones realizadas por traductores y traductoras uruguayas, pero que fueron publicadas en otras plazas editoriales internacionales. Nos interesaba el ecosistema editorial de traducciones en Uruguay. También dejamos de lado la literatura infantil, el libro-álbum, porque nos parece que amerita un relevamiento diferente. Tampoco nos metimos con la traducción en prensa, que responde a otras lógicas y demanda otra metodología”, explica Leticia Hornos Weisz, quien junto con Rosario Lázaro Igoa estuvo al frente de un equipo integrado por Lucía Campanella y Cecilia Torres Rippa.

En cuanto a las constantes que encontraron, Lázaro se refiere a un cambio que acompañó un fenómeno global: la prevalencia inicial del francés y la entrada del inglés como lengua dominante. “El portugués es una presencia también destacada, que tiene que ver con relaciones de soft power en la región”, agrega.

“Otro aspecto constante es la relativa precariedad del ecosistema que publica traducciones en Uruguay. Y ahí es notable la omisión sistemática de las y los traductores en los datos catalográficos. Teniendo en cuenta que la ley establece que la traducción es coautoría, es complejo que un 44% de las entradas de la base de datos (incluso después de que nosotras restituyéramos el dato del traductor cuando se pudo) siga sin ofrecer la información de quién las tradujo”, añade Lázaro.

Tal vez sea más complejo explicar el aumento de traducciones durante la década de 1970. Según Hornos, “en los años de dictadura observamos un aumento significativo en el volumen de las traducciones publicadas en general y principalmente por tres sellos, Editorial Técnica, Casa del Estudiante y Ediciones de la Banda Oriental. Hay que aclarar que en este número no discriminamos posibles reediciones y reimpresiones. Es decir, sabemos que no todas son retraducciones. De todos modos, el dato no deja de ser interesante para entender el funcionamiento de la traducción editorial en este período. Demuestra con datos concretos en qué medida la traducción literaria se convirtió en una estrategia de supervivencia para quienes se quedaron en el país, muchos de ellos docentes que habían sido destituidos de sus cargos. Y no llama la atención que muchos de los títulos traducidos fueran parte de los programas de Literatura de Educación Secundaria. Es cierto que muchos eran manuales didácticos con un porcentaje muy menor de texto traducido, pero en la base conservamos aquellos en los que pudimos constatar (y le agradecemos esto muy especialmente a Ana Gilmet) que la traducción fuese predominante. La interacción del sistema educativo, la emergencia de emprendimientos editoriales, el efecto de la censura y la situación de los intelectuales insiliados son algunos de los factores que determinaron el incremento en la publicación de traducciones”.

“Con relación a las lenguas, encontramos, al igual que en todo el corpus, que la mayoría fueron textos traducidos del francés y del inglés, aunque también hay numerosas traducciones de lenguas clásicas, sobre todo del griego. Hacia 1976 detectamos lenguas menos frecuentes. Aparece el árabe, el japonés, unas cuantas traducciones del alemán y otras tantas del ruso. Por aproximaciones previas que habíamos hecho al corpus de traducciones en dictadura sabíamos que la colección Club del Libro de radio Sarandí, con su historia de creación tan particular, había publicado en traducción un número importante de títulos de procedencias muy variadas. La intervención de esta colección explica en gran medida la diversificación de lenguas en este período, aunque también interactúan otros factores”, añade.

La investigación permite también constatar el aumento sostenido de las traducciones publicadas desde principios de los 2000. “Para entender ese fenómeno hay que cruzarlo con quiénes publican esas traducciones y la mayoría responde a grandes grupos editoriales. Y al inglés como lengua dominante. O sea, no estamos viendo más bibliodiversidad. Esto lo estudió Cecilia Torres para su tesis de doctorado y observó la publicación de traducciones importadas con ISBN uruguayo. Pero en su tesis ella también nota que hay un esfuerzo sistemático de editoriales independientes, como Trilce, Hum, Yaugurú y Alter, entre otras, por ofrecer traducciones que escapan a las lógicas mercantiles y en las cuales se consigna correctamente a quienes traducen”, afirma Lázaro.

Radicado en el Centro de Lenguas Extranjeras de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Udelar, el proyecto tuvo financiamiento de la CSIC y apoyo de Data Uruguay y de la BNU, donde será presentado el portal.

Lanzamiento del portal de Historia de la traducción literaria en Uruguay. Miércoles a las 17.30 en la sala Varela de la Biblioteca Nacional. Participarán el Grupo Historia de la Traducción en Uruguay, la directora de la BNU, Rocío Schiappapietra, su exdirector Valentín Trujillo, la coordinadora del Instituto Nacional de Letras del MEC, Valeria Tanco, y Daniel Carranza, cofundador de Data Uruguay.