Esto me pasó ayer con dos o tres libros. Venía hablando con el historiador Aldo Marchesi sobre el libro que escribió con su colega Vania Markarian y que presentaban anoche, cerca de mi casa. Había algo que no me cerraba en la parte programática de su ensayo y él entonces aclaró que en otros momentos la izquierda tenía visiones del futuro más definidas. Para convencerme dijo algo así como “vos que estudiás ciencia ficción tenés que entenderlo”. Inmediatamente me puse a pensar qué utopías de izquierda realmente atrapantes podía traer a la conversación.
La que me vino a la cabeza antes que todas fue Los desposeídos, parte del universo de la escritora estadounidense Ursula K Le Guin (1929-2018). Publicada en 1974 y escrita con la mira puesta en uno de los puntos más calientes de la Guerra Fría (la lucha en Vietnam), la novela está ambientada en dos mundos separados políticamente. Por un lado, un planeta dividido entre capitalistas codiciosos y estatistas autoritarios. Por otro, un satélite casi estéril en el que se ha exiliado una comunidad anarquista. Luego de siglos de semiaislamiento de la civilización principal, un científico proveniente de esa luna debe volver al planeta originario para completar una investigación que puede cambiar el destino de la humanidad.
La novela tiene muchos aspectos notorios, pero, en cuanto a la imaginación política –de eso se trataba el intercambio con el amigo historiador–, no sólo describe la construcción de una sociedad socialista en condiciones de escasez (el crítico Carl Freedman recuerda que era una de las preocupaciones de Marx), sino que además propone una crítica a esa comunidad, en la que no sólo abundan los sacrificios, sino también las arbitrariedades y cierta intolerancia al destaque individual, como el que distingue al científico protagonista.
Desde el punto de vista de ese protagonista, además, Le Guin se permite señalar los aspectos más chocantes del capitalismo tardío y del comunismo soviético. Nos vemos inclinados a compartir sus opiniones, dado que su mirada supone cientos de años de cultura anarquista. Por ejemplo, fue educado en un lenguaje que no tiene pronombres posesivos y que, en lugar de ellos, emplea formas del tipo “el vehículo que yo uso” en lugar de “mi auto”, por lo que el supuesto básico del capitalismo, la propiedad privada, le resulta más que absurdo. (Punto para quienes militan en uso de la “e” y otras maneras de no marcar el género gramatical). Dicho de otro modo, naturalizamos el punto de vista de un anarquista de cuarta o quinta generación gracias a la tesonera creatividad de Le Guin, que describe detalladamente el día a día de una comunidad política apenas imaginable para nosotros.
Los desposeídos es una de las obras maestras de su autora (tiene por lo menos otra: La mano izquierda de la oscuridad) porque mezcla prodigiosamente problemas de política revolucionaria y cuestiones de lógica narrativa. En su momento, ganó los tres premios más importantes del ámbito de la ciencia ficción (el Hugo, el Nebula y el Locus) y ahora está disponible, gratis, en la Biblioteca País de Ceibal.
Historia y futuro
La ciencia ficción es un género histórico, repetía el gran Fredric Jameson. El libro de Markarian y Marchesi, El tiempo no para, también gira en torno a la conexión entre temporalidades. En su caso, proponen que hay que cambiar la forma en que se abordan los ciclos históricos en nuestra región. Lo hacen desde sendas carreras dedicadas al estudio del pasado reciente, al que desde ahora buscarán incluir en un arco más amplio. ¿La causa? La constatación de que tanto la política de la memoria como los logros de los gobiernos progresistas de principios de este siglo no han impedido el deterioro de las instituciones democráticas. Autodefinidos como historiadores de izquierda, y ante un panorama de crisis ambientales, políticas y económicas, buscan contribuir a la recuperación de la iniciativa creativa por parte de los progresismos.
Del palo
El otro libro que andaba en mi cabeza es uno sobre esa “hermana menor” o simplemente “hermana” de la ciencia ficción (la familia todavía no hizo los papeles), la fantasía. En el último número de nuestro suplemento en papel, José Jorge se mostró muy entusiasmado con la recopilación de estudios sobre ese género en América Latina que hizo el español David Roas.