Posiblemente el transporte, el trabajo de carga y la alimentación no fueron los únicos beneficios que los humanos obtuvieron de los caballos durante más de 6.000 años. No se sabe en qué medida los caballos también contribuyeron a su bienestar psicológico y social. Sin embargo, la equinoterapia muestra algunas ventajas del vínculo entre caballos y humanos.
Valeria Lercari, directora técnica del Centro de Equinoterapia de Maldonado, considera que el objetivo de la equinoterapia es lograr una “rehabilitación bio-psico-social que le permita a la persona desarrollar la mayor independencia dentro de sus posibilidades”, y es más fácil introducir en este mundo a niños que a adultos, observa.
“En el momento del trabajo es importante que el caballo esté concentrado en lo que está haciendo. En otros contextos las caricias del usuario son parte del entrenamiento”, no así las demostraciones de cariño de los instructores, explica.
En el centro se atienden 35 personas, algunas con trastorno del espectro autista, síndrome de Down, problemas de conducta y discapacidades intelectuales. El objetivo en estos casos es la “integración sensorial y la adquisición de rutinas”. Otras concurren para tratar discapacidades físicas. La equinoterapia usa un método integral que contribuye a nivel físico y psicológico.
Uno de los principios de la equinoterapia es la transmisión de calor corporal, ya que el caballo tiene una temperatura de 38°, levemente superior a la de los humanos. Durante las sesiones se usan mandiles y no monturas para que el traspaso de calor desde los flancos del equino relaje el cinturón pélvico y permita que las piernas bajen, y la cabeza y el torso se enderecen. Esta es tan sólo una de las ventajas.
Según Lercari, el movimiento del caballo al andar estimula el sistema vestibular, vinculado al equilibrio en el espacio, y el sistema propioceptivo, que permite tener conciencia del estado del cuerpo y realizar acciones físicas coordinadas.
La terapia con caballos y el autismo
Lercari describe a los caballos como animales de presa y afirma que por eso su primer instinto es huir, aunque también pueden atacar si se sienten amenazados y la curiosidad lleva a algunos a no querer escaparse cuando sienten miedo. De este último tipo son Sombra, Lupo y Taison, los caballos que trabajan en el Centro de Equinoterapia de Maldonado.
Lercari señala que no cualquier equino sirve para la equinoterapia. Tiene que tener carácter manso y debe poder confiar en las personas. Se lo entrena para que aprenda a moverse con suavidad y para que no reaccione si alguien le tira objetos o lo golpea, cuenta, y agrega que también tiene que aceptar que lo toquen en cualquier parte del cuerpo.
“Hay muchachos dentro del espectro autista que tienen rechazo a todo, por ejemplo, a que les toques la cabeza. Lo primero que hacen es rechazar porque se sienten sobreestimulados e incluso agredidos por el medio, pero al rato de que se suben al caballo y empieza a moverse, se les pasa a todos”, observa.
Temple Grandin es zoóloga y profesora de comportamiento animal de la Universidad Estatal de Colorado, Estados Unidos, pionera del bienestar animal y autista. En su artículo “Pensar como los animales”, publicado en 1997, dice que le resulta fácil entender cómo piensan los animales por ser una persona autista.
La teoría de Grandin es que la gente con autismo piensa “mediante asociaciones visuales”, que se asemejan a fotos de sucesos y que “tienden a ser muy específicas”. Considera que, al igual que los caballos, la emoción más dominante en las personas autistas es el miedo y que los recuerdos de miedo no se borran del cerebro.
La autora cuenta que, en su caso, no concibe los procesos de pensamiento basados en el lenguaje, sino que su manera de pensar es similar a la de los animales. “Mis pensamientos son imágenes, como si tuviera una cinta de video en la mente”, describe la autora.
Según Lercari, los resultados de la terapia con caballos es visible en la vida cotidiana gracias al vínculo que entablan las personas con los caballos y por la motivación que se da cuando una persona logra asociar la experiencia de montar con el disfrute. “Lo más importante es la motivación que genera la actividad, ya sea por montar o por tener un contacto con el caballo; así se logra que la persona acepte otra cantidad de consignas o de rutinas que no realizaría en otros contextos”, considera.
“Permite una apertura enorme al vínculo. Me guio mucho por el espejo de la familia porque lo que importa no es sólo el tiempo que están en el centro, sino que eso se pueda trasladar a la rutina”, comenta.
El Centro de Equinoterapia de Maldonado es una fundación sin fines de lucro administrada por un grupo de padres de los usuarios. La institución se creó en 2008, luego de que la Intendencia de Maldonado cediera un espacio en régimen de comodato.